Opinión

La 'Zorra' en Moncloa y el lobo entre las ovejas

Unas horas antes de que Pedro Sánchez apareciera

Unas horas antes de que Pedro Sánchez apareciera en el programa de Ferreras para defender la (canción) Zorra eurovisiva frente al Cara al sol, desfilaban por mi televisor las imágenes de un documental llamado El leopardo de las nieves. Es la historia de dos hombres que acuden a Kamchatka para intentar fotografiar a este felino. Caminan entre las montañas casi desnudas y gélidas al acecho del animal, que es difícil de encontrar, como buen depredador. Analizan huellas, usan ropa de camuflaje y observan los movimientos de las aves, las marmotas y los muflones para intentar deducir si su depredador está cerca o si deben buscarlo en otro lugar. “En Europa, nuestros sentidos están anestesiados. No comprendemos el paisaje y prestamos demasiada atención al espectáculo de marionetas que aparece en los informativos. Aquí me doy cuenta de lo lejos que estoy de la realidad en mi casa”, afirma uno de sus protagonistas en un momento de la película.

Al escuchar la frase de Sánchez sobre esa canción, pensé en ese fragmento del documental, tan cierto y tan desasosegante. Mientras el presidente señala lo anecdótico con su habitual desvergüenza y todos miramos hacia su dedo, se nos olvida que a nuestro alrededor hay diferentes pistas que conducen hacia realidades más preocupantes de las que nos describen. No hace falta realizar grandes deducciones para entenderlo. Sin ir más lejos, quien haya podido observar el último informe del Ministerio de Agricultura sobre el consumo de alimentos en España habrá visto que, en 2022, la compra de 'frescos' descendió el 15%. Comimos el 12,7% menos de carne, el 15,6% menos de pescado y el 14,7% menos de lácteos. También menos hortalizas (13,4%) y frutas (12,2%). Conclusión: a menor poder adquisitivo, peor dieta. Más pobreza y menos salud. La vida se acorta, la esperanza mengua y la infelicidad aumenta.

Frente a esta realidad, hay quien opta por la negación -fanática- o por el 'zorra-uvismo' -que viene al pelo-, que consiste en convencerse de que la vida continúa igual de bien tras renunciar a lo deseado, pero inalcanzable. ¿Que no hay dinero para ternera o lubina? Sopa de fideos... y ni tan mal. ¿Que la ley de vivienda ha impulsado el precio del alquiler en las zonas más demandadas? Mientras pueda vivir en el hogar paterno, no hay motivo para la alarma. Virgencita, virgencita, que me quede como estoy... y que no me falte el Lorazepam para sobrellevarlo. Podría decirse que la España contemporánea ha ganado en miopía y ha perdido en ambición.

Desastre en la esfera pública

Ello es síntoma de lo que concluía el protagonista del documental: en mitad de este espectáculo público de mentiras y sombras chinescas en movimiento, nuestros sentidos parecen anestesiados y eso conduce a obviar ciertas realidades incómodas. No sólo en la esfera personal, sino también en la pública. Se ha apreciado esta semana, cuando la opinión mayoritaria de los fiscales contra las tropelías gubernamentales ha sido censurada con vehemencia por los intelectuales de parte, cuya ceguera -sobra decirlo- es interesada. Pagada en especie. En tertulias, en concreto. Es el caso de Antonio Papell, que considera que la oposición de la mayoría de los componentes del ministerio público a establecer diferentes jerarquías sobre los actos terroristas se debe a su carácter reaccionario.

Habrá quien lo escuche y lo crea, al igual que las sociedades más enfermas asumen como ciertas las teorías conspiranoicas de la lawfare. La realidad es que es una mentira interesada. Una forma más de desviar a la opinión pública del concepto de la verdad.

Escribió Aristóteles es que la única verdad es la realidad; y la única certeza que hay detrás de estos movimientos es la relativa al afán de Pedro Sánchez de mantenerse en el Gobierno a toda costa, aunque eso implique la manipulación o la degradación del Estado de derecho. Aunque eso le haya impulsado a buscar la amnistía de quienes se asociaron con el Kremlin durante la parte más dolorosa del procés, dentro de un momento en el que Rusia intenta buscar puntos débiles en Europa para debilitarla. Mientras tanto, se lanzan mensajes propagandísticos que afirman que estamos en el mejor momento económico y social de nuestra historia.

Cualquier enemigo de España tendrá claro a estas alturas que los Estados son difíciles de sostener en las sociedades de tradición tribal, de ahí que cuanto más incremente la fuerza de los regionalismos y los nacionalismos, más difícil será mantener unas instituciones que presten un servicio común. Volvemos al ejemplo de antes: a lo mejor, de tan nublados que están nuestros sentidos, hemos perdido la capacidad de apreciar que el Estado de derecho es cada vez más complicado de mantener por estos lares debido a que hay varias fuerzas internas y excluyentes que se comportan como tribus. Eso explica desde los problemas de gobernanza hasta la insolidaridad territorial. Así que quien quiera debilitar este país, como Putin, sabrá muy bien a quién debe financiar para lograrlo.

Quien se siente sobre una roca a reflexionar y trate de recuperar la agudeza perdida, llegará a la conclusión de que las verdades que intentan imponerse en estos días con los argumentos que surgen de los gobiernos y de los grupos de interés no son tal. La realidad que describen es la propia de un cuadro abstracto, cuyas formas son muy distintas a las que se aprecian a través de los ojos.

A estas alturas, resultaría atrevido afirmar que somos un país menos pobre y débil que hace unos años. Porque somos más infelices y estamos más atribulados. Pueden los datos (incompletos) mostrar realidades diferentes -también dicen que la tasa de paro es del 5,7% en Argentina-, pero la realidad es que vivimos peor y que, en lugar de afrontar ese debate con honestidad, nos despistamos con comentarios sobre la Zorra y el Cara al sol o sobre el sexo de los ángeles. Hemos perdido la perspectiva.

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