A una semana vista de las elecciones generales, lo primero que resulta llamativo es la sensación de derrota que se ha propagado por la derecha y la sensación de victoria que hace lo propio por la izquierda. Digo que es lo más llamativo porque los números nos cuentan lo contrario. El PP ganó con claridad: 136 escaños frente a 122 del PSOE, una diferencia de 14 escaños lo suficientemente holgada como para poder cantar victoria. En el Senado la distancia es aún mayor y ahí el PP si que se alzó con una cómoda mayoría absoluta. No hay nada, en definitiva, parecido a un empate si nos ceñimos a los resultados. Si vamos al recuento por bloques cada uno de ellos formado por dos partidos la diferencia es aún mayor. Entre PP y Vox suman 169 escaños, entre PSOE y Sumar 153, 16 escaños de diferencia.
Habría que preguntarse por qué esta sensación de derrota. La razón es fácil de entender para cualquiera que siguiese la campaña electoral. Desde la convocatoria de elecciones las encuestas daban como prácticamente segura la mayoría absoluta del bloque formado por PP y Vox. Tanto los sondeos publicados en prensa como los que manejaban a título privado los principales partidos coincidían en que Feijóo podría gobernar tras llegar a algún tipo de acuerdo con Vox. Unas le daban hasta 185 escaños, otras se quedaban en la mayoría absoluta justa pero suficiente para sortear la investidura.
Es decir, las demoscópicas no supieron ver que, aunque Sánchez mantenía sus apoyos más o menos intactos, iba a recibir un trasvase de votos del antiguo Podemos y de ERC mayor del esperado
En resumidas cuentas, que la mayor parte de las encuestas fallaron, incluyendo la del CIS. Aunque algunos hayan tratado de rehabilitar a Tezanos esgrimiendo un barómetro publicado a principios de julio, en ese barómetro lo más que hizo Tezanos fue acercarse al resultado final pero porque dejó horquillas muy amplias. Estimaba que el PP obtendría entre 122 y 140 escaños, mientras que el PSOE se quedaría entre 115 y 135 escaños. Con semejante imprecisión lo fácil es acertar ya que todo lo que caiga dentro de esa horquilla se considerará un acierto. En ese mismo barómetro Tezanos se equivocó de pleno tanto con Vox como con Sumar. A los primeros les estimaba una horquilla entre 21 y 29 (obtuvieron 33) y a los segundos una horquilla entre 43 y 50 (obtuvieron 31).
¿Por qué casi todos se equivocaron? Seguramente porque la denominada cocina sobreestimó el voto del bloque de derecha y subestimó el de izquierda. Es decir, las demoscópicas no supieron ver que, aunque Sánchez mantenía sus apoyos más o menos intactos, iba a recibir un trasvase de votos del antiguo Podemos y de ERC mayor del esperado. El PSOE incrementó su porcentaje de voto en 3,71 puntos con respecto a noviembre de 2019 y eso se corresponde más o menos con el porcentaje de voto perdió Sumar como continuación de Podemos y ERC. Ese chute extra de votos, especialmente en Cataluña, le permitió salir bien librado del brete.
¿Quién estará en condiciones de decirle al Rey que tiene los votos suficientes para ser investido en primera o en segunda votación? En principio Feijóo, que es el ganador de las elecciones
Constatado el fallo de los sondeos, fruto de la incapacidad de ver la movilización en el lado izquierdo del espectro, lo que nos queda es un mapa político endemoniado que ofrece tres escenarios por lo que habrá de discurrir la acción en las próximas semanas. Que sólo haya tres no significa que sean ni mucho menos fáciles de transitar, pero los tres están encima de la mesa de todos los partidos políticos con representación en las cámaras.
¿Quién estará en condiciones de decirle al Rey que tiene los votos suficientes para ser investido en primera o en segunda votación? En principio el ganador de las elecciones es Alberto Núñez Feijóo
Vayamos primero al calendario porque esto no se puede prolongar eternamente. El próximo 8 de agosto, es decir, dentro de poco más de una semana la Junta electoral central anunciará los resultados definitivos y la asignación de escaños por lista y circunscripción. Podría bailar algún diputado en función del voto llegado del extranjero, pero no cambiará lo principal. Una semana más tarde, el jueves 17 se constituirán formalmente ambas Cámaras y se elegirá a los miembros de la mesa. Ahí nos darán la primera pista ya que los distintos partidos suelen acordar entre ellos los puestos. De quien ocupe la presidencia de las Cortes se podrá adivinar por dónde van las cosas. El lunes siguiente, día 21, el Rey empezará a convocar a los líderes de los partidos para preguntarles quién tiene mayoría y a ese le encargará que se someta a la votación de investidura. Esto nos lleva a la última semana de agosto, la del 28, que es cuando debería celebrarse la sesión de investidura.
¿Quién estará en condiciones de decirle al Rey que tiene los votos suficientes para ser investido en primera o en segunda votación? En principio el ganador de las elecciones es Alberto Núñez Feijóo y a él le corresponde llevar la iniciativa, pero al Rey tiene que decirle que puede ganar en la primera votación por mayoría absoluta o, en su defecto, que pasará la segunda gracias a una mayoría simple porque tantos diputados se abstendrán y los que voten en contra serán menos que los que lo hagan a favor.
Ese es el escenario al que aspira Feijóo en estos momentos. Pero no es sencillo. Para una mayoría absoluta necesita el concurso de su propio partido (136), de Vox (33), de UPN (1), de CC (1) y del PNV (5). Podrían ser otros como Junts, ERC o Bildu quien le apoyase, pero es muy improbable, así que, de forjar una mayoría absoluta, de investidura tendrá que hacerlo con esos cuatro. Parece fácil, pero no lo es en tanto que VOX y PNV son incompatibles y se autoexcluyen mutuamente. Le quedaría entonces la posibilidad de ser investido en segunda votación. Para eso le bastaría con tener más votos a favor que en contra. En ese caso necesitaría los de Vox y que se abstuviesen todos o parte de los nacionalistas (ERC, Junts, Bildu, PNV y BNG) que suman un total de 26 escaños. En ese caso los 169 del PP y Vox serían más que los 153 del PSOE y Sumar. Esa abstención no sería gratis y le crearía problemas con su socio principal.
Todos le van a poner precio, ya sea al apoyo directo o a la abstención. Lo que desconocemos es lo que pedirán a cambio, pero tanto unos como otros están elevando la apuesta
Si a Feijóo no le dan los números, que es lo más probable, sería el turno de Pedro Sánchez, que quedó segundo y que, dados los precedentes, estaría en posición de montar un nuevo Frankenstein. Pero esta vez le va a ser algo más difícil y, sobre todo, algo más caro. Por un lado, les va a pedir que hagan presidente a alguien que acaba de perder las elecciones y que sólo pone 122 diputados más 31 de su socio, un total de 153 que les deja a 23 escaños de la mayoría absoluta. Si quisiese superar la investidura en la primera votación necesitaría contar con el voto afirmativo de Sumar (31), ERC (7), Bildu (6), el BNG (1), el PNV (5) y Junts (7). Un total de siete partidos incluido el PSOE. También puede intentarlo en segunda votación. Ahí tendría que contrarrestar los 170 votos en contra de PP, VOX y UPN (171 si se suma al no Coalición Canaria). Para eso necesita el voto afirmativo de Sumar, ERC, Bildu, BNG y PNV y, lo más importante, que Junts se abstenga y le deje pasar. Todos le van a poner precio, ya sea al apoyo directo o a la abstención. Lo que desconocemos es lo que pedirán a cambio, pero tanto unos como otros están elevando la apuesta con la confianza puesta en que si piden 10 quizá se lleven 7 u 8.
¿Nuevas elecciones?
Es posible que Sánchez no esté en posición de concederles ni siquiera esos 7 u 8. Ya sea porque no desea estar tan condicionado o porque lo que le piden no puede concederlo. Ese es el caso del referéndum de autodeterminación que exigen desde Junts. El Gobierno no puede hacer algo así sin vulnerar la Constitución. Es cierto que el Tribunal Constitucional, presidido por Cándido Conde Pumpido, podría maniobrar a su favor, pero también podría hacerlo en contra. Todo dependerá del alcance y las condiciones del referéndum. Eso por no hablar de que quizá el referéndum que autorice el Constitucional no sea del agrado de los independentistas porque les parezca algo descafeinado. Es una incógnita, pero lo más seguro es que, con tal de seguir en la Moncloa, Sánchez firme las letras que sean necesarias.
Si se negase, que existe también esa posibilidad, nos encontraríamos en una situación de bloqueo y ese no se puede mantener sine die. En el momento en el que se convoque la primera votación de investidura empieza la cuenta atrás. Son 47 días hasta que las cámaras se disuelvan de nuevo si los distintos candidatos no han conseguido ser investidos. En ese caso habría de nuevo elecciones. De manera aproximada éstas se celebrarían entre noviembre y diciembre dependiendo de cuándo se produzca la primera votación. Si ésta se retrasa mucho nos iríamos ya a 2024. Nadie quiere volver a votar porque existe cierto cansancio, pero la posibilidad está ahí, no la eliminemos.
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