Me parece que ha llegado el momento de precisar la situación en la que nos encontramos los “periodistas” y trazar un itinerario con menos evasivas y complaciencias. Por lo que a mí respecta no me importa confesar que estas columnas contienen opiniones subjetivas. A cambio, pongo las cartas sobre la mesa, digo desde dónde hablo, pero no defiendo sin embargo que la realidad es subjetiva y “cada uno tiene su propia visión de las cosas”. Por lo que a mí respecta el ejercicio de la opinión no debe tratar de rebajar el conocimiento a la confesión ni defender una verdad puramente subjetiva. Las opiniones, de ser subjetivas, al menos tienen que estar basadas en una realidad objetiva.
Creo que es bueno que sigamos buscando, pese a todo, la verdad de los hechos; la elucidación de los acontecimientos políticos y sociales sigue siendo prioritaria para no acabar viviendo en un mundo orweliano. En esta búsqueda de la verdad de lo real me he topado con el libro de Arcadi Espada, La verdad, que para mí ha contribuido a derribar algunos mitos sobre los que se asienta la posverdad. El autor dice que existe un “estúpido lugar común con el que se educa a los jóvenes periodistas españoles: la objetividad no existe, lo real no puede ser descrito con independencia de las convicciones. Un topos, ni que decir tiene, que la juventud acoge con los brazos abiertos, porque no hay nada que dé más trabajo que la objetividad”.
Ningún control sobre la realidad es posible en un universo que incluye lo sobrenatural, lo carente de causa, la inventiva, la mentira
A pesar de la fatiga y del desánimo que a veces nos asaltan cuando observamos el clima ambiente, en este oficio debemos perseguir con obstinación la búsqueda de información veraz y el respeto por la objetividad de los hechos. Por eso me interesa la ética objetivista de Rand, creo que la necesidad de autoestima del hombre implica poseer un sentido de control sobre la realidad. Sin embargo, ningún control sobre la realidad es posible en un universo que incluye lo sobrenatural, lo carente de causa, la inventiva, la mentira.
La pérdida de objetividad genera situaciones entre lo cómico y lo grotesco. Soledad Gallego-Díaz dijo el otro día que Podemos ha modificado su relato sobre la legitimidad de la Transición. Como estaba presente, puedo decir que algunos nos quedamos un poco desconcertados por la primicia. Lo segundo que dijo, cuando habló del PP, es que este partido “bloquea las instituciones” y “critica la legitimidad del Gobierno”, lo pintaba prácticamente como un partido antiliberal que no respeta las reglas del juego democrático. Recordemos que el discurso político en España ha evolucionado en el último año. El discurso de un Casado imberbe sobre una presidencia “ilegítima” ya tiene telarañas, pero son tuercas que atornillan cada vez que tienen un micrófono en la boca por si decae la moral socialista. Con respecto al tema de que el PP bloquea las instituciones, solo diré que la ex directora de El País debería precisar y contextualizar un poco.
Recuerdos y autopistas
Hay que intentar ser fiel a los hechos cuando uno da su opinión subjetiva. Una opinión subjetiva es lícita siempre y cuando no se manipulen los hechos. Si uno va a hacer un mitin político, lo mejor es poner las cartas sobre la mesa y decir desde dónde uno habla. ¿Habla Gallego-Díaz como la diputada número 121 o como una periodista? Creo que es tan peligroso que el periodista crea que no existe la realidad objetiva, como que piense que el ejercicio de la opinión es pista libre para la divulgación de propaganda política y subjetividades desinhibidas.
Todos los artículos recopilados en este libro giran en torno al respeto a la verdad objetiva, los límites entre la realidad y la ficción. Hay un estudio interesante que menciona Arcadi sobre la implantación de falsos recuerdos en el individuo. Se cree que “las diferencias en la evocación de recuerdos verdaderos y falsos están relacionadas con la microestructura de la materia blanca”. Y hay más: “Los investigadores comprobaron que el recuerdo falso y el recuerdo verdadero activan grupos distintos de neuronas; es decir, que la verdad y la invención viajan por avenidas diferentes”. La proyección “mística” de otra realidad paralela nos incapacita para entender la realidad objetiva. Sacrificar la verdad es sacrificar el juicio personal; sacrificar el juicio personal es sacrificar la propia mente. Nuestro periodista denomina este fenómeno “la mentira blanca”.
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