Dícese del pleito, alboroto o disputa. 'Se armó la sampablera', que es como se define en la jerga coloquial, en especial el venezolano, cualquier desorden público. Se usa a partir del gobierno federalista de finales del XIX. El término, que se entiende muy bien en el Gobierno de coalición español actual, lo conocen en el ala morada y también en la socialista de La Moncloa: dan para mucho las chácharas de Ávalos con Delcy Rodríguez o las visitas de Pablo Iglesias, Enrique Santiago o Juan Carlos Monedero a Hugo Chávez cuando el teniente coronel pasó de Buen Salvaje a Buen Revolucionario. Pero el asunto de la Sampablera no termina ahí, porque de Pablos va servida la semana.
Comencemos por la carta de Pablo Hasel al orbe. Nuevo testamento, versículo del adoquín, trazo grueso de la lejía y trece epístolas para los hijos de una clase media que cree que la posguerra es un sello discográfico y que Pablo Escobar es lo más cercano a Robin Hood que tuvo América Latina. Hay cantantes malos, desafinados, mediocres, gansteriles, postureros, frívolos, machistas, racistas, pero este, Hasel, además de unos delirios de grandeza enormes como una estatua de Hussein, tiene edad suficiente para haber descubierto antes el agua tibia. Tupac Shakur se liaba a tiros, pero también los recibía. El asunto de Hasel es más del Subcomandante Marcos. Es tan de la gauche divine lo de encerrarse para esperar una salida triunfal., que su gesto tiene más de la Teresa de Marsé que de líder social. Ayer, al ver Barcelona y Vic arder, además de Lérida y la mismísima Puerta del Sol en llamas, muchos entendieron por qué Pedro Sánchez no rompe con Podemos: mientras Iglesias permanezca en la Vicepresidencia, la calle estará controlada. Pedro Humillos podrá dormir tranquilo, el resto que lo resuelva Redondo.
El segundo Pablo también insiste esta semana. Erre que erre con lo de la normalidad democrática: ‘Appellation d'origine contrôlée’ del populismo del Foro de Sao Paulo. Pablo Iglesias sabe que lo que dice no es cierto, que hay hipérbole, exageración y propaganda recolectada a pulso, tanto en su mercadillo de la dictadura, el todo a cien de Somosaguas y el manual clásico sobre la erótica del cuarto poder –'dame los telediarios'- y la construcción de una épica sobre el poder del pueblo. Todo sería muy Lukács, de no ser porque dice estas cosas rodeado del régimen ancilar y vasallo con el que sostiene la estructura de su poder. Ya lo dijo Carlos Alsina en su editorial del jueves de su programa Más de Uno, en Onda Cero: Iglesias es la refutación a sus propias palabras. Una enmienda a su totalidad. Ese tono sosegado de alguien a quien sólo la falta una mitra, un gato en el regazo y una una fusta para azotar a un purasangre o a una presentadora. Alguien que arrastra las palabras, con voz impostada y parsimonia de estadista... o secuestrador.
Más que una doble vara de medir, en Podemos tienen una doble garrocha: con una pican y con la otra saltan la valla, según convenga
Pablo Echenique, cual mozo de espadas de Iglesias, sale a repartir mandobles en nombre del también apóstol. Él, eso sí, lo hace empotrado en una silla de ruedas, lo hace blandiendo su discapacidad, así como quien dice ‘atrévanse y verán’. Acorazado en semejante trinchera, dice de todo y a todos: la culpa es de los medios, de las cloacas, del Ibex 35… Rehúye el portavoz de Podemos cualquier autocrítica incluida la petición de una investigación interna, sea o no un asunto de monedas o monederos. Qué bien se les da ver la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio. Más que una doble vara de medir, en Podemos tienen una doble garrocha: con una pican y con la otra saltan la valla, según convenga. Aunque eso, ya se sabe, es de primero de populismo: la culpa es siempre de alguien más. Los que pudieron asaltar los cielos terminaron por desvalijarlos, aunque vengan ahora a rasgarse el sayo, haciéndose los ofendidos.
Terminamos la semana con el menos aventajado de todos los Pablos… quién si no, Pablo Casado, el hombre que hereda mal, al que le están grande la ropa, los cargos, las barbas y hasta los edificios. Se le queda cara de Buddenbrook o de Forsyte al palentino. Pasa de poseer a alquilar, de presidir el galeón a remar en balsas de hule, de cabrear a su votante a espantarlo, de traicionar a aquellos que lo ayudaron o intentaron ayudarlo para quitarle el sambenito de niño de San Ildefonso, pero él insistió en fotografiarse con terneros, vacas, cabras y subido a carros de heno, y posar con María Dolores de Cospedal y Margallo en un asador. Renovación en vena, droga dura para un partido empeñado en desaparecer.
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