Opinión

El lado correcto de la Historia

La demostración de salvajismo que Hamás planificó y documentó el 7 de octubre con la ayuda imprescindible de los habitantes de Gaza empleados en los hogares israelíes, que fotografiaron, cartografiaron y señalaron los objetivos y las

La demostración de salvajismo que Hamás planificó y documentó el 7 de octubre con la ayuda imprescindible de los habitantes de Gaza empleados en los hogares israelíes, que fotografiaron, cartografiaron y señalaron los objetivos y las víctimas civiles sobre los que se ensañarían, no buscaba destruir a un Israel que militarmente es más fuerte, sino desmoralizar y destruir la voluntad de los judíos de seguir intentando convivir en medio de un enemigo que ha jurado aniquilarlo. Y que sus ciudadanos pierdan la fe en su gobierno y en sus fuerzas armadas. Hay que reconocer que el perfeccionamiento de la guerra psicológica por parte de Hamas ha alcanzado un nuevo nivel, al atraer la simpatía occidental por un grupo terrorista que muestra las imágenes – a veces manipuladas - de las victimas colaterales que la operación militar de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) en Gaza está, inevitablemente, provocando.

Las imágenes de ese 7 de octubre, en las que se ve incluso a mujeres y niños pequeños, algunos de 8 años, participando activamente en las masacres, dejan pocas dudas a la hora de distinguir entre civiles palestinos corrientes de Gaza no involucrados y sus líderes terroristas. No hace falta acudir a los relatos de los prisioneros de Hamás interrogados por las FDI, y que harían pensar a más de uno que han confesado bajo coacción. Mousa Abu Marzouk, un alto funcionario de Hamás, admitió en la televisión Al-Jazzera que civiles de Gaza, alrededor de 550 de los 700 que irrumpieron sólo en el kibutz de Nir Oz, participaron activamente en los actos de terrorismo a gran escala, incluyendo violaciones, decapitaciones y venta de rehenes a Hamás. Escenas similares se llevaron a cabo –y documentaron– en más de 20 comunidades israelíes. No puedo olvidar la imagen de ese grupo de hombres, vestidos de civil, golpeando hasta la muerte a un soldado. Porque ese soldado, es –era– el hijo de un buen amigo. Un niño generoso que acudió a mi llamada el pasado verano con su Unidad, para tranquilizar a mi hija y a su grupo de amigas, que estaban de viaje turístico y habían quedado atrapadas en Belén durante los disturbios.

El objetivo de Hamás de querer matar los Acuerdos de Abraham y la posibilidad de una normalización diplomática entre Arabia Saudita e Israel ha sido reconocido por el propio Bassem Naím, miembro del buró político de esta organización

El compromiso de Israel con el derecho internacional es inquebrantable. Pocos Estados que libran guerras se preocupan con tanto celo de salvaguardar en lo posible las bajas civiles del enemigo en medio de un conflicto armado. Pocos Estados se enfrentan a una organización terrorista parapeteada en una población hostil cómplice de las mayores atrocidades contra el país que se defiende, y a la que tiene encima que proteger. Diferenciar entre civiles y terroristas en un conflicto de esta naturaleza es difícil, pero hay indicadores que ayudan a hacer esa distinción. Por desgracia, la traición de los trabajadores palestinos ha dejado una cicatriz tan profunda, que la sensación en todo Israel es que los palestinos –de Gaza y de Cisjordania- que quieren vivir en paz no representan a la mayoría. El objetivo de Hamás de querer matar los Acuerdos de Abraham y la posibilidad de una normalización diplomática entre Arabia Saudita e Israel ha sido reconocido por el propio Bassem Naím, miembro del buró político de Hamás y ex ministro de Salud del gobierno de esta organización, en un artículo que se puede leer en la web de Al-Jazeera y que ha sido reproducido en el diario palestino Al-Quds. En dicho artículo, publicado el 16 de enero de 2024, el análisis de Naím, aunque muy cuestionable, es interesante. Según este sujeto, el ataque del 7 de octubre y la Operación Inundación Al-Aqsa posterior “brindó a la nación árabe e islámica una oportunidad estratégica para presentar al mundo un modelo de gestión de los asuntos globales como alternativa a los fracasos occidentales”, y apela al lugar que le corresponde al Sur Global el papel que le corresponde en esta transición del mundo unipolar al multipolar. Lo realmente curioso de su análisis es que incluye a Hamás como un actor fundamental en la organización de ese Sur Global, y cómo, siendo miembro destacado de una organización terrorista profundamente antisemita, critica a las organizaciones internacionales por no haber sido capaces de “proteger a la humanidad del fascismo y el racismo”.

Efectivamente, el 7 de octubre cambia la geopolítica de la región, y también los equilibrios internacionales. Y ahí es donde entra en juego el papel de Sudáfrica y su petición, a instancias de Irán, ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) –no confundir con la Corte Penal Internacional– de elevar una causa contra Israel por delito de genocidio. Mucho antes de que Israel comenzara la operación militar contra Gaza, la presión intolerable de determinados ambientes pidiendo la firma de manifiestos o el boicot académico o cultural contra Israel, o avisando de un genocidio preventivo, alertaban de por dónde iba a discurrir, también, la acción diplomática y jurídica de una causa palestina que se mueve como pez en el agua en las Instituciones Internacionales fuertemente subvencionadas y sesgadas. La banalización del delito de genocidio, junto al desprestigio de una institución –la CIJ– por lo demás no respetada, convirtió las alegaciones de Sudáfrica contra Israel en un circo mediático y en una oportunidad para Israel para exponer, con pruebas, los delitos de crímenes de guerra y lesa humanidad cometidos por Hamás. Hay que recordar que Sudáfrica, que se ha prestado con entusiasmo a desempeñar el papel de dedo acusador contra Israel –porque el CIJ sólo resuelve disputas entre países- , invitó en 2007 a una delegación de Hamás a una visita oficial, ha acogido terroristas de esa organización -igual que en su día acogió a Omar Al Bashir tras su inculpación por la comisión de genocidio en Darfur-, y el mismo 8 de octubre, dirigentes sudafricanos llamaban al staff de Hamás para expresarles su solidaridad, antes incluso de que el gobierno de Israel decidiera cómo iba a responder y en medio de la conmoción y el duelo nacional.

La solicitud era tan escandalosa, la explotación del término genocidio tan cínico y las evidencias mostradas por Israel tan claras, que la CIJ no ha tenido más remedio que ponerse del lado correcto de la Historia

Es difícil entender cómo desde el principal órgano judicial de las Naciones Unidas, aunque emita opiniones consultivas que no son jurídicamente vinculantes, ha sido capaz de aceptar una causa que, desde el principio, se veía jurídicamente débil y políticamente sesgada. Pero la brújula moral de algunos países y organizaciones internacionales no tiene en cuenta el fondo del asunto, sino que buscaba una orden que obligase a Israel a frenar las hostilidades en Gaza, señalándole y aislándole entre las naciones si ignoraba la orden, afectando gravemente a sus relaciones exteriores. Pero la solicitud era tan escandalosa, la explotación del término genocidio tan cínico y las evidencias mostradas por Israel tan claras, que la CIJ no ha tenido más remedio que ponerse del lado correcto de la Historia.

Si el Sur Global pretende erigirse como un poder alternativo al orden internacional que se está gestando con este tipo de iniciativas, se ha equivocado. El dictamen de la CIJ del pasado 26 de enero, aunque flojo en algunos aspectos, teniendo en cuenta que de los 17 jueces casi dos tercios son hostiles a Israel, afirma, contundentemente, que Israel no comete las atrocidades de que se le acusa ni tiene intención de cometerlas, que tiene todo el derecho a defenderse del terrorismo, y exige a Hamás la inmediata liberación sin condiciones de todos los rehenes. La exposición de la UNRWA por sus vínculos con el terrorismo y el énfasis en que “todas las partes del conflicto en la Franja de Gaza están sujetas al derecho internacional humanitario” es un fallo histórico. Una bofetada a Hamás y un aviso a todas las organizaciones terroristas y actores híbridos, hasta ahora liberados del cumplimiento de las normas del derecho internacional. A pesar de la derrota judicial, Hamás sigue jugando con las vidas de los rehenes y publicando videos y fotografías apelando al miedo psicológico. Irán ha perdido, aunque aún no lo sabe.

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