La marea siempre devuelve los cadáveres de los ahogados. También lo hace la política. Unas veces tarda, a consecuencia de las corrientes marinas; otras, los cadáveres o los escándalos, que pretendían esconderse en el fondo del mar como las llaves del Matarile, reaparecen en la playa equivocada.
La operación Kitchen, con el comisario Villarejo al fondo, es un buen ejemplo. Sabemos, al menos desde los hermanos Amedo en adelante, que los policías de confianza desconfían de aquellos que les requieren para servicios muy especiales y que procuran garantizarse el descenso a los rastros que les blindarían si cambiaran las tornas. Así que, cuando el juez del caso, Manuel García Castellón, vuelve de vacaciones y levanta el secreto del sumario aparece el revés de la trama que había depositado ante notario Francisco Martínez, el Secretario de Estado de Seguridad y mano derecha del entonces ministro del Interior pepero Jorge Fernández Díaz.
Todo esto sucedió en las páginas del periódico semanal AHORA, correspondiente al 16 de septiembre de 2016, hace ahora cuatro años. Bien oiréis lo que escribía su editor: que la perrita Lola, mascota inseparable del ministro del Interior en funciones, Jorge Fernández Díaz, carece de adiestramiento para detectar fajos de billetes en papel moneda y, por eso, no hizo la muestra cuando el inspector José Ángel Fuentes Gago, jefe del comando patriótico, apareció portando un maletín cuyo doble fondo disimulado alojaba un millón y medio de euros. Su destino era remunerar a una garganta profunda domiciliada en Ginebra a donde el inspector volaba a mediados en septiembre de 2014 en un avión de la policía. El propósito, un ajuste de cuentas irregulares de Xavier Trías, a la sazón alcalde de Barcelona por Convergencia Democrática de Catalunya (CDC) y candidato a la reelección en las municipales del 24 de mayo de 2015. Invalidad de modo súbito a Trías valía la pena, pero la información resultó ser falsa de toda falsedad y, más grave aún, por completo inútil.
El caso es que Martínez hizo constar que su grandísimo error en el ministerio fue ser leal a miserables como Jorge [Fernández Díaz], Rajoy o Cospedal.
La rectificación firmada por Francisco Martínez era de una dureza sin concesiones, fue publicada sin rechistar y si en estos momentos se volviera a leer causaría rechifla general, como diría Luis María Anson. El caso es que Martínez hizo constar que su grandísimo error en el ministerio fue ser leal a miserables como Jorge [Fernández Díaz], Rajoy o Cospedal. Por si el mensaje no fuera suficientemente claro, Martínez le dice al cura Silverio Nieto, un fontanero de probada habilidad en asuntos tan delicados como los de la pederastia eclesiástica, que lo tiene todo muy claro y muy fácil de probar. Aunque le asegura que es lo último que querría hacer, sin aducir ignorancia alguna sobre la capacidad de deflagración del explosivo que ha depositado en la notaría y subrayando “la exigencia de la defensa de que se entreguen en el juzgado las actas notariales [suyas] en las que constan los mensajes recibidos a lo largo de 2013 y 2014, con instrucciones muy claras y explícitas sobre los supuestos operativos policiales de las que trata todo esto”.
Asombra, en todo caso, que, persona mayor en edad, saber y gobierno con premio extraordinario fin de carrera y número uno de la oposición al cuerpo de Letrados de las Cortes, ignore las limitaciones del principio de la obediencia debida que para nada eximen de responsabilidad, ni siquiera en el ámbito de las Fuerzas Armadas cuyo factor de cohesión es la disciplina. Porque después de los procesos de Nüremberg de 1945 es sabido que en los ejércitos “si las órdenes entrañan la ejecución de actos constitutivos de delito, el militar no estará obligado a obedecerlas”, según establecen las Reales Ordenanzas. Continuará.
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