El poder tiene más fuerza que el sol. Por más que España entera esté cociéndose hacemos como que no nos enteramos de la esforzada tarea en la que están enredados los dirigentes políticos. No es baladí sacar adelante un presidente del gobierno. Tampoco es lo mismo que sufren miles de españoles para quienes el verano consiste en sobrevivir disfrazados de camareros para hacer posible que el país siga funcionando. Nada que ver el paseo hacia el baño, con toalla, que tostarse con el móvil echando humo y pegado a la oreja. Se lo tienen merecido.
Feijóo cuenta con 172 escaños asegurados, ni uno más. Sánchez 171, aunque le cabe la posibilidad de alcanzar los cinco que necesita si logra sostenerse en el filo de la navaja que representan los 14 de Esquerra y Junts, solos, derrotados y malavenidos. Un horizonte como para echarse al agua, pero aquí hasta el más tonto aprende a nadar y apura hasta el último minuto sin desfallecer y disimulando los sudores con gesto serio para un público en bañador. Luego están los que curran, sin tiempo ni ganas para pendejadas aritméticas.
La metáfora del filo de la navaja es propiedad intelectual de García Page, el otro líder del PSOE. En la actualidad hay dos dirigentes del PSOE en el candelero, con posibilidades de sobrevivir a la ola de calor. Uno es presidente de la Comunidad de Castilla-La Mancha, con mayoría absoluta y no depende de nadie que no sean los suyos. El otro, está en trance pero debe ganar una batalla a campo abierto donde sus tropas se mezclan con aliados de dudosa fiabilidad y mercenarios que han de cobrar antes de entrar en combate, ya sea en especies ya en concesiones de futuro, pero todo pactado, firmado y sellado antes del próximo jueves, 17 de agosto, el día D de la guerra por el poder.
A esa alternativa la llama García Page “el filo de la navaja”, por donde habrá de moverse Pedro Sánchez si quiere salvar su presidencia y su cuello. El orzuelo en el ojo del combatiente tiene un nombre nada científico, Puigdemont, “prófugo de la justicia”, según lo define el propio Page que además de político profesional es licenciado en derecho. La verdad es que el huido a Waterloo -mal nombre para un guerrero- acarrea delitos aún por determinar tras un paseo por los tribunales y a mayor abundamiento dirige en diferido Junts, un partido cuya presidenta, Laura Borrás, tendría que estar depositada en una celda por flagrantes delitos de corrupción. Y eso por citar a la más notable de las figuras de un partido político heredero de las inclinaciones hacia el fraude de la difunta Convergencia de la familia Pujol.
¡Vaya tropa!, fue la expresión del Conde de Romanones a la traición de sus aliados en asunto tan banal como la presidencia de la Academia de la Lengua. Sirve mejor en este caso. ¿Qué le puedes dar a un fugado de la justicia para que se convierta en socio? Lo que no está escrito, por supuesto, ya que no se trata de abstenerse, que es una forma elegante de apoyar sin asumir las consecuencias. En este caso no basta, se necesita el sí manifiesto para alcanzar los votos imprescindibles. De momento, mientras se negocia en el más obvio y cerrado de los secretos, hay que poner en marcha la intendencia que sirva para consolidar la victoria. “Un gobierno de izquierda progresista”. Bastaría el PNV, que siempre se tuvo como miembro ¡fundador! De la Internacional Democristiana, para desmantelar el tenderete, pero Junts suma la indecencia de hoy a la que arrastra de su histórica casa de citas de la burguesía catalanista.
¡Vaya tropa!, fue la expresión del Conde de Romanones a la traición de sus aliados en asunto tan banal como la presidencia de la Academia de la Lengua. Sirve mejor en este caso
No hay nada imposible para un jurista institucional. Me lo explicó hace muchos años un amigo: “Yo puedo redactar una sentencia a favor o en contra, con los argumentos que me presta la misma ley”. Llegó a ministro de Justicia. Entiendo que los Altos Tribunales estén en estos momentos agobiados; no hay tiempo ni para usar sus piscinas. Incluso la Sala de Vacaciones del Tribunal Constitucional se ha quitado el bañador para cerrarle un atajo a la añagaza que se prepara entre los conspiradores. Encontrar una argucia legal que facilite un camino hacia la permanencia. Vaselina y emplastos para las heridas, en la proporción idónea. Se puede, vaya si se puede. El olvidado pionero de la jurisprudencia voluntariosa, Torcuato Fernández Miranda, estudioso del gran maestro Carl Schmit -encarcelado por los aliados tras la guerra-, logró diseñar un vistoso cubrecama, encaje de bolillos incluido, a partir de las madejas ovejunas de la legislación franquista. ¿Qué no podrán hacer los juristas de ahora, con sus másters de tronío?
Con los dos ejércitos -PSOE y PP- en formación de combate la negociación es imposible. Cada cual cuenta entre sus filas a fraternos enemigos dispuestos a devorarle al primer descuido. Feijóo tendría imposible gobernar porque mientras no conste lo contrario Vox es letal como aliado y los cuatro escaños eventuales que le faltan ya están en las filas del adversario. Sánchez puede arramblar con todo porque es lo suyo: progresista con Sumar; compadre del nacionalismo vasco -que se exhiban de izquierda o de derecha es un detalle sólo detectable en la indumentaria- y federalista con la Cataluña que necesita, porque ahí el éxito se mide por el arte de decir muchas cosas y luego esperar que la realidad mejore sola -al fin y al cabo los socialistas catalanes son ahora mismo el primer partido de la Comunidad y lo que deben hacer es estar callados. El valor del silencio en Cataluña es muy distinto que en Euskadi. El votante catalán vacilante ejerce de exaltado pero inofensivo hasta que se lo cree y entonces pasa de la nada a profeta; ocurrió con Companys, Pujol, Maragall, Montilla, Mas y amenaza con repetirse.
En la tesitura en la que se ha metido el país tras las elecciones, cualquiera de los dos gobiernos posibles está lastrado. No por los retos que ha de abordar inevitablemente sino por su propia ambición de poder a cualquier precio. Entre el filo de las navajas por las que han de deslizarse para mantenerse y la exigencia de que la ciudadanía exprese con su voto el rechazo a lo que nos amenaza, está la opción de volver a las urnas. Y en Navidades, para acabarlo de joder. La razón más poderosa para recomendarla es que ningún partido la quiere. Prefieren el filo de la navaja al riesgo de asumir que necesitan alguna otra razón para convencer a los votantes.
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