El título de esta columna -en su original en francés La Mauvaise Réputation- lo tomo de la letra de una canción de Georges Brassens. Yo la conocí siendo un adolescente y porque Paco Ibáñez la cantó en un mítico concierto que dio en el Olimpia de París. Dos discos, elepés que decíamos antes, que había que adquirir bajo cuerda y con algunas precauciones, porque para la el tardofranquismo vigente tan malo era cantar los poemas de Lorca, Cernuda o Machado como de Jorge Manrique, el Arcipreste de Hita o Góngora, que a tanto y más llegaba el despiste cultural de nuestros próceres de entonces. ¿Lo recuerdan? Yo no pienso pues hacer ningún daño/ queriendo vivir fuera del rebaño.
La canción de Brassens, en la voz clara y limpia de Paco Ibáñez, se interrumpía con aplausos justo cuando él cantaba eso de que la música militar nunca me supo levantar. El disco se grabó el 2 de diciembre de 1969, y creo que la fecha nos ahorra algunas consideraciones acerca de los aplausos a los que me refiero. Pero todo envejece, y algunas cosas, aunque conserven la emotividad de los tiempos pasados, lo hacen mal. Escucho la canción y lo primero que siento es algo parecido a la tristeza; después nostalgia y al final algo de esa vergüenza que viene envuelta en el celofán de lo simple y primitivo. Aplaudíamos aquello con emoción y desparpajo, pero la lucecita del Pardo seguía encendida día y noche. Cuánta razón tiene Félix Grande al aconsejar que Donde fuiste feliz alguna vez/ no deberías volver jamás: el tiempo habrá hecho sus destrozos/ levantado su muro fronterizo/ contra el que la ilusión chocará estupefacta.
El Ejército de todos
En España hay una mujer al frente del Ministerio del Defensa, en el que hay hombres y mujeres con el grado de general. Tenemos unas Fuerzas Armadas que no levantan ningún recelo en la población, en toco caso admiración y respeto. Y así es desde que la milicia se entiende como un servicio a la seguridad de los ciudadanos y no como una herramienta de la política al servicio de una parte de España. Que eso pasaba cuando Paco Ibáñez rasgaba su guitarra en París, y eso parece estar pasando cuando escucha uno las domingueras soflamas del líder de Vox. Entre La Mala Reputación y la mala baba que gasta Abascal, y no sólo, hay unos cuantos años en los que los españoles hemos caminado juntos, si bien es verdad que con dificultades y sorteando siempre a getas de la política que han puestos todo tipo de trabas para que así no fuera. ¿Lo recuerdan? No, a la gente no gusta que/ Uno tenga su propia fe.
Abascal, preso en la encrucijada del PP
Triunfan hoy tipos amenazantes y con aspecto de justicieros pistoleros que nos advierten desde los escaños todo tipo de males si no se hace lo que ellos dicen. Hay quien dejó dicho que el PP nunca llegaría al Gobierno. Curiosa premonición de Pablo Iglesias que, cosas de la política, coincide hoy con la que proclamó el domingo pasado Abascal. Uno, Iglesias, llama a la unidad bajo la rancia bandera del feminismo y la república. Otro, un amenazante y hueco Abascal, se deja la voz ante los suyos para asegurar que el PP no es una alternativa de gobierno. ¿Hay algo peor que un mentiroso? Creo que sí: alguien dispuesto a creer lo que sabe que es mentira. El de Vox sabe que haga lo que haga, sea su suelo sólido y estable y su techo más bien de vuelo corto, nunca impedirá que Pablo Casado sea presidente de España si la alternativa es que lo siga siendo Sánchez con Frankenstein en su chepa. ¿Verdad que lo recuerdan? Todos, todos me miran mal/ Salvo los ciegos es natural.
Da igual que sean de extrema derecha, extrema izquierda, comunistas o nacionalistas. Es lo de siempre, esas dos Españas, que son claramente minoritarias hacen más ruido que la que se niega a seguir a los abanderados de la España unitaria, republicana o rota. Pero esa Tercera España en la que tantos estamos y encontramos cobijo sigue silente, sin necesidad de reafirmarse. No tiene miedo, cierto, pero deja pasar los días dando al tiempo un poder curativo que no tiene. Tan es así, que esa máxima según la cual quienes no conocen la Historia están condenados a repetirla, hace tiempo que dejó de tener sentido entre nosotros.
Y esto otro, ¿a que lo recuerdan también? Eso sí que será una lata/ Siempre tengo yo que meter la pata.
Orgullosos de nuestras Fuerzas Armadas
Con frecuencia me pregunto, y creo haberlo hecho aquí en alguna ocasión, qué respondería si me dicen que tengo cinco segundos para escribir en un papel tres cosas, tres, que funcionen en España. Hoy sé que lo primero que escribiría serían las Fuerzas Armadas y la Jefatura del Estado. Después, creo que no escribiría nada y diría como el torero aquel: Primero yo, luego naide y en después tós los demás.
A los militares no los quieren los independentistas, normal, cada vez que están frente a uno de ellos y de ellas ven lo que más detestan: España. A los militares no los quieren en la extrema izquierda, que, pobrecillos, ven en los uniformes al Ejército de Franco. Y los malquieren en la extrema derecha cuando los patrimonializan sin ningún derecho.
Hacen su trabajo sin hacer ruido en Afganistán, en La Palma, Somalia, Líbano o el Cuerno de África. Allí donde los manden, allí van. Hoy es un día como otro cualquiera para sentir con sosiego el patriotismo constitucional que nos niegan aquellos que no creen en la Nación española. Sin aspavientos. Sin amenazas. Sin negar el derecho de cada uno a sentir y ser lo que quiera y pueda ser. Pero agradecido a nuestras Fuerzas Armadas, las que callan mientras trabajan y sabemos que están ahí. Por lo que pueda pasar.
Cervantes que, además de escritor fue soldado, lo dice bien: No es un hombre más que otro si no hace más que otro.
Tengan ustedes un feliz día de nuestra Fiesta Nacional.
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