Opinión

Las estructuras autoportantes

España se va configurando como un país de estructuras tentetieso, un estado social, democrático y autoportante de derecho

Hace tiempo, mi amigo Pedro Herrero -por cierto, Elon Musk le acaba de devolver su cuenta de Twitter- y yo desarrollamos el concepto de "estructuras autoportantes". Las estructuras autoportantes, en la jerga de la organización de eventos, son esas carpas de plástico rellenas de aire caliente que se mantienen erguidas -es decir, se autoportan- precisamente en virtud del aire caliente que las rellena. Son una especie de variante aerostática de la carpa, toldo o palenque de toda la vida, y aportan al plúmbeo hecho social algo de infantil, de etéreo, como de castillo hinchable de feria, una especie de piscina de bolas para mayores.

En la vida española abundan las estructuras autoportantes, que se tienen solas en pie en virtud de su contenido gaseoso. Son, casi se diría, el método constructivo más exitoso hoy, porque no requieren cimientos, ni materiales sólidos, ni plan, ni casi nada: llega uno, hincha el saco de aire caliente y ya se puede invitar al personal a entrar. Y cuando acaba la función, se corta el ventilador, se recoge el amasijo de tubos fláccidos y a otra cosa. Hay ámbitos, como el mundo de la cultura, el periodismo o la política donde este proceder parece enteramente natural.

En la época gabinetera, Pedro y yo teníamos bien estudiado el fenómeno de los premios. Llegaba un día una invitación para el político o cargo, y había que valorar la idoneidad de asistir. En seguida alguien apuntaba: "El año pasado fuimos". Era un argumento inapelable, cuya autoridad dimanaba de tu propia ejecutoria, de un yo anterior. ¡Y cómo ibas a impugnar a tu yo del año pasado! Así que a menudo se iba. Pero si por azar te parabas a indagar un poco la historia de los premios, el currículum del organizador, los criterios de entrega… no pocas veces te encontrabas asomado al abismo, al vacío, a la nada. Los premios eran importantes porque iban Tal y Cual, y Tal y Cual iban porque los premios eran importantes y el año pasado se había ido. Bueno, a la hora de entregar estas líneas Carmen Calvo ha ganado un premio Carmen Calvo.

Lo más común era repetir "¡remontada!" como quien grita "¡fuego!" en un teatro, y luego la remontada (autoportante) venía o no

La lógica autoportante se expresaba de muchas otras maneras, y a veces se hermanaba con la magia simpática. Por ejemplo, durante una campaña electoral, si deseabas un efecto decías que ya se estaba produciendo y confiabas en que los medios así lo transmitiesen. Lo más común era repetir "¡remontada!" como quien grita "¡fuego!" en un teatro, y luego la remontada (autoportante) venía o no. Si parece rudimentario, no pierdan de vista que hay en el gremio quien se gana el jornal con estas cosas. En los medios sucede parecido: un día un periodista apurado te invita a un programa porque eres el primero que le coge el teléfono y desde entonces ya eres una referencia porque sales en la tele. Todo se autoporta -hasta que se para el ventilador.

La autoportancia se ha ido extendiendo a todas las esferas, como cabe en una época en la que las credenciales y lo comunicativo son fuentes reconocidas, casi las únicas, de entidad. Se diría incluso que España -como parte de un movimiento más amplio, que tampoco en esto somos del todo originales- se va configurando como un país de estructuras tentetieso, un estado social, democrático y autoportante de derecho. No por autárquico, que no lo es ni puede serlo, sino por expresarse cada vez más en realidades virtuales que sólo se soportan por sí mismas. Al fin y al cabo, buena parte de nuestras élites políticas, intelectuales y empresariales creen que se puede vivir plácidamente a base de imprimir dinerito, abundar en las "políticas del reconocimiento" y olvidarse del resto de enojosos ingredientes de una sociedad compleja.

Así, nuestro estado autonómico se va rellenando de comunidades potemkin que sobreviven mediante el empleo público; y para proteger el empleo público de los de fuera se irán reconociendo, y si hace falta descubriendo, sucesivos idiomas ancestrales o hechos diferenciales. Antes de la crisis de 2008 hubo un ensayo general de autoportancia basado en las cajas de ahorros y el perpetuum mobile de la burbuja; no salió del todo bien pero vamos aprendiendo de los errores, y además ahora tenemos fondos europeos porque ya se sabe que ha cambiado el paradigma.

También se puede introducir alguna dosis de confusión en ciertos indicadores económicos porque, a fin de cuentas, todo es relativo, y lo importante es el relato. Esse est percipi.

Así, nuestro estado autonómico se va rellenando de comunidades potemkin que sobreviven mediante el empleo público; y para proteger el empleo público de los de fuera se irán reconociendo, y si hace falta descubriendo, sucesivos idiomas ancestrales o hechos diferenciales. Antes de la crisis de 2008 hubo un ensayo general de autoportancia basado en las cajas de ahorros y el perpetuum mobile de la burbuja; no salió del todo bien pero vamos aprendiendo de los errores, y además ahora tenemos fondos europeos porque ya se sabe que ha cambiado el paradigma. También se puede introducir alguna dosis de confusión en ciertos indicadores económicos porque, a fin de cuentas, todo es relativo, y lo importante es el relato. Esse est percipi.

Ah, y la opinión pública y sus guardianes. Vean un último y luminoso ejemplo de autoportancia: el aluvión de publicidad institucional en televisiones y redes sociales, que el lector habrá advertido. Más aire caliente para el globo, más lubricante para los engranajes de la máquina. ¿Que el descrédito de la política y la indiferencia hacia los medios de comunicación son cada vez mayores? Tanto da. La estructura seguirá en pie mientras el ventilador no pare. Pero, a fin de cuentas, ¿por qué habría de parar?

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