Pedro Sánchez ha acordado con Puigdemont la amnistía de este a cambio de que le otorgue los siete votos que le faltan para ser presidente del Gobierno de España. Sánchez lo llama "president", pero es un prófugo de la Justicia acusado de graves delitos: desobediencia, malversación agravada, sedición y hasta terrorismo. Lo que nunca podría haber ocurrido, lo que todo el PSOE dijo que nunca ocurriría, el propio Sánchez lo ha perpetrado, con el aplauso de todo el PSOE y sus voceros mediáticos. Y semejante tropelía es un escándalo de proporciones gigantescas.
Semejante felonía implica la demolición en España de la igualdad, la separación de poderes, el imperio de la Ley y el Estado de Derecho. La democracia española se encuentra seriamente amenazada. Es una traición sin parangón a la inmensa mayoría de ciudadanos españoles que asisten atónitos e impotentes a un acuerdo que humilla al conjunto de los ciudadanos decentes que cumplimos la ley religiosamente, especialmente a los constitucionalistas catalanes, víctimas durante años de las políticas nacionalistas. El pacto supone la legitimación del proceso independentista y hasta del uso de la violencia para el logro de objetivos políticos siempre que los protagonicen y los lleven a cabo los independentistas y Sánchez necesite sus votos.
Es una traición sin parangón a la inmensa mayoría de ciudadanos españoles que asisten atónitos e impotentes a un acuerdo que humilla al conjunto de los ciudadanos decentes que cumplimos la ley religiosamente
Para mantenerse en la Moncloa, Sánchez ha aceptado conceder la amnistía a todos los que participaron en el proceso independentista tras negociarla con el máximo responsable, con el capo supremo, con el representante del supremacismo reaccionario por excelencia. Se incluyen en la amnistía a todos los acusados de delitos de malversación, desobediencia, desórdenes públicos, sedición e incluso terrorismo siempre que tales comportamientos se hayan llevado a cabo para promover la independencia de Cataluña. Es un escándalo enorme pero llegarán escándalos mayores si no paramos democráticamente al déspota, dado que Sánchez se ha entregado a las minorías reaccionarias (Rufián, Otegi o Puigdemont, entre otros) y ya ha demostrado que cederá lo que tenga que ceder para seguir en la poltrona. Él mismo se ha atado voluntariamente a toda la pléyade de enemigos de la democracia española, que, fortalecidos y llevados en volandas por este pacto, insistirán en sus objetivos políticos hasta derribar definitivamente la democracia española. Y es que a continuación llegará algún tipo de acuerdo que ponga las bases del ejercicio del derecho a la autodeterminación para Cataluña, tal como recoge el acuerdo, y tal cosa supondrá la voladura de la soberanía nacional que a todos nos iguala. La parte decidirá por el todo contra el interés general y la convivencia.
Sánchez ha cedido a todas las reivindicaciones que le han puesto sobre la mesa (amnistía, condonación parcial de la deuda, reconocimiento de la nación catalana, nombramiento de un relator o inversiones millonarias para Cataluña a costa del resto de los ciudadanos españoles). De esta dentellada a cada uno de los españoles es responsable Pedro Sánchez, pero igualmente lo son los afiliados socialistas que se mantienen silentes, los cargos públicos que siguen sumisos y cada uno de los diputados que con su voto van a dar su consentimiento a este atropello democrático.
Un político negocia su investidura con un prófugo de la Justicia acusado de gravísimos delitos y no solo lo amnistía a él y a todos los responsables de vulnerar la legalidad vigente y la Constitución Española sino que además los legitima y premia. Y todo para lograr los siete votos que le permitan permanecer en el gobierno. No se me ocurre mayor forma de corrupción política que la traición protagonizada por Pedro Sánchez. El daño está hecho y sus consecuencias son imprevisibles. Los demócratas debemos organizarnos para evitar males mayores y corregir este atropello.
Gorka Maneiro, exdiputado en el Parlamento Vasco y analista político.
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