La única constante del sanchismo es su murphiana capacidad de ir de mal en peor. Todo lo malo puede empeorar: he ahí el adagio proceloso que hoy domina a la muchedumbre. Cada día crece el número de espíritus críticos que, tal como los fumadores prometen dejar su vicio, se propone inútilmente renunciar al telediario en defensa de su paz interior. Pero no hay nada que hacer en esta sociedad medial: cada día traerá, de modo indefectible, sus malas noticias por mil caminos diferentes para quitar el sueño al más pintado. Mientras perdure el sanchismo la mala sorpresa estará garantizada para la inmensa mayoría silenciosa que, sin embargo, rezonga sin parar en voz baja desconcertada por esta España en almoneda.
La última hazaña del “régimen” ha sido la ocurrencia de ceder a los terroristas blanqueados nada menos que la definición legal del orden, de manera que, en lo sucesivo, la capacidad de las fuerzas del orden responda al sueño terrorista de un libertinaje sin freno ni respuesta. ETA, o sea, Bildu, mantendrá en el poder a Sánchez a cambio de conseguir el drástico desarme de las policías, en adelante supeditadas al insulto y la agresión apenas simbólicos, y desprovistas de autoridad hasta la desobediencia tolerada. Poco que hacer frente al desafío multitudinario, los agentes no dispondrán de otro recurso que la invitación al orden sin siquiera poder echar mano de sus “defensas” y muchos menos de artefactos como las balas de goma rebautizadas ahora como “proyectiles dinámicos” (¿acaso los hay “estáticos?). Nunca pudieron soñar ETA ni los podemitas que harían suyo el lema fraguista de “la calle es mía”.
La última hazaña del “régimen” ha sido la ocurrencia de ceder a los terroristas blanqueados nada menos que la definición legal del orden
No habrá 'mordaza' que valga
La evidencia de que España es cada día más un “Estado en almoneda” no precisa mayor demostración a pesar de la creciente alarma social ante el este circo de cien pistas que exhibe, junto a la fractura territorial del Estado, la ignominia del indulto a los malhechores secesionistas y malversadores o la triaca legal de una amnistía que consagra el desastre. Pero, eso sí, en lo sucesivo, no habrá “mordaza” que valga en nuestra democracia sino “capuchas” de terroristas, que parece ser que es símbolo más “progresista”. Disculpados definitivamente los secuestros y tiros en la nuca además de tolerados los homenajes a los asesinos, y disfrazados los caprichos y ocurrencias del populismo con trazas modernizadoras, sólo queda aguardar a la siguiente barrabasada que Sánchez precise para mantener su cargo. De momento, ahí tienen a una condenada por terrorismo (¿es eso lo mismo que “terrorista”?) anunciando un triunfo –nada heroico, por cierto—que anula en la práctica la legítima defensa del orden democrático apuntando hacia un futuro tan incierto como inquietante. Insulte a un agente del orden, ofenda si de palabra si le apetece al Jefe del Estado, amparado en una norma sin más fundamento que la suprema debilidad de un Gobierno en cuyo interior se agitan, por si fuera poco y sin corrección posible, feroces rivalidades. No habremos llegado al final, por lo visto, pero tampoco es probable que quede mucho trayecto por recorrer.
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