Opinión

La retaguardia de Putin

A un lado y al otro del patio trasero de Rusia ya están haciendo planes por su cuenta. No es algo nuevo. La impotencia económica de Rusia es la causante de su debilidad estratégica

No tenemos ni idea de cómo terminará la guerra en Ucrania, pero es altamente probable que no será como Vladimir Putin planeó hace unos meses. Incluso si la movilización de cientos de miles de nuevos efectivos sin experiencia consigue algunas victorias tácticas, la invasión de Ucrania podría considerarse ya una derrota estratégica. Rusia está debilitada económica, política y militarmente. Putin ha provocado una crisis energética en Europa sí, pero también ha sacrificado a sus principales clientes, países ricos que pagaban puntualmente y sin regatear la factura del gas. El país se encuentra sancionado y con su economía desconectada en buena medida del mercado mundial. En el campo de batalla el ejército ruso no se ha comportado como la apisonadora que se esperaba. Al contrario, ha tenido que ir improvisando continuamente y hoy se encuentra en retirada. Sumémosle a eso las atrocidades que ha perpetrado en las zonas ocupadas de Ucrania y los bombardeos sobre población civil y tendremos una visión general del fracaso ruso.

No es muy difícil imaginar lo que los chinos piensan hoy sobre su aliado. Si Putin cumpliera su amenaza de emplear armas nucleares en Ucrania, solo agravaría el descalabro, quedaría ya completamente solo y se expondría a un contraataque occidental que sería devastador para Rusia. Todo esto está a la vista no solo de las cancillerías europeas que asisten espantadas al conflicto, sino de todo el mundo. Como consecuencia se está creando un vacío que va de Europa del este hasta Asia central.

Los problemas autoinfligidos de Rusia son, en cierta medida, la continuación de un proceso que arrancó hace tres décadas con el colapso de la Unión Soviética. Desde que Putin llegó al poder hace veinte años su régimen ha intentado proyectar el poder ruso por todo el antiguo espacio soviético. Ha tratado de reafirmar el control sobre los antiguos territorios de la Unión Soviética, que no considera Estados del todo soberanos. Teme que en estas repúblicas gobernadas por autócratas clientelizados desde Moscú, se deslicen hacia la democracia liberal y busquen el alineamiento con Occidente o, peor aún, que cambien de amo y se coloquen bajo la protección de la China popular.

El chantaje gasístico a Europa occidental por parte de Putin ha elevado el precio del gas natural, todo un regalo para Azerbaiyán, un país que vive de exportar hidrocarburos a Europa

En las repúblicas más cercanas a Rusia como las del Cáucaso el Kremlin ha mantenido conflictos congelados para usarlos como palancas de influencia. Ahí tenemos el caso de Azerbaiyán y Armenia, que se pelean por el control de Nagorno Karabaj desde hace 30 años. Moscú ejerce de árbitro, pero el conflicto no se ha solucionado porque realmente en el Kremlin no interesa una solución. En el caso de que ésta se presentase Rusia ya no sería necesaria. La guerra en Ucrania ha revivido el conflicto porque los azeríes se sienten lo suficientemente fuertes como para imponerse. Dinero no les falta. El chantaje gasístico a Europa occidental por parte de Putin ha elevado el precio del gas natural, todo un regalo para Azerbaiyán, un país que vive de exportar hidrocarburos a Europa.

El vacío de poder ruso a sur del Cáucaso se ha materializado en la visita que Nancy Pelosi, presidenta de la cámara de representantes de Estados Unidos, hizo a Ereván, capital de Armenia, el mes pasado. El viaje era todo un símbolo de cómo está cambiado la relación de poderes en aquella región. La mediación entre ambas partes no la ha llevado a cabo Rusia, sino EEUU mediante su secretario de Estado que habló personalmente con los Gobiernos de Azerbaiyán y Armenia para que cesasen los combates y los combates cesaron. Esto hace un año hubiese sido impensable. Pero hoy Rusia, metida de lleno en una guerra de agresión, no está en posición de ser intermediario de nada.

Georgia ha hecho grandes avances en materia democrática, ha abierto su mercado, en 2013 firmó un acuerdo de asociación con la Unión Europea y ha mostrado interés en ingresar a la OTAN

El caso de Georgia es más ilustrativo aún. Tras la revolución de las rosas de 2003, y especialmente después de la invasión de Osetia del sur en 2008, muchos en Georgia empujaron para que el país se acercase a Occidente como garante último de su independencia de Rusia. El país ha hecho grandes avances en materia democrática, ha abierto su mercado, en 2013 firmó un acuerdo de asociación con la Unión Europea y ha mostrado interés en ingresar a la OTAN. Los rusos, entretanto, ocupan dos regiones del país (Osetia del sur y Abjasia), donde creó dos repúblicas títeres similares a las que años más tarde instauró en el Donbás.

En Moldavia el desmoronamiento de Rusia les ha empujado directamente a solicitar el ingreso en la Unión Europea, que se ha dejado querer y les ha concedido el estatus de candidato. Pero en Moldavia hay también un conflicto congelado y alimentado por Rusia, el de Transnistria, una minúscula franja de terreno en el río Dniéster que declaró su independencia hace 30 años y que, aunque sobre el papel es parte de Moldavia, es de facto un Estado aparte conectado al respirador ruso. Ese respirador ya no bombea tanto oxígeno como antes. Toda una oportunidad para que Moldavia trate de reabsorber Transnistria persuadiendo a sus habitantes de que les aguarda un futuro de prosperidad, democracia y seguridad jurídica dentro de la Unión Europea.

La voluntad rusa era que las 21 repúblicas que conformaban la Unión Soviética se sumasen, pero no fue así. Las repúblicas bálticas ni atendieron a la solicitud porque desde el primer momento se orientaron hacia Occidente

En Asia Central, Rusia se ve a sí misma como garante de la seguridad en los Estados postsoviéticos a través de instituciones formales como la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva y cierta retórica imperialista que no gusta demasiado en estas repúblicas. La Organización del Tratado de Seguridad Colectiva fue creada en 1992, poco después del fin de la URSS como una suerte de OTAN centroasiática. La voluntad rusa era que las 21 repúblicas que conformaban la Unión Soviética se sumasen, pero no fue así. Las repúblicas bálticas ni atendieron a la solicitud porque desde el primer momento se orientaron hacia Occidente. Ucrania rehusó entrar y entregó su arsenal nuclear a Rusia a cambio de que respetase su integridad territorial, cosa que no ha sucedido. Moldavia también se quedó fuera. Azerbaiyán y Georgia entraron, pero se marcharon ambas en 1999. Uzbekistán se fue también 1999, luego volvió a ingresar en 2006, pero se marchó de nuevo en 2012. Hoy sólo hay seis países en esta organización: Rusia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Armenia. Lo peor de todo es que ni siquiera se llevan bien entre ellos. Tayikistán y Kirguistán mantienen un conflicto fronterizo desde hace años y de tanto en tanto se disparan en la frontera. Algo así como si España y Francia se liasen a tiros en los Pirineos por diferencias fronterizas, pero luego se dijesen aliadas.

Rusia es con diferencia la potencia principal del tratado de seguridad colectiva, la única que posee un ejército en condiciones. El resto son todos países no muy poblados y de renta baja. Para que nos hagamos una idea, hay casi los mismos habitantes en Moscú que en Kirguistán y Tayikistán juntas. Kirguises y Tayikos quieren tener a Rusia cerca porque dependen de ella, pero ya no tanto como hace 30 años. Los principales socios comerciales de ambos son Europa y China. En los dos casos su economía, concentrada en las minas de oro, bauxita, zinc y plomo está orientada a exportar metales a Europa y a importar productos manufacturados de China. Para colmo de males ni siquiera comparten frontera con Rusia, pero si con China. El verdadero vínculo económico que les une con Rusia son las remesas que envían los emigrantes, que en Rusia no son muy bien recibidos y a menudo son víctimas de una discriminación similar a la que tienen los hispanos en EEUU.

Fue empezar a ceder el frente ucraniano y brotaron los problemas, lo que vendría a demostrar que lo que les mantenía unidos a Rusia era el temor a una intervención militar

Todo eso pesa en el ánimo de sus dirigentes, que conforme pasa el tiempo ven a Rusia como un poder lejano que además se está debilitando. En el último enfrentamiento que han tenido hace sólo un mes Rusia ni siquiera acudió a mediar porque estaba entretenida en Ucrania y carecía además de la autoridad para mediar en ningún sitio. En Tayikistán sucedió lo mismo que en Armenia. Fue empezar a ceder el frente ucraniano y brotaron los problemas, lo que vendría a demostrar que lo que les mantenía unidos a Rusia era el temor a una intervención militar, pero visto lo visto en Ucrania, no parece que esa intervención, aún en el caso de producirse, vaya a ser inmediata y mucho menos fatal.

Por poder intervenir podría hacerlo si así lo desease. El ejército ruso tiene bases en ambos países, pero después de lo que ha pasado en Ucrania, que está a 500 kilómetros de Moscú, habría que plantearse si podría sostener una intervención a gran escala en el centro de Asia, que está a 3.000 kilómetros. Todo indica que no, más aún teniendo a China tan cerca. Estas repúblicas centroasiáticas son puntos de apoyo fundamentales en la ruta de la seda que China puso en marcha hace diez años. China corteja a sus líderes y su influencia comercial se deja sentir en el día a día.

Como vemos, a un lado y al otro del patio trasero de Rusia ya están haciendo planes por su cuenta. No es algo nuevo. La impotencia económica de Rusia es la causante de su debilidad estratégica. A los armenios y los azeríes la cercanía con la Unión Europea les trae más cuenta. Lo mismo sucede con los “estanes” del centro de Asia, pero con China. Lo que ha hecho la guerra de Ucrania es visibilizar el problema y demostrar a todos estos países por la vía de los hechos que el oso ruso era de peluche.

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