Si algo ha demostrado la 36 edición del Cercle d’Economía es que el empresariado catalán está muerto y enterrado como clase dirigente. Descanse en paz.
Lejos quedan aquellos tiempos en los que los empresarios catalanes, idealizados en Joaquín Rius, viudo de la Mariona Rebull que inmortalizase Ignacio Agustí, eran motores de la sociedad. A finales del XIX y albores del siglo XX, la burguesía catalana era emprendedora, financiaba que Parsifal se estrenase oficialmente después de Bayreuth en el Liceo barcelonés, promocionaba el modernismo, en suma, con todos sus enormes defectos, tenía sangre en las venas.
Sus herederos, parafraseando a Vázquez Montalbán, han cambiado las partituras wagnerianas por la banda sonora de un telefilm cualquiera, anodino, prescindible. Su estrepitoso silencio con el proceso, cuando no su colaboración, ha sido, en buena medida, responsable del punto al que hemos llegado. Así estaba Sitges estos días pasados, llenos de señores cabizbajos, trajeados y murmurando No anem bé, no anem bé, no vamos bien. Parecían más muertos que vivos, hasta el punto que uno se preguntaba si aquello era la cabalgata de zombis del Festival Internacional de Cinema Fantástico que se celebra en esa villa o una reunión de empresarios. Walking Dead en versión cuenta de resultados.
Torra, que acudió a la cita, se fue sin un abucheo clamoroso, que hubiera sido lo suyo. Habló de independencia, cuando lo que esperaba el auditorio era escuchar qué medidas iba a adoptar para que vuelvan las cuatro mil empresas que se marcharon"
Torra, que acudió a la cita, se fue sin un abucheo clamoroso, que hubiera sido lo suyo. Habló de independencia, cuando lo que esperaba el auditorio era escuchar qué medidas iba a adoptar para que vuelvan las cuatro mil empresas que se marcharon, como recuperar los millones en fondos de depósitos que se fueron o como aumentar el nivel de inversión, especialmente en el inmobiliario, que ha descendido muchísimo por culpa de la estelada y los podemitas.
Sánchez se puso la venda antes que la herida, anunciando que no iba a aumentar la presión fiscal. De la ley de alquileres, ni una sola palabra. De sus compromisos con Podemos, menos. Los políticos han demostrado, una vez más, que la única economía que les importa es la suya, la economía a là Galapagar, para que nos entendamos.
Lo importante fue la intervención de Josep Sánchez Llibre, presidente de Foment del Treball, la patronal más antigua de toda Europa. Le exigió a Torra “una declaración formal e inequívoca en favor del ordenamiento jurídico que descartase acciones que lo contraviniesen y no estuvieran acordadas con el Estado”. Esto, en boca de un referente como Sánchez Llibre, es muy importante y es la primera vez que se produce una protesta de tal calibre. Súmenle a esto que Sánchez Llibre fue un político importante en Convergencia y Unió, así que el discurso llevaba una carga de profundidad tremenda. Torra, lógicamente, sigue en lo suyo, a saber, los CDR, los exiliados, los presos políticos, etc. Pero, ojito, la sentencia del juicio a los golpistas se verá este verano, Torra no sabe qué hacer y las elecciones catalanas están más cantadas. El presidente tiene una espada de Damocles de aúpa.
“Vivíamos mejor cuando mandaba Pujol, pagando el tres por ciento, que siempre fue mucho más, no nos engañemos (...) sabías a qué atenerte. Con los de ahora, ni pagando”
Las maniobras para crear una formación que agrupe el centro derecha catalanista van en esa dirección. Era el gran asunto del que se hablaba en los corrillos. Hay quien pondría dinero, cosa insólita entre nuestros capitanes de industria. Se analizaba el hipotético rol que podría jugar Valls y su nuevo partido, el papel de Lliures, el del el ex Conseller Espadaler, incluso los de Germà Gordó o Marta Pascal. Incluso se comentaba la operación regreso de Artur Mas, lo que ya es comentar. Calculan un nicho de electorado huérfano a día de hoy que podría ascender a un cuarto de millón de votantes. Todo esto, caso de cuajar, dicen que permitiría recuperar consenso en la política catalana y española.
Se me quedó lo que dijo un empresario de toda la vida en una comida discreta con algunos periodistas. “Vivíamos mejor cuando mandaba Pujol, pagando el tres por ciento, que siempre fue mucho más, no nos engañemos”. Yo le pregunté por qué decía eso y respondió, entre sorbo de Lagavulin y calada a su descomunal habano “Home, sabías a qué atenerte. Con los de ahora, ni pagando”. Esta gente ignora que, roto el plato, no hay manera de devolverlo a su estado original.
A lo mejor, será por eso que nadie ha llorado en el entierro del viudo Rius. Los funerales de los cobardes tienen poco éxito entre los vivos, máxime si están aguantando el tipo. De todos modos, veremos cosas.
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