Opinión

La estanflación ya está aquí

El españolito de a pie no va a notar ninguna recuperación incluso si esquivamos la recesión, debido sobre todo a dos factores: el alza fiscal y la subida del coste de la vida

Hemos vivido más de una década de casi deflación, y ahora llevamos meses de alta inflación pero en general ha sido un tiempo de recuperación económica, si exceptuamos 2020. Ahora aparece en el horizonte la estanflación, que es un fenómeno poco habitual: alta inflación conviviendo con un bajo crecimiento. En realidad la palabra es un invento de un  ministro de finanzas británico, Ian McLeod, que en un discurso en 1965 aseguró que el Reino Unido se encontraba en una especie de “stagflation”, combinando las palabras inflation y stagnation (estancamiento). Y eso es algo que, si hemos de creer al Bundesbank que asegura que en el actual trimestre el PIB alemán será negativo, ya existe en la actualidad en la primera economía europea, y de un modo más radical aún. Y es que el país germano, si se confirma ese dato del primer trimestre, estará oficialmente en recesión (puesto que sería el segundo consecutivo en rojo ya que el último de 2021 también lo fue debido sobre todo a las medidas anti-covid) con un IPC que en febrero superó el 5% y sin duda será más alto en marzo.

¿Qué significa en la práctica la deflación? Que la economía decrece o crece muy poco mientras nuestro poder adquisitivo se desploma por la subida de los precios. Es una combinación perversa de la que es muy difícil salir ya que las recetas que normalmente se utilizan para frenar la inflación (subidas de tipos de interés, enfriamiento del mercado de crédito, reducción del gasto…) también reducen el crecimiento. Y las medidas que se pueden adoptar para impulsar la economía, y que ésta crezca, suelen ser inflacionarias. El mejor ejemplo para explicar qué es la estanflación es la crisis del petróleo de 1973, con la que la situación actual tiene muchas semejanzas. Sin embargo, la globalización, los niveles de deuda pública enorme y, sobre todo, los tipos de interés ridículamente bajos, hacen que los problemas actuales sean, de algún modo, únicos en la Historia. Tampoco olvidemos que la subida de los alimentos en todo el planeta puede llevar a desórdenes sociales en muchos lugares que influyan en el “clima” económico mundial.

Hay algo en lo que puede que, por fin, acierte Calviño: es muy posible que España sea de las economías que más crezca en Europa, lo que desde luego no implica que lo haga al 7%

Es evidente que 2022 ha empezado muy mal y que todas las previsiones sobre crecimiento e inflación van a tener que ser revisadas, unas a la baja y otras al alza. Sin embargo, hay algo en lo que puede que, por fin, acierte Calviño: es muy posible que España sea de las economías que más crezca en Europa, lo que desde luego no implica que lo haga al 7% como predijeron pero sí que es cierto que nuestro país lo tiene mejor que otros. Ya sería un sueño, tal y como están las cosas (en marzo podemos ver interanuales del IPC de dos dígitos), un crecimiento anual del PIB similar al del año pasado (5,1%) pero desde luego, serán cifras mucho mejores que las que verán otros vecinos de nuestra área económica. Nuestras ventajas son claras: al respecto del conflicto bélico, nuestro impacto económico directo es muy limitado (Rusia y Ucrania suponen el 2,2% de las importaciones y el 1% de las exportaciones) y tampoco debería afectar demasiado a nuestras excelentes previsiones turísticas. Por otra parte, esta guerra va a provocar que BCE no suba los tipos de interés, lo que es una gran ventaja para que no se frene el crecimiento económico, y no olvidemos que va a seguir llegando dinero de la UE por lo que las inversiones van a seguir sumando al PIB.

¿Riesgos? Muchos por supuesto, desde la inestabilidad política de nuestro Gobierno, a una extensión del conflicto que acabe con la temporada turística, pasando por el riesgo de nuevas olas de covid. Pero en principio, prefiero pensar en positivo. Otro gran problema que puede venir es que, si lo de Alemania no es puntual y la estanflación se amplía a más países, las inversiones internacionales bajen y el gasto de los turistas procedentes de otros países se reduzca, así como nuestras exportaciones. Hay que ponderar que no sólo la Eurozona sufre una alta inflación por la subida de precios en origen, también por la caída del euro que lleva a que todo lo que compremos en dólares (como el crudo) nos obligue a un mayor desembolso. Tampoco es baladí el riesgo de una hecatombe en los mercados financieros, vista la evolución de las bolsas, especialmente si eso supone una ampliación de las primas de riesgo. Es decir, puede que el BCE no suba tipos pero eso no quita para que la demanda por nuestra deuda exija mucha más rentabilidad que en la actualidad. Sobre todo tras la irresponsable subida de las pensiones ligada al IPC que va a garantizar un déficit presupuestario enorme que estropeará aún más nuestras cuentas públicas, incluso aunque siga subiendo la recaudación.

Es de esperar que, gracias al ahorro acumulado y a que no hay previsión de destrucción de empleos, mantengamos la rueda de la economía en marcha

Y es que, más allá de las cifras macro, el españolito de a pie no va a notar ninguna recuperación incluso si esquivamos la recesión, debido sobre todo a dos factores: el alza fiscal y la subida del coste de la vida. El que eso retraiga o no nuestro consumo se traducirá en unas cifras mayores o menores de crecimiento, si bien es de esperar que, gracias al ahorro acumulado y a que no hay previsión de destrucción de empleos (aunque yo me olvidaría de la promesa del gobierno sobre la reducción de la tasa de paro), mantengamos la rueda de la economía en marcha… con la inestimable ayuda de los turistas internacionales que tanto hemos echado de menos desde que empezó la pandemia. Eso sí, lo de volver a los niveles de PIB de finales de 2019, asignatura pendiente de la economía española, será mejor retrasarlo otro año más.

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