Opinión

La soledad de Sánchez

Ni siquiera es fácil buscarle compañía entre quienes integran el Consejo de Ministros, donde tienen asiento algunos de sus críticos más acerbos

  • El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y las cuatro vicepresidentas en un Consejo de Ministros. -

Dispersos como están por los lugares donde suelen, los afines de adhesión inquebrantable andan este agosto, apenados, dando cuenta de la injusta soledad del presidente del Gobierno Pedro Sánchez. De modo que, si en la sonatina de Rubén la princesa está triste, también puede decirse que en el momento político actual el presidente está solo. Desde luego, ni siquiera es fácil buscarle compañía entre quienes integran el Consejo de Ministros, donde tienen asiento algunos de sus críticos más acerbos, especialistas en enfundar sus manos de hierro en guantes de seda para que, sin merma de la contundencia al discrepar en absoluto se ponga en juego la continuidad en el uso y disfrute de la cartera “hasta la última nómina”, cuando según el artículo 68.4 de la Constitución el mandato de los Diputados llegue a su término natural, cuatro años después de su elección, es decir el 10 de noviembre de 2023, o el día de la disolución anticipada de la Cámara, si así fuera decidida por el presidente del Gobierno conforme a las atribuciones intransferibles que le confiere el artículo 115 de la Constitución.

Izó como enemiga predilecta a la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, dedicándole sesiones enteras del Pleno del Congreso hasta convertirla en figura de la Fiesta Nacional

El mismo día del último debate sobre el estado de la Nación, martes 12 de julio de 2022, preguntada la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, si estimaba necesario que Pedro Sánchez llegara a algún pacto con el Partido Popular, respondió que al menos precisaba de tres. Entonces, sostuve que el presidente había probado habilidades excepcionales a la hora de celebrar pactos con interlocutores mucho más difíciles que el PP como, por ejemplo, Unidas Podemos, EH Bildu, ERC y por ahí adelante; que además lo había hecho a la vista de todos con maniobras de aproximación desplegadas en sesiones plenarias del Congreso de los Diputados, donde su réplica a las agresiones dialécticas provenientes de aquellos cuyos votos necesitaba habían sido de una delicadeza emocionante, mientras que había reservado los desdenes y descalificaciones abruptas para el Partido Popular, atándole a la memoria indeleble de sus peores momentos, haciendo tándem con el diario impreso donde tiene puestas todas sus complacencias del que se servía como martillo pilón recurriendo a primeras páginas de Villarejo en dosis masivas.

Pedro recuperó la expresión de triunfalistas de la catástrofe tan querida del almirante Carrero para invalidar a Pablo Casado. Izó como enemiga predilecta a la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, dedicándole sesiones enteras del Pleno del Congreso hasta convertirla en figura de la Fiesta Nacional. Cargó las tintas de la equivalencia entre PP y Vox, quiso que los electores dieran en pensar que quien votara al PP al final vería tergiversada su papeleta que terminaría sirviendo a los ultras de Vox. Pero en las elecciones de Andalucía Juanma Bonilla ganó con margen suficiente para gobernar sin necesidad de aliados. De modo que, a base de pregonar que el PP tendría que apoyarse en Vox, el PSOE consiguió encumbrar al PP. A la vuelta de septiembre veremos qué trato reserva Sánchez al nuevo líder pepero Alberto Núñez Feijóo. Si se esfuerza en sacar lo mejor de su antagonista o si prefiere echarle al monte. De momento, los palmeros de Moncloa ya han dictaminado que “Feijóo actúa como un ignorante, un sectario y un incompetente”. Y eso lo dice persona tan templada y mediterránea como Miquel Iceta. Atentos.

Explica Nicolás Maquiavelo en su libro De las conjuras que “los veios creyeron que si atacaban a los romanos desunidos podrían vencerlos, pero su ataque provocó la unión de estos y su propio fracaso. Pues la causa de la desunión en las repúblicas es, la mayoría de las veces, el odio y la paz; y el motivo de la unión, el miedo y la guerra. Y por eso, si los veios hubieran sido prudentes, cuanto más desunida hubiesen visto a Roma, tanto más hubieran alejado de ella la guerra, tratando, en cambio, de aplastarla con las artes de la paz. Así que odio y paz causantes de la desunión; miedo y guerra activadores de la unión". ¿Aprenderán? No es probable. Veremos.

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