La inflación es un impuesto que perjudica a los más pobres. Básicamente consiste en que con el mismo dinero cada vez se pueden adquirir menos bienes y servicios. La revolución tecnológica y la globalización han ayudado durante los últimos años a que estuviera contenida pero ahora de repente es noticia. Muchos llevaban esperando que la inflación se disparara desde 2009, cuando los bancos centrales empezaron a inundar el sistema financiero de liquidez, pero no pasó. Lo que ocurrió es que ese dinero “burbujeó” los precios de muchos activos pero apenas consiguió, fuera del circuito de “los mercados”, evitar la deflación.
La extraña crisis de 2020, que fue a la vez tan grave pero con unos efectos aparentes bastante limitados en el tiempo, deja como consecuencia para el futuro un desarreglo enorme de las cuentas públicas y algunos precedentes muy peligrosos en cuanto a la restricción de las libertades. Y para el presente, unos niveles de inflación no vistos en más de una década.
Antes de nada, hay que aclarar que para medir la inflación usamos el Índice de Precios al Consumo que es una cesta media. Yo probablemente cambiaría alguna de las proporciones de esa cesta, pero eso no significa que no sirva para reflejar la realidad, más si lo que hace es comparar precios sin variar apenas los porcentajes de los componentes desde hace años. Lo que ocurre es que, como pasa con los impuestos que todos creemos que pagamos demasiado, la mayoría cree que los precios suben mucho más que lo que indica el IPC. Pero, y eso a pesar del varapalo que se han llevado tras el erróneo cálculo del PIB del segundo trimestre, yo al menos confío bastante en la profesionalidad de los trabajadores del INE y vamos a asumir que sí, que el IPC mide la inflación.
El 'efecto base'
Y como el IPC compara los precios del año pasado con los de este y el año pasado, por culpa de la pandemia, muchos estaban muy bajos hay un “efecto base” muy acusado y que durará hasta mínimo noviembre, que es cuando se espera que se marque el pico. Entonces, ¿es el actual nivel de IPC transitorio como insiste el discurso oficial de políticos y bancos centrales? Pues, aunque soy consciente que lo “apocalíptico” vende más mi respuesta sin duda es que sí.
Es transitorio por dos motivos: uno es que las causas que lo provocan van a desaparecer, quizás más tarde de lo que se pensaba, pero seguro que esto ocurre en cuanto acabe el invierno del hemisferio occidental. Y otro, que a pesar de que el IPC haya sido del 4% interanual en España hay una cosa que se llama IPC subyacente, que es el IPC que excluye los componentes más volátiles (una especie de IPC estructural) que está tan sólo a un nivel del 1%.
Es decir que en cuanto el precio del gas natural se tranquilice (quizás porque empiece a funcionar el gasoducto Nord Stream 2 ruso-alemán, por ejemplo, al que sólo le falta la aprobación burocrática, o simplemente porque acabe el efecto base que comenté antes, ya que se reducirá la gran diferencia de precios con los de 2020 según pasen los meses), y el precio de la electricidad se modere, sólo con eso ya se rebajará una gran parte del aumento del IPC actual.
Tres causas fundamentales
Ahora, si la pregunta es, ¿puede ser que la inflación, aunque baje del 4%, siga por encima de lo que sería recomendable por demasiado tiempo? Mi respuesta es que sí, es posible. Y para ello vamos a repasar qué tipos de causas de la inflación existen. Las tres básicas son estas:
Inflación monetaria: Lleva años sin percibirse porque la inundación de liquidez de los bancos centrales no ha generado que haya mucho más dinero moviéndose en la economía real. No creo que debamos preocuparnos por ella una vez parece que los estímulos van a empezar a retirarse.
Inflación de demanda: Sencillamente, si la demanda crece y supera la capacidad de oferta, los precios tienden a aumentar. Es exactamente lo que pasa con el gas natural. De repente China se apunta a los planes de descarbonización y sustituye en gran parte el carbón por gas natural. Se suma que en Europa estamos poco abastecidos por Rusia, y por el conflicto del Magreb, y los precios se disparan.
Inflación de costes: Los precios de los bienes y servicios aumentan porque aumentan los costes de producirlos. Seguimos con el mismo ejemplo, al elevarse el precio del gas y necesitarlo para la generación eléctrica, la factura de la luz sube. Por supuesto hay que sumar en este caso el coste de los derechos de emisión del CO2, invento político, impuesto encubierto, que cotiza tres veces por encima de su precio de hace un año.
Podemos deducir que tanto la de demanda como la de oferta pueden alcanzar el pico que todos esperamos en noviembre y luego caer, y puede que con fuerza. Pero hay otro tipo de causa más:
Inflación de expectativas: Ante la previsión de futuras subidas, los agentes económicos intentan protegerse y generan más inflación. Esto vale tanto para un gobierno que sube las pensiones o los sueldos de los funcionarios en función de un IPC alto que él mismo afirma es temporal, o de unas empresas que elevan precios aprovechando la circunstancia, pero no los vuelven a bajar. Esto puede hacer que una inflación transitoria se convierta en una inflación elevada en el tiempo, ya que la gente con más dinero en el bolsillo, acepta los precios más altos y los convierte en costumbre.
El suelo de los tipos
Es un peligro real si la inflación estuviera motivada especialmente por el consumo, algo que lo mismo vale para diciembre por la campaña navideña, aunque no creo sea así. El mayor riesgo de las subidas de salarios públicos se centra en las cuentas del estado más que en la inflación. Además, y esto ya es entrar en el terreno de la especulación, si esta alta inflación consigue que se retiren parte de los estímulos de los bancos centrales y que hayamos visto un suelo en los tipos de interés, es posible que, además, venga algo de deflación por la parte de activos que corrijan su precio.
En resumen, en mi opinión la inflación es transitoria, durará en niveles altos más tiempo del que políticos y analistas vaticinaban, pero se reducirá a lo más tardar al final del primer trimestre. Y creo que, a partir de ahí, volveremos a una inflación interanual por debajo del 2% que es el mantra “ideal” según el consenso de gobiernos y bancos centrales.