Opinión

La maté porque era mía

El atractivo electoral de Yolanda Díaz saca los colores a un Pablo Iglesias espasmódico y faltón como un hooligan

Lo que menos podía imaginar el presidente Sánchez es que se cumpliera el maleficio que predijo en vísperas electorales: que su imprescindible aliado de Podemos llegará un día a hacerle difíciles los sueños nocturnos. Lo cierto es que ese líder destronado que llegó a alcanzar la vicepresidencia del Gobierno ha jugado tan fuerte como para entenebrecerle aún más el horizonte electoral. Ya todo lo que se haga, se diga o se maniobre no tiene otro objetivo distinto que acumular fuerzas para las próximas elecciones locales y autonómicas.

La batalla estaba entablada en dos filas combatientes preparadas para desollarse. De un lado, la derecha clásica capitaneada por un dirigente calculador, experimentado en la evidencia de que el tiempo juega a su favor. Por otro, un partido deteriorado, con un dirigente convertido en jefe de mantenimiento de una obra donde la única argamasa consiste en ir comprando a plazos, incómodos plazos, todo lo que se ofrece a la venta. Nada de promesas; las deudas se van saldando a mes vencido. Así esperaba llegar hasta mayo y arremeter de nuevo hacia el fin de año y de legislatura.

El pastor de la izquierda oficial guardaba su rebaño gracias a los perros que cuidaban del terreno, según el principio de que habría comida para todos. Incluso las ovejas negras, que siempre aparecen por mucho que uno se esfuerce en mantener al animalario contento, incluso esas ya tenían decidido darle un respiro y no complicar aún más ese incómodo trecho que habrá de cruzar en mayo. Hablando sin metáforas: Yolanda Díaz y el invento de “Sumar” no dificultaría nada, al contrario. Nadie parecía estar en condiciones de aportar un nuevo escollo hasta el momento definitivo de las aún lejanas elecciones generales.

Pero la foto fija a la que se habían conformado se movió. Pablo Iglesias Turrión, el vencedor de todas las derrotas, declaró la guerra en esa porción de espacio que es imprescindible para lograr la mayoría más uno; la única ambición para que el muro no se desmorone a la hora de pasar lista. Nada más inoportuno. El rey de las sumas y las restas apareció para exhibir su desnudez.

El pastor de la izquierda oficial guardaba su rebaño gracias a los perros que cuidaban del terreno, según el principio de que habría comida para todos

No hace falta pasar por el departamento de Ciencias Políticas de la Complutense para constatar que el proyecto que algún día soñó ser Podemos ha perdido cualquier atractivo hacia quienes no se hayan incluido en el funcionariado asesor de un cuarentón con mal de altura. Algunos creían que llegando a la cima se verían mejor las cosas de abajo. Nacidos para la gloria porque muy pronto les pusieron una flor en el culo, se arrogaban el derecho a hacer de gobierno y de oposición. Al final de su ansiosa carrera hacia la cumbre no valoraron ni siquiera lo que proclamaban. Acabaron de palanganeros de un tipo que les liquidará en cuanto no tenga demasiados incendios que atender.

El presidente les dio galones y regalías y hasta el derecho a enfurruñarse, pero el poder era suyo y él, su administrador único. Una vicepresidencia honoraria y carteras ministeriales que se ocuparan de los buenos alimentos para llegar a viejos o cómo limitar la arrogancia de los machos alfa.

Ah… y Trabajo, ese engorro permanente del que habría de salir el esbozo de una izquierda pulida y firme, pero adicta a las buenas costumbres, la simpatía y ese toque novedoso que tiene en España hablar pausadamente sin perder el aplomo. Lo importante no es que Pablo Iglesias promoviera a Yolanda Díaz como su sucesora, sino que el presidente Sánchez descubriera una veta que podía convertirse en mina.

Ni siquiera el golferas estadístico José Félix Tezanos sería capaz de manipular una realidad incontrovertible: el atractivo electoral de Yolanda Díaz saca los colores a un Pablo Iglesias espasmódico y faltón como un hooligan. Merecería la pena que algún experto en psicología elemental nos explicara por qué cuando uno tiene delante de la pantalla a cualquiera de las mellizas de la dirección de Podemos, digamos que a Ione Belarra e Irene Montero, lo primero que se te ocurre es que están enfadadas y te van a reñir.

¿De qué casting de matronas habrán sacado a estas dos figuras mal encaradas? Sería una crueldad, de género y caso, pensar en el papel que desempeñaron sus parejas, por más que parezca una obviedad al tratarse de Irene Montero. No me cuesta imaginar lo que significaría para la tropa forofa, que algún adversario político mantuviera con tanto desparpajo un enlace que se diría letal y morganático.

El atractivo electoral de Yolanda Díaz saca los colores a un Pablo Iglesias espasmódico y faltón como un hooligan

El descenso en paracaídas de Podemos desde el precariado al género ha sufrido una caída brusca, desmesurada, como si trataran de aliviar las heridas, insultando al médico. De un profeta frustrado a un pandillero apenas hay frontera. “Ay de aquel que se atreva a faltar al respeto a la militancia de Podemos”. Desde don Alejandro Lerroux en sus tiempos radicales no se había escuchado tamaña bravata grandilocuente. Esas cosas las escribía el bueno de Víctor Mora en los comics del Capitán Trueno. El respeto por Podemos, ahora con perspectiva de género, se lo llevó el tiempo gracias a él, a sus baladronadas en su papel de intelectual ágrafo metido a periodista de las nuevas tecnologías en las que no es imprescindible saber escribir. 

Jactarse de haber puesto a Yolanda Díaz en la vicepresidencia es de una bajeza ética que ridiculiza al que la pronuncia; por simple o por malvado. “Te hemos hecho ministra y vicepresidenta”. No me cuesta imaginar la sonrisa de hiena del presidente calificándole para sus adentros de zafio buscavidas.

Ahora que Podemos va de bajada irremisible, el jefe de una tropa arrebatada proclama que si se portan bien les perdonará la vida; cuando la suya se limita a prepararse para la travesía que será larga y sinuosa, y para la que necesita pertrechos, en vulgar “fondos seguros”. ¿Una canongía en la universidad para competir en la cucaña? Las audiencias mediáticas duran lo que un anuncio publicitario.

Lo único incontrovertible es que la denuncia a Yolanda Díaz por desdeñar a su arrogante padre y patrón, amenaza con resquebrajar el frágil muro del presidente. Lo demás se reduce al patético narcisismo de ese personaje que sufre en su acuciante deterioro porque alguien del serrallo quiera marcar distancias. La pía Yolanda trata de hacer su vida alejada del convento, consciente de que el abad repite los sermones y va alejándose de una parroquia inquieta y descreída. De ahí el tóxico veredicto. “La maté porque era mía”. La sentencia la impondrán las urnas, pero las secuelas serán letales para los protagonistas de la mascarada.   

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