Opinión

La España neurotizada

Necesitamos una identidad que nos una y fortalezca, no una que saque lo peor de nosotros y aliente el conflicto

Cuando a un niño le dicen repetidamente que no vale, que jugando al fútbol es un desastre, que los demás niños no le quieren…, acaba haciendo realidad en su comportamiento esas acusaciones aunque empezara siendo un buen estudiante, destacara en el regate o tuviera buenos amigos. Esas falsas creencias suelen provenir de personas tóxicas que envidian precisamente sus habilidades y quieren acabar así con un fuerte competidor. Luego toda su vida arrastrará esa “leyenda negra personal” formando una personalidad neurótica y acomplejada, de baja autoestima, sin entender qué es lo que le pasa y por qué le parece que todo el mundo es mejor que él. Algo así sucede con España.

Para salir de una tendencia auto-destructiva lo peor son los falsos amigos, incluidos algunos de los que antes te criticaban, que te dicen ahora que todo eso son pamplinas, que siempre has sido así, que no te quejes, que ya están ellos para ayudarte... Propio de una secta. Con España también surgen debajo de las piedras presuntos amigos de nuestro país convertidos en hispanistas (que no quiere decir hispanófilos) de la noche a la mañana que dicen saber lo que nos pasa, mostrándose muy interesados en que no nos adentremos en lo que se encuentra detrás de nuestros traumas, que ellos ya nos darán las respuestas.

Y mientras tanto, nadie te explica por qué te sigues sintiendo mal, por qué en las estadísticas del Pew Global Attitudes Survey, año tras año, sale España destacado como el país “del mundo” que peor concepto tiene de sí mismo. Nada, hay que negar la realidad. No hay que ahondar en la herida: “no ha existido ninguna leyenda negra” y sobre todo, sobre todo, ¡por Dios que nadie pergeñe una “leyenda dorada”! Hablar bien de uno mismo, aunque sea con datos inventados o exagerados, pueden hacerlo todos los demás: separatistas vascos y catalanes, ingleses, franceses, norteamericanos… Pero habla bien de España y su historia es sólo cosa de fachas, aunque se base en nuestro caso en datos ciertos. Eso no quiere decir que no haya que reconocer también errores, pero para asimilarlos y aprender, no para regodearse y enquistarse como pretenden hispanófobos e hispanobobos.

Si nuestro país se tumbara en el diván de cualquier psiquiatra lo primero que nos diría es que hay que superar los traumas del pasado, perdonar a quien nos haya hecho daño, aprender de los errores y recuperar la autoestima perdida

Un país es la suma de un conjunto de individuos que por razones históricas o geográficas (en España la constante “Pirineos y Mar”) se unen a lo largo de la historia para ser más fuertes y poder así progresar y defenderse de aquellos que puedan pensar en robarles lo que han conseguido. La autoestima colectiva influye en la de los individuos que la componen y viceversa. Si nuestro país se tumbara en el diván de cualquier psiquiatra lo primero que nos diría es que hay que superar los traumas del pasado, perdonar a quien nos haya hecho daño (aunque seamos nosotros mismos), aprender de los errores y recuperar la autoestima perdida. Sólo así podremos ser “resilientes”, “empoderarnos” y alcanzar nuestros sueños. ¿Por qué lo que vemos claro a nivel individual se pierde cuando hablamos de nuestra nación?

España es como una mujer maltratada a quien su propia familia dice que aguante los golpes e insultos del marido celoso porque “algo habrá hecho”. Y no hay ninguna ONG que aparezca al rescate ni ningún juez que se atreva a dictar una orden de alejamiento. Los mismos que critican al machista aquí callan, y nos dicen que no nos quejemos, que el celópata tiene razón.

Y es que si algo faltaba, la posmodernidad ha llegado para meter más piedras en el bolsillo y no dejar que lleguemos a la orilla, alentando la neurosis especialmente entre los más jóvenes: hijos e hijas que maltratan a sus padres [según la Memoria de la Fiscalía 2020, la violencia de menores a padres y hermanos es un fenómeno creciente: en 2019 se incoaron 5055 asuntos, frente a los 4833 de 2018, los 4665 de 2017 y los 4355 de 2016], padres y madres que no quieren herir la sensibilidad de sus hijos diciéndoles que son niños o niñas antes de que (¿cuándo y cómo?) lo descubran por sí mismos; jóvenes posmodernos que son precisamente la franja de edad donde más crece la violencia de género [Estadística del INE para el año 2021 sobre violencia doméstica y de género]; jóvenes que se autolesionan (no sólo colocándose piercings en lugares insospechados), jóvenes que cada vez acuden a edades más tempranas a la consulta del psiquiatra, jóvenes que se suicidan… Este es el estado del futuro de la nación.

Qué mejor terapia que una historia realista y en positivo para curar la depresión y ganar auto-confianza. Pero es que además es de bien nacidos ser agradecidos…

Por tanto, la falta de autoestima colectiva se une a la falta de autoestima personal. ¿No está relacionado? ¿Quiénes son hoy sus referentes de esos jóvenes? Algún youtuber o, con suerte, algún deportista. Poco más. O tal vez la multitud de personajes de ficción que pueblan películas, series y videojuegos. Seres inventados para crear adicción. ¿Por qué nadie les habla de que entre sus antepasados existieron personajes de carne y hueso que, en circunstancias mucho peores que las suyas, con medios muy escasos, jugándose literalmente la vida, lograron vencer obstáculos y dificultades alcanzando el éxito? Por ejemplo, Blas de Lezo, el “superhéroe de los discapacitados”, que tuerto, manco y cojo derrotó al inglés. Un ejemplo de coraje y estrategia (la batalla de Cartagena de Indias ha sido imitada en cientos de películas sin desvelar su origen) que paradójicamente se nos quiere ocultar y borrar de las aulas. Qué mejor terapia que una historia realista y en positivo para curar la depresión y ganar auto-confianza. Pero es que además es de bien nacidos ser agradecidos… con nuestros antepasados. Lo que es un valor imprescindible en la formación escolar. Cuidado con aquellos que dicen quererte, pues algunos solo pretenden engañarte para aprovecharte de ti.

España también se parece a una familia que vive acomplejada por historias que cuentan que su bisabuelo era un peligroso ladrón y asesino. Sus miembros sienten las miradas de desaprobación en el barrio y no se atreven a progresar por sentir que no se lo merecen. Hasta que un día, un investigador descubre un documento perdido que prueba que todas aquellas acusaciones fueron un invento de otra familia rival que quería quedarse con el boyante negocio del antepasado y que desde entonces domina en la ciudad. En ese momento sus descendientes se levantan y claman justicia.

La neurosis es consecuencia de estar divididos contra nosotros mismos, de no saber quiénes somos (sin pasado no hay futuro), de aceptar acríticamente falsos relatos negativos. Necesitamos una identidad que nos una y fortalezca, no una que saque lo peor de nosotros y aliente el conflicto. Muchos están empeñados en que España no recupere lo mejor de sí misma, no vaya a ser que despierte y se transforme de ratón en león. Algunos son extranjeros, competidores potenciales por tanto. Hasta aquí “nothing personal, just bussiness”. Pero otros, la mayoría, son españoles que creen esas baratas historias falsas creadas para que no levantemos cabeza. A estos hay que decirles que la neurosis se cura leyendo los libros de la historia que nadie quiere que leas, preguntándote por qué no quieren que los leas. La verdad nos hace libres, los complejos esclavos. La autoestima son puntos del PIB.

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