Opinión

La encrucijada de los Presupuestos

¿Puede Sánchez seguir gobernando como si nada sí, finalmente, se quedara sin Presupuesto por segundo año consecutivo? Poder, puede, pero eso le abocaría a convocar a las urnas cuanto antes

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, durante una sesión de control al Gobierno, en el Congreso de los Diputados

¿Puede Pedro Sánchez seguir gobernando como si nada si se queda sin presupuestos por segundo año consecutivo?… Poder, puede, aunque eso le abocaría más pronto que tarde a convocar a los españoles a las urnas. Lo hará cuando más convenga a sus intereses, lógico, pero pronto si no quiere seguir desangrándose políticamente y engordando a Alberto Núñez Feijóo como reflejan los últimos sondeos.

La política es en buena medida el arte del disimulo, de decir una cosa y hacer la contraria. Fíjense, si no, en la hiperactividad que muestran en estos primeros días de curso parlamentario PSOE y Sumar, empeñados en sacar adelante unas cuentas públicas 2025 que tienen su ser o no ser en la votación del techo de gasto finalmente retrasada; o la reducción de jornada laboral que impulsa Yolanda Díaz y que aún tiene menos visos de ser convalidada por Junts per Catalunya y Carles Puigdemont que el propio presupuesto; o esa concesión a Cataluña de un concierto fiscal, auténtico salto mortal para los socialistas en el resto de España.

Obsérvese que ninguna de esas tres iniciativas tiene, a día de hoy, apoyo parlamentario para salir adelante -no descarten que Junts al final le insufle oxígeno presupuestario al Gobierno si funciona la prórroga negociadora que se han dado ambos-; y, sin embargo, ahí tenemos al presidente inasequible al desaliento, pedaleando en la bicicleta estática en que se ha convertido para él esta legislatura de una sola ley: la de Amnistía; sudando la camiseta como si anduviera subiendo los Lagos de Covadonga en una de las etapas más épicas de la Vuelta ciclista a España.

Todo con tal de imponer el relato: “lo he intentado, pero no me dejan gobernar ni Puigdemont ni Feijóo”… por lo que pueda pasar, por sí tiene que convocar elecciones generales porque esto ya no da más de sí; ¿Qué es, sino una inmensa operación de acumulación de fuerza (orgánica), un por si acaso, la convocatoria de 41 Congreso Federal del PSOE el primer fin de semana de diciembre?

Todo con tal de imponer el relato: “lo he intentado, pero ni Puigdemont ni Feijóo (ojo) me dejan gobernar”; por lo que pueda pasar, por sí tiene que convocar elecciones generales en 2025 para acabar con la sensación de que esto ya no da más de sí; ¿Qué es, si no una inmensa operación de acumulación de fuerza (orgánica), un por si acaso, la convocatoria de 41 Congreso Federal del PSOE el primer fin de semana de diciembre?

Sánchez es un superviviente político y, si algo saben reconocer todos los de su condición, es el peligro cuando les acecha. Por eso el prietas las filas congresual que se dispone a protagonizar a mayor gloria suya, que no de un PSOE que puede pasar un auténtico desierto del Kalahari sin agua cuando acabe este ciclo de poder.

Los más próximos insisten en que las elecciones generales serán en 2027 “pase lo que pase” y yo les creo, porque eso es lo que transmite Pedro Sánchez desde la bicicleta estática de La Moncloa a todo el que le quiere oír, pero no tiene por qué ser lo que ocurra finalmente; es más, a poco que uno se detiene a pensarlo descarta la opción por delirante, porque implica un desgaste político, un gota a gota suicida, por más que se intente comparar con un Mariano Rajoy parlamentariamente bloqueado en la legislatura 2015-2018. El PSOE no era todavía entonces alternativa como lo es hoy un PP ganador de las elecciones en 2023.

No obstante, el ser humano es el único animal que se cree sus propias mentiras; Y los políticos, que hacen todos un uso frecuente de ellas, más. Eso es precisamente lo que le ocurrió al presidente hace un par de semanas, que se pasó de frenada en ese relato épico que quiere que le acompañe. Fue a principios de septiembre, en la primera reunión del Comité Federal tras el verano, donde dijo aquello de “vamos a avanzar con determinación, con o sin apoyo de la oposición, con o sin concurso del poder Legislativo" (sic).

Cierto que se rectificó a sí mismo, supongo después de que alguien le recordara “Pedro, eres el primer ministro de la cuarta economía del euro, una democracia parlamentaria, no Napoleón”, pero sus palabras aquel día son sintomáticas de una predisposición a mantenerse en el poder le cueste lo que cueste y sin dar la pelea sin importarle qué se lleve por delante.

Cierto que se rectificó a sí mismo, supongo después de que alguien le recordara Pedro, eres el primer ministro de la cuarta economía del euro, una democracia parlamentaria, no Napoleón, pero sus palabras aquel día son sintomáticas de una predisposición a mantenerse en el poder le cueste lo que cueste y sin dar la pelea sin importarle qué se lleve por delante.

Y esa contumacia es una actitud extraña a nuestra reciente democracia si quitamos a un Felipe González, que se mantuvo casi catorce años en el poder (1982-1996). Recuerden, si no, al José María Aznar que autolimitó su mandato a ocho años (1996-2004), o José Luis Rodríguez Zapatero renunciando a presentarse a las elecciones generales en 2011 para no arrastrar a su partido en la debacle que se avecinaba tras los duros recortes económicos -“me cueste lo que me cueste”- que impuso el estallido de la burbuja inmobiliaria; incluso ese Rajoy resignado y con cara de no creerse lo que le estaba pasando en la moción de censura (2018).

El ‘exhumador’ de Franco

Ciertamente, la contumacia es una actitud extraña a nuestra democracia, y puede que peligrosa. Primero, para el propio sistema, basado en la alternancia entre las dos grandes fuerzas políticas que lo dominan; segundo, para un PSOE que puede sufrir mucho dependiendo como sea el final de ciclo; y tercero, para el propio Pedro Sánchez que, como sus antecesores, imagino, estará ya preocupado por el qué dirán de él los libros de historia.

Hace unos años, pensando en voz alta, confesó su idea de que se le recordará por haber exhumado al dictador Francisco Franco del Valle de los Caídos. Magro resultado, si así fuera, porque ya hoy mismo el 70% de la población española -todos los menores de 55 años- no sabe quien fue ese infausto personaje que murió hace medio siglo… Tendrá que buscar otros atributos pero sospecho que cuanto más dilate inútilmente la legislatura, sin una mayoría social y parlamentaria que le respalde, más difícil nos va a resultar encontrarlos.

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