Opinión

La invasión de Ucrania bajo Trump

Nada garantiza que Trump no vaya a ganar las elecciones de 2024 y vuelva a sentarse en el Despacho Oval de la Casa Blanca

Noviembre de 2021. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, al cumplirse un año de su reelección, anuncia que Estados Unidos abandonará la OTAN en los próximos años. La noticia cae como una bomba entre los aliados europeos, aunque no puede decirse que no se veía venir: John Bolton, exasesor de seguridad de Trump, ya había advertido en sus memorias que Trump había estado a punto de anunciarlo en una cumbre de 2018, y que probablemente lo haría en un segundo mandato. A fin de cuentas, Trump había calificado a menudo a la OTAN de institución “obsoleta”, y criticaba abiertamente a sus socios europeos por no cumplir el compromiso de invertir en defensa el 2% de su PIB antes de 2024 (como se acordó en la Cumbre de Gales de 2014). “Muchos países nos deben una enorme cantidad de dinero desde hace muchos años” –decía– “y por lo que a mí respecta son unos morosos, porque Estados Unidos ha tenido que pagar por ellos”.

21 de febrero de 2022. Tras semanas de acumular tropas junto a la frontera de Ucrania, Rusia reconoce oficialmente como estados independientes la República Popular de Donetsk y la República Popular de Lugansk, y despliega sus fuerzas en el Dombás. El presidente Trump, que había minimizado la posibilidad de esta invasión, guarda silencio. Al día siguiente, Putin anuncia el fin de la validez de los acuerdos de Minsk y el Consejo de la Federación aprueba por unanimidad el uso de la fuerza militar.​ El presidente Trump afirma entonces que la acción de Putin “es una genialidad” y que “declarar independiente una parte de Ucrania es una maravilla”, porque le permite presentarse con sus tropas “como pacificador”, y sugiere que es “una buena idea para aplicarla en la frontera del sur [con México]”. “[Putin] es muy inteligente, le conozco muy bien”, insiste Trump, en unas sorprendentes afirmaciones similares a las efectuadas en diciembre de 2016 cuando el presidente saliente, Barack Obama, sancionó a Rusia por intentar influir en las elecciones presidenciales mediante ciberataques. “¡Yo siempre supe que [Putin] era muy inteligente!", escribió entonces Trump, principal beneficiario de los ciberataques rusos en su campaña contra Hillary Clinton.

La consternación en Europa es total. La Unión Europea propone duras sanciones contra Rusia, pero el presidente Trump las rechaza. Conviene recordar que Trump sufrió un impeachment a principios de 2020, tras ser acusado de retener 400 millones de dólares en ayuda militar para Ucrania aprobada por el Congreso estadounidense, en un intento de extorsionar al presidente Volodímir Zelenski para obtener información comprometedora contra Joe Biden y su familia. Durante la investigación en el Congreso, el encargado de negocios en Ucrania, Bill Taylor, había declarado que Trump condicionaba la ayuda militar a que Ucrania abriera una investigación sobre los negocios de los Biden y que existía “un canal irregular e informal de formulación de políticas estadounidenses”. Por su parte, Gordon Sondland, embajador de Estados Unidos ante la Unión Europea, llegó a afirmar ante el Congreso que trabajaba con “órdenes expresas” del presidente cuando se presionó a Ucrania para que investigara a los Biden, y que supeditó también una posible visita de Zelenski a la Casa Blanca a que este anunciara públicamente una investigación sobre los negocios de Biden. Aunque el Congreso votó a favor del impeachment contra Trump acusándolo de “abuso de poder” y “obstrucción al Congreso”, el juicio se bloqueó en el Senado, donde el partido de Trump ostentaba la mayoría.

24 de febrero de 2022. Las tropas rusas invaden Ucrania en el mayor ataque convencional en el suelo europeo desde la guerra de Yugoslavia. La Unión Europea acuerda en solitario sanciones comerciales y financieras, incluido el bloqueo de divisas del banco central de Rusia. Estados Unidos acepta imponer algunas sanciones comerciales, pero se niega a bloquear el uso de dólares por parte del banco central ruso, alegando que es una medida excesiva y que podría poner a Rusia en manos de China. Trump declara que Europa debería haber invertido en garantizar su seguridad y que Estados Unidos no va a resolver sus problemas, menos aun metiendo a su país en un conflicto o perjudicando sus intereses económicos. Los demócratas acusan a Trump de haber dispuesto de informes de inteligencia que advertían de los planes de invasión (al parecer, se conocía incluso la fecha exacta) y de ocultárselos a sus socios europeos. Trump advierte a Polonia y los países bálticos que no deberían ayudar a Ucrania porque Rusia podría considerarlo una provocación. Los miembros europeos de la OTAN se quejan de que los estadounidenses no comparten con ellos ni con Ucrania información de inteligencia. Pocas semanas después, la ciudad de Kiev es tomada por las tropas rusas. El presidente Zelenski ha sido detenido y se desconoce su paradero.

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El texto anterior, por suerte, es política-ficción. Una recreación de lo que habría podido pasar si Trump hubiera sido reelegido en noviembre de 2020 y la invasión de Ucrania hubiera tenido lugar bajo su mandato. Pero todos los entrecomillados de sus declaraciones son reales, así como la historia del impeachment o las tentaciones de Trump de abandonar la OTAN. Hay quien preferirá pensar que con Trump, admirador incondicional declarado de Putin, la invasión jamás habría tenido lugar, pero allá cada cual con su credulidad. La lección que hoy quiero destacar es la de la fragilidad de Europa: que la invasión de Ucrania se haya producido bajo el mandato de Biden no deja de ser un azar de la Historia, una mera casualidad. Nada garantiza, de hecho, que Trump no pueda ganar de nuevo las elecciones presidenciales de 2024, como bien advertía hace poco el exvicepresidente del Banco Central Europeo, Vitor Constâncio, al tiempo que reclamaba una verdadera autonomía estratégica europea energética y defensiva.

La alianza transatlántica es crucial y debe fortalecerse siempre (más en estos momentos), pero si hay algo que podemos aprender de la pesadilla de los últimos años es que no hay que dar nada por sentado y que hay que contemplar cualquier posible escenario, por ilógico que nos pueda parecer. No es momento de peleas, discrepancias o falta de ambición. Europa sólo sobrevivirá si está unida y mucho más integrada en el ámbito fiscal, energético y de defensa. Y preparada para cualquier eventualidad.

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