Opinión

La lección que Laporta aprendió de Roures: denunciar a los periodistas que incomoden

Laporta ha emprendido la típica acción censora de los dictadores que se intentan camuflar bajo una policía o una guardia pretoriana

Siempre ha existido cierta tendencia injustificada a considerar como cierto todo lo que figura en negro sobre blanco, quizás porque las sociedades religiosas se educan con el sagrado respeto a las escrituras y eso condiciona la psique sobre todo lo demás. Vaya usted a saber. El caso es que todos los días se publican grandes mentiras y medias verdades en los periódicos y eso no es nuevo. Hay una escena de la película Primera Plana que ilustra al respecto. Muestra la forma en la que un reportero y su jefe preparan la cobertura de la ejecución de un reo. El responsable del diario dice: “Quiero las últimas palabras de Williams (el condenado) mientras sube los 13 peldaños (de la horca). Que sea algo fuerte y potente. Y si no las sabes, te las inventas”.

Del mismo modo que hay periodistas que acostumbran a mentir, existen personas –con más o menos poder- que suelen hacer todo lo posible porque no se cuente la verdad. Por eso, cada vez es más común la práctica del SLAPP, es decir, la que consiste en demandar a los medios de comunicación y a sus informadores para que no aborden determinados temas.

Llegados a este punto, conviene meterse en la piel del ‘plumilla’ que acostumbra a escribir de un determinado sector empresarial y al que un buen día le remiten un burofax con un escrito de rectificación o una demanda de una compañía que factura decenas de millones de euros; o de un magnate que tiene todo el dinero y el tiempo del mundo para litigar y llevar al periodista, y a su medio, hasta el Tribunal Supremo si es necesario.

Eso provoca que, en no pocas ocasiones, se publiquen escritos de rectificación, íntegros, sobre informaciones que no son falsas. O, al menos, que tienen apariencia de veracidad. Así se hace con el objetivo de evitar la posterior demanda.

A veces, la denuncia llega pese a todo y se inicia una batalla judicial que condiciona al periodista de una u otra forma. Como mínimo, porque le mantiene con la incertidumbre de la resolución de un litigio durante un tiempo determinado.

Joan Laporta y 'el buen patrón'

Un gran especialista en esta técnica es Jaume Roures, que ha demandado a no pocos periodistas durante los últimos años. El caso más conocido es el de Pere Rusiñol, quien trabajó para él en el diario Público y al que trató de acallar con alguna denuncia que causaba sonrojo. El portal ADSLZone, especialista en información sobre telecomunicaciones, criticó en su día los fallos técnicos de su portal de deporte online Totalchannel. Ni corto ni perezoso, el magnate barcelonés presentó una demanda, de largo recorrido en los tribunales y final feliz para los demandados, afortunadamente.

El presidente del FC Barcelona, a quien prestó su aval hace algo más de un año, ha decidido copiar la misma estrategia y ha comenzado a presentar denuncias contra algunos periodistas y medios de comunicación, a los que acusa de difamar a la entidad azulgrana durante la cobertura del ‘caso Negreira’.

“El objetivo es defender por encima de todo la honorabilidad del club y la legitimidad de sus éxitos deportivos, que están siendo cuestionados constantemente desde que estalló el escándalo”, subraya el diario Sport al hacerse eco de esta noticia, con una línea similar a la de Mundo Deportivo. Prensa crítica y prensa aguerrida. Y, sobre todo, prensa contagiada de ese especial carácter de la Cataluña contemporánea que dicta que, ante las evidencias de que algo no va bien, lo suyo es despotricar contra Madrid, contra el Estado opresor y contra quien denuncia los dislates y tropelías. Sean presuntos o sean fehacientes.

Por si fuera poco, Laporta ha habilitado una dirección de correo electrónico para que los socios del equipo remitan todas aquellas informaciones que consideren que afectan a la imagen y al honor del Barça. En definitiva, ha emprendido la típica acción censora de los dictadores que se intentan camuflar bajo una policía o una guardia pretoriana.

Algo huele a podrido...

La sinfonía que interpretan estos días desde el club suena desafinada. Y cada día más porque Laporta todavía no se ha dignado a explicar el porqué hicieron falta pagos de 7 millones de euros para garantizar ‘la neutralidad’ de los árbitros; o el porqué se dejó de pagar a Negreira en 2018, cuando dejó de ser vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros. ¿Y por qué la Junta de Laporta aumentó (presuntamente) la facturación a las empresas de Negreira cuando llegó al poder?

Dado que la investigación avanza, las filtraciones de documentos son imparables y la situación cada vez parece más embarazosa para los dirigentes azulgranas –y dado que la prensa deportiva ADULADORA parece quedarse corta-, la estrategia del club pasa ahora por anunciar decenas de demandas a informadores y analistas. Es decir, por intentar callar a críticos y traidores. ¿De verdad confía el club en salir airoso de estas acusaciones a la vista de su actitud ofensiva con los periodistas?

Todo esto está inventado y este tipo de demandas no suelen llegar a ningún sitio. Sin ir más lejos, El Confidencial ganó hace unos días la multimillonaria demanda que le metió en su día Iberdrola para tratar de silenciar a sus periodistas. Sin embargo, esta estratagema merece ser censurada. Porque Laporta, que es independentista y que encabezó un partido ridículo –con actriz porno como ‘imagen’-, lanzó en varias ocasiones soflamas contra el Estado, ante sus carencias democráticas, ahora ha emprendido una batalla en la que trata de neutralizar las críticas del cuarto poder.

Dirá que sólo intenta frenar las difamaciones. La realidad es otra. La realidad es que ha tenido el típico deje de dictador acorralado y profundamente preocupado. Eso es.

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