Los varapalos recibidos por el Gobierno y sus entusiastas previsiones económicas dejan en evidencia a quienes han convertido la realidad en un cuento infantil. Los españoles merecen la verdad, pero no la tienen a su alcance mientras todo sea un ejercicio de supervivencia personal del único responsable de todas y cada una de las decisiones. España podría ir mejor. ¿Por qué no es así? El consenso de los servicios de estudios de instituciones tanto públicas como privadas derrumban el castillo de naipes al primer estornudo. De saque, España se colocado lastre en los pies al dejar en manos de una oficina política, el palacio de la Moncloa, y no en un equipo técnico e independiente, bajo supervisión del Congreso, el manejo y reparto rápido y eficaz de los dineros a fondo perdido de la Unión Europea. La OCDE se suma al coro, recorta el crecimiento para este año con un hacha y alerta sobre la urgente necesidad de empezar a emplear, de una vez, los fondos europeos en las inversiones que España necesita ya para salir del furgón de cola de la recuperación.
Pero las cosas de Palacio de la Moncloa van mucho más despacio, enredado el PSOE en la madeja envenenada de los pactos con ERC y Bildu, partido legatario de ETA, continuador de su proyecto totalitario contra la democracia liberal del 78. Sánchez tiene el control de los fondos de recuperación, Next Generation, gracias a Vox, salvador en una votación de la que se arrepienten más de uno de los dirigentes del partido de Abascal. España necesitaba otro tipo de gestión de unos dineros europeos que Sánchez quiere monopolizar para sacar rendimiento en votos. Hay más nervios de los que parece dentro del Gobierno. El anuncio de la celebración de dos consejos de ministros a la semana no bordea el ridículo sino el sonrojo. Como si Iván Redondo siguiera al mando.
Los presupuestos generales del Estado se han convertido en un salvoconducto de legislatura para el presidente del Gobierno. Nada más le preocupa
Sánchez niega la crisis con mucha más impunidad que Zapatero. Acaba siempre en el mismo sitio que su antecesor y consejero, aunque con la reiteración del uso de la palabra recuperación trata de crear el marco mental de que todo ha acabado cuando en realidad seguimos en el compartimiento estanco de nuestros graves y profundos problemas estructurales. Ni de cerca asoma el brote verde. Los presupuestos generales del Estado se han convertido en un salvoconducto de legislatura para el presidente del Gobierno. Nada más le preocupa en cuanto su supervivencia. Parece lógico en su trayectoria. El precio pagado al tratar como si nunca hubiera existido ETA a Bildu, un partido legal gracias al Constitucional contra el criterio penal del Supremo entra en el terreno de la moral. Como ha recordado el profesor Rogelio Alonso, autor del trabajo La derrota del vencedor, la banda terrorista ETA no mata, pero su proyecto sigue adelante con quienes nunca han repudiado la violencia y ahora miran a otro lado mientras silban en una negociación presupuestaria de trastienda. ¿Qué viene después, qué hay detrás del comunicado de los presos etarras y el posterior voto en contra del PSOE a una ley contra los homenajes de los simpatizantes ultranacionalistas? Jon Viar -su documental Traidores no tendrá un Goya, ni siquiera está nominado, pero merece un premio al civismo- recuerda siempre que ETA es la continuadora del delirio racista y xenófobo de Sabino Arana. El presupuesto de 2022 se ha negociado como si nada hubiera ocurrido. Como si ETA no hubiera existido. Tampoco ha habido el menor reparo en intercambiar cromos con quien cometió un delito de sedición durante otro delirio actualizado del carlismo decimonónico.
El presidente de la Junta andaluza no va a ponerle fecha a las elecciones hasta que no se resuelva el lío interno organizado de Despeñaperros para arriba
En 2022 no se celebrarán elecciones generales salvo que la realidad supere a la ficción y Sánchez no tenga más remedio que rendirse a la evidencia. No habrá otros presupuestos en esta legislatura. La conclusión es unánime entre quienes participan y observan la negociación de los actuales. Entre medias se va a cruzar Juan Manuel Moreno, juez de la legislatura de Sánchez, acosado por Vox en un error estratégico de Abascal, con impredecibles consecuencias, y presionado por su partido desde Madrid para solapar el impulso innegable que Ayuso le ha dado al PP en toda España. El presidente de la Junta andaluza no va a ponerle fecha a las elecciones hasta que no se resuelva el lío interno organizado de Despeñaperros para arriba. Tras lo ocurrido en el Congreso regional andaluz no es plato de gusto afrontar una campaña con la retaguardia empeñada en el fuego amigo. Moreno Bonilla quiere saltar el listón superado con holgura por Feijoó y para sorpresa de la mayoría por Ayuso. La presidenta de Madrid no tiene la absoluta de Galicia, pero en la práctica Vox no puede hacer nada que le perjudique salvo que pretenda acabar como Ciudadanos. De ahí el pacto presupuestario madrileño sin apenas concesiones por parte del PP. A Vox no le va a dar un solo voto dejar al alcalde de Madrid sin las cuentas del año que viene. Muy pocos entienden lo que Vox pretende al poner contra las cuerdas, para satisfacción de la izquierda, a Moreno Bonilla y a Martínez Almeida. Y menos mientras la crisis económica se hace piel y Sánchez negocia en su trastienda como amanece al día siguiente.
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