Ha levantado el pie del acelerador, ha aflojado la marcha, se ha tomado un respiro. Concluida la carrera electoral, consumada la restallante victoria, derrotadas las huestes monclovitas, Isabel Díaz Ayuso vive un periodo de aparente tranquilidad. No concede entrevistas, apenas propicia declaraciones, evita momentos protagónicos, esquiva los flashazos y los canutazos. La dama desaparece, como en la película de Hitchcock. Tuvimos tangencial noticia de ella por un fin de semana en Ibiza, por un agasajo con bombín, por la presentación de la Copa Davis, donde se abrazó a la nostalgia de la movida con pegamoides. También obsequió un enérgico discurso en Faes, en el que no evitó referirse al 'gobierno sin escrúpulos', en la línea de sus mensajes de campaña, ardientes y vigorosos como un guion de Fuller.
También la hemos visto de involuntaria protagonista en el Art Madrid de Cibeles, en un lienzo pop al estilo Costus, elevada a los altares como una Pietá de Chamberí, con un cristo-Tangana desmayado en sus brazos y la tal Rosalía travestida de una María Magdalena racial y poligonera. Un guiño al perreo castizo y al regetón de las Vistillas. Y en la barra, dos cañitas de cerveza y unas tapas de libertad, la especialidad de la casa, marchando.
El primero: no defraudar
Eso es todo. Ayuso en funciones ha optado sensatamente por la conseja de Gracián, 'el silencio recatado es el refugio de la cordura'. Al menos hasta el 19 de junio cuando está previsto que tome posesión como presidenta, tras una investidura que se adivina sin sobresaltos. Vox cumplirá lo prometido y apoyará su candidatura sin condiciones. Es lo que procede. Llegará luego el momento de nombrar su equipo de Gobierno, donde sí caben sorpresas, quizás menos anecdóticas de lo que se sospecha. Sólo Ayuso y el interfecto/a lo saben. Y luego, retorno a la actividad, a cumplir lo prometido en campaña y a lidiar con los tres severos frentes que tiene plantados ante su despacho de Sol. El primero, no defraudar al electorado, es decir, avanzar en esa gestión eficaz, activa y diligente tan elogiada y aplaudida durante la pandemia. Ahí no hay problema. Es de los raros políticos que creen mucho en los hechos y poco en las palabras.
Tendrá enfrente a una rival de fuste, Hana Jalloul, nada que ver con el inconcreto Ángel Gabilondo. Duelo entre mujeres de similar edad, perfil parejo, experiencia en la Comunidad y trayectoria promisoria
Está luego el horizonte electoral, la ineludible cita con las urnas a la vuelta de dos años, quizás antes de las generales, según el alicaído Iván Redondo y sus sondeos logarítimicos dispongan. Tendrá enfrente a una rival de fuste, Hana Jalloul, nada que ver con el inconcreto Ángel Gabilondo, aquel perdedor nato. Duelo entre mujeres de similar edad, perfil parejo, experiencia en la Comunidad y trayectoria promisoria. No será un paseo militar, una estruendosa reedición del 4-M. Más bien se adivina una pugna encarnizada y feroz, que, inevitablemente, los verdes de Más Madrid decantarán en favor de los azules del PP. Divide y vencerás.
Para afrontar con garantía de éxito esa pelea, Ayuso confía en ser designada presidenta regional de su partido. Es la norma en el resto de España. Todos los líderes autonómicos también lo son de sus organizaciones regionales. Madrid es la excepción. En el PP madrileño impera una gestora con Pío García Escudero al frente. Una anomalía improvisada tras la forzosa salida de Cristina Cifuentes. El alcalde Almeida, muy bien situado en la cúspide de los referentes populares, no simpatiza con el cambio. Pretende una 'tercera vía' y evitar así el riesgo de una reedición de las viejas tensiones entre Aguirre y Rajoy, tan incómodas e inoperantes.
Ahora las encuestas le sonríen, le aventuran victorias esplendorosas sobre el sanchismo, le sitúan ya casi en la Moncloa. Nada quiere saber de líos internos y de navajeos intestinos. Esa es tarea para Teo
Ayuso está muy lejos de ceder en su empeño. Piensa que tiene razón y que 'la virtud ansía el peligro', como aventuraba Séneca. Recela Pablo Casado de estas pretensiones por parte de quien ha prohijado, apadrinado, bendecido y protegido en su carrera política. Teme, o le animan a temer, que 'Isabel de Castilla', como la bautizó un medio anglosajón, se convierta en peligro intramuros, en un futuro adversario en la disputa por el cetro de la familia de la derecha. Ahora las encuestas le sonríen, le aventuran victorias indiscutibles sobre el sanchismo, le sitúan ya casi en la Moncloa. Nada quiere saber de líos internos y de navajeos intestinos. Esa es tarea para Teo, su secretario general, experto en reajustes y muy hábil en defenestraciones.
El equipo de la presidenta lo tiene claro. ¿Cómo lanzarse a la reelección sin tener el control de su partido? "No la respaldan en su casa y pretende que lo hagan los madrileños", será el fácil argumentario de los contrincantes. En Génova aplazan esta disputa. El congreso regional no está ni convocado. Todo a su tiempo, cruzar el puente cuando se llegue a él... esos mantras del marianismo. Quien difiere los problemas se abona a la derrota. Plutarco. Ayuso es de otra estirpe. Afronta los retos sin pestañeos y se lanza en pos de su resolución. Tiene urgencia en las venas y pasión entre las cejas. Abomina de los balones fuera, de los tiempos muertos y de las 'pausas para hidratación'. Es madridista. Piensa en lo que le dijo el médico Filótimo a aquel soldado herido que le mostraba la mano para que le sanara, cuando su aliento evidenciaba una úlcera pulmonar. "Amigo mío, no es ahora el momento de arreglarte las uñas".
Ayuso prepara el momento de abandonar el rincón de las sombras, de volver a la primera línea, espantar sus silencios y recuperar ese empuje que le ha convertido en la figura política de la era pandémica. La derecha la necesita. La izquierda la echa de menos. Desde la Moncloa no han cesado las hostilidades. Elaboran dosieres, diseñan trampas, organizan encerronas, preparan emboscadas. Sánchez, ofuscado y receloso tras su bofetada electoral, reclama venganza. Los tiempos le son adversos. Redondo es carne de memes y el PSOE trastabillea renqueante como un animal herido. Los 700 asesores de la Factoría de ficción del ala oeste deambulan desnortados. Un ejército sin generales. La presidenta, arrebatada de coraje, amasa estrategias antes de volver a la actividad. Dos años decisivos. Las próximas páginas de esta historia se adivinan admirables.
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