“Prometo por mi conciencia y honor, cumplir fielmente las obligaciones del cargo de ministro de Universidades, con lealtad al Rey, y guardar y hacer guardar la Constitución”. Estas palabras fueron pronunciadas el pasado 20 de diciembre por el señor Joan Subirats. No ha transcurrido ni un mes y la promesa del ministro de Universidades ha pasado a mejor vida. De lo dicho ante el Rey, el presidente del Gobierno y la ministra de Justicia como Notaria Mayor del Reino, ni rastro. El pasado 14 de enero, el que prometió “guardar y hacer guardar la Constitución” se despachó con esta otra frase: “Alguna forma de consulta de un cambio en la estructura del Estado creo que se tendrá que realizar en un momento u otro porque una parte muy importante del problema que tenemos viene determinada porque hubo una reforma del Estatuto que se aprobó por el parlamento de Cataluña, fue al Congreso de los Diputados, se votó en referéndum por el pueblo de Cataluña y después pasó lo que pasó con la sentencia del Tribunal Constitucional".
¿Está negando que la soberanía nacional reside en el pueblo español como se especifica en el artículo 1,2 de la Constitución que él prometió cumplir y hacer cumplir poniendo su conciencia y honor como el aval de su promesa?
Olvida el ministro que, si bien es cierto el itinerario que siguió la reforma del Estatuto de Cataluña, no lo es menos que un recorrido similar lo siguió la Constitución que él prometió cumplir y hacer cumplir poniendo su conciencia y honor como aval de ese compromiso. Como se hizo con el Estatuto que se aprobó en el Parlamento de Cataluña, la Constitución fue aprobada por una inmensa mayoría de diputados y senadores en las Cortes Generales. Al igual que ocurrió con el estatuto de Cataluña, que se votó por el pueblo de Cataluña, la Constitución de 1978 también se votó en referéndum por el pueblo de Cataluña y por el resto de los pueblos de España, es decir, por los ciudadanos españoles. Cuando el ministro defiende una consulta en Cataluña para aprobar o rechazar la permanencia de Cataluña en España, ¿está siendo fiel a su compromiso de cumplir y hacer cumplir la Constitución? Cuando el ministro pretende un referéndum en Cataluña para cambiar la estructura del Estado que contempla la Constitución ¿está negando que la soberanía nacional reside en el pueblo español como se especifica en el artículo 1,2 de la Constitución que él prometió cumplir y hacer cumplir poniendo su conciencia y honor como el aval de su promesa? Si el ministro reconoce la soberanía de la que habla la Constitución, no puede, salvo que dimita, defender la parcelación de esa soberanía
Y por si no quedara claro, la ministra Irene Montero se une a Subirats y defiende con él un referéndum en Cataluña para cambiar "la estructura del Estado". Así, como suena: que desde una parte del Estado se decida contra lo que aprobó la mayoría de los españoles. O son unos ignorantes y no saben nada de soberanía ni de democracia o son unos farsantes que quieren seguir engañando a una parte de los catalanes.
Y ya sabemos, visto lo visto, que a los políticos, a la prensa y a la sociedad le importa más las opiniones de las granjas de Garzón que las opiniones sobre la soberanía nacional de Subirats
Ya sabemos que a Subirats no le gusta la monarquía por lo que hizo en su etapa de concejal barcelonés; ya sabemos que no le gusta España, por sus últimas declaraciones. Y, en consecuencia, ya sabemos para qué aceptó estar en el Gobierno de España: para ejercer de termita y arruinar la estructura territorial española.
Y ya sabemos, visto lo visto, que a los políticos, a la prensa y a la sociedad le importa más las opiniones de las granjas de Garzón que las opiniones sobre la soberanía nacional de Subirats. Sé que es delicado hablar de estos temas; sé que la incapacidad, el oportunismo o la cobardía de muchos políticos e intelectuales les permiten eliminar de sus reflexiones y de sus pronunciamientos el delicado asunto de la estructura territorial de España, pero lo cierto es que España nunca acaba de estar construida como Nación. Siempre nos encontramos con reservas, con oportunismos políticos, con dejación de funciones, o con falta de lealtad a la Constitución; como si nos estuviéramos engañando los unos a los otros, deformando la Historia y perdiendo nuestra capacidad creativa en pugnas estériles o imposibles, tales como el plurinacionalismo o el derecho de autodeterminación.
El presidente Pere Aragonès, el pasado día 12, dos días antes que Subirats arrasara su conciencia y honor, manifestó que “el referéndum es necesario. Y el Estado, que defiende que Cataluña continúe formando parte de España, se debe atrever a ganar democráticamente. La imposición no llevará a ninguna victoria. Atrévanse a ganar y también atrévanse a que pueden perder”, emplazó. “Yo, como presidente de la Generalitat de Cataluña, me atrevo. Me atrevo a que decida la ciudadanía catalana, con todo el convencimiento de que ganará nuestra opción”.
El Estado, con el voto del 90% de los catalanes, ya decidió como sería la estructura de España y qué territorios la integran desde la unidad en la diversidad. Si Aragonés es tan valiente y tan atrevido, que pida comparecer en el Congreso de los Diputados, sede de la soberanía nacional, y proponga que la ciudadanía española decida otra vez lo que ya decidió el 6 de diciembre de 1978. ¡A que no se atreve el bravucón!
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