La mayoría de tertulias son una mezcla de pelea de saloon, desembarco de Normandía y bronca de suegra. No sé hasta qué punto responde a los gustos de la audiencia; sé, en cambio, que cuando una tertulia es razonablemente civilizada, con gente de colores diversos pero con educación, respetando los turnos de palabra, sin insultos que sustituyan a los argumentos y, en fin, una razonable dosis de cultura, la gente lo aprecia. Es el feed back que uno recibe – servidor participa en la de Horizonte y en la de Herrera – y lo que me cuentan es que se agradece que nadie hable encima del otro porque no se entiende nada, se forma una batahola terrible y se acaba cambiando de canal en busca de una sedante partida de snooker o un reportaje sobre la avutarda.
A mí me repugna la indigencia dialéctica y el matonismo tertuliano que está de moda. Me repugna porque ambas cosas suelen ir de la mano de una gran indigencia intelectual y argumental. Es difícil que un tertuliano que solo sepa gritar, pisar a los demás, no dejar hablar a nadie y regurgite las consignas del político que apoya pueda elaborar un razonamiento fundamentado. Cuidado, no hablo de tener la razón, cuestión bastante espinosa. Me refiero a que el tertuliano sea capaz de formular una opinión – propia, por descontado – que, tenga el barniz ideológico que tenga, se pueda sustentar intelectualmente.
Perdonen que vuelva a referirme a mí mismo, pero yo disfruto enormemente cuando en una tertulia coincido con Nicolás Redondo, socialista cabal y de gran calado dialéctico, o con Joaquín Leguina que, además es un intelectual. Podría citar a más compañeros pero, por no extenderme, he estado en la misma tertulia que Carmelo Encinas, con quien mantenemos una relación cordialísima, o Fernando Jauregui, a quien respeto y admiro desde aquellos años en Protagonistas con Luis del Olmo, siendo él ya un periodista reputado y servidor el guionista de “El Jardín de los Bonsáis”. He de decir que rarísimas veces me indigno o enfado con nadie, que no interrumpo jamás a otro compañero en el uso de la palabra, que no hago malas ausencias de nadie y que tampoco tolero que nadie se exceda con mi modesta persona.
Es difícil que un tertuliano que solo sepa gritar, pisar a los demás, no dejar hablar a nadie y regurgite las consignas del político que apoya pueda elaborar un razonamiento fundamentado
De ahí que haya visto con estupefacción la reacción de Sarah Santaolalla, que suele gritar, interrumpir, hablar cuando otro habla, despotricar y no dar más razones que las que ese día le han dicho que toca, decir que no piensa acudir al programa “En Boca de Todos” si acude Macarena Olona. La Leona con toga ya había advertido que, habiendo sido convocada para esta semana, Doña Sarah no acudiría como ha hecho ya tres veces. Se conoce que coincidió un día con Macarena y ésta la debió abucharar lo suyo. Como la base de la polémica, en este caso, es que la Santaolalla las dice del tamaño de la catedral de Burgos y en este caso afirmó que no había ningún diputado de Bildu condenado en el Congreso, la Leona colgó un tuit en el que le decía que le explicaría en el programa que la misma portavoz de Bildu, Mertxe Aizpurúa, está condenada por apología del terrorismo.
Seguidamente, añadía “Salvo que vuelva a esconderse”. Doña Sarah, muy digna, le respondió con este tuit: “No me esperes nunca. No me rebajo a sentarme con fascistas”. He visto excusas mejores para evitar un enfrentamiento que Macarena ganaría con una mano atada a la espalda, como dejó sentado en TVE poniéndole el paño al púlpito al mismo Pablo Iglesias y ya no digamos con los argumentos sólidos como un cañón Krupp que exhibió durante su etapa en la portavocía de Vox en el Congreso.
La verdad, creo que Sarah Santaolalla obra santamente. Son ganas de ponerse delante de un mercancías en medio de la vía y decirle aquello de “Chufla, chufla, como no t’apartes tú”. Además, es cruel enfrentar a una gatita con toda una leona. Seamos compasivos. Y hagamos una colecta para mi querido Antonio Naranjo, que la tiene enfrente habitualmente y lo soporta con resignación cristiana como el caballero que es. Lo veremos en los altares, lo que yo les diga.