Esta semana las autoridades californianas intervinieron el First Republic Bank y llegaron a un acuerdo con el JPMorgan Chase para que se hiciese con sus activos y depósitos. Por estos lares el First Republic no era un banco conocido. Se trataba de una entidad con presencia sólo en EEUU, especialmente en California, lugar donde fue fundado hace casi 40 años, en 1985, por un tipo llamado Jim Herbert. Estaba especializado en banca privada y en los últimos 15 años había cambiado varias veces de manos. En 2007 lo compró Merrill Lynch, tres años más tarde, ya en plena crisis financiera, el Bank of America se quedó con Merrill Lynch, pero no estaba interesado en First Republic así que se lo vendió a un grupo de inversores entre los que se encontraba el propio Herbert. Dos años después volvió a salir a Bolsa y se orientó a la gestión de grandes patrimonios, es decir, en atraer a clientes ricos y darles un servicio de la máxima confianza.
El año pasado esos clientes tan lucrativos empezaron a largarse. En febrero la situación era ya alarmante, lo que les obligó a remunerar mejor los depósitos. Pero ya era tarde, unos días después un terremoto sacudió la banca californiana. Quebraron dos bancos en cadena: el Silicon Valley Bank y el Signature Bank. La quiebra del primero se debió a lo expuesta que la entidad estaba con las start-ups de la bahía de San Francisco. Tan pronto como les empezó a ir mal el negocio, le fue mal a su banco.
El Silicon Valley era un banco pequeño comparado con el First Republic, cuyos activos rondaban los 230.000 millones de dólares a mediados del mes pasado. Esto ha convertido su quiebra en la segunda mayor bancarrota bancaria de la historia de EEUU tras la del Washington Mutual en 2008, que, por cierto, también terminó tras su quiebra en manos de JPMorgan Chase. La crisis bancaria de marzo fue letal para el First Republic, perdió más de la mitad de sus depósitos, alrededor de 100.000 millones en solo unos días, pero los problemas del banco venían de antes.
Lo que ha acabado con ellos han sido las sucesivas subidas de tipos de interés de la Reserva Federal, algo que llevó a los depositantes a buscar mejores rentabilidades en otros lugares. La Fed empezó a subir los tipos hace poco más de un año, en marzo de 2022 Jerome Powell se los llevó del 0 al 0,25%, en mayo subieron al 0,75%, en junio al 1,5%, en junio al 2,25%, en septiembre al 3%, en noviembre al 3,75%, en diciembre al 4,25%, en febrero al 4,5% y en marzo de este año al 4,75%.
A principios de año en el First Republic confiaban en que podrían retener a la mayor parte de su clientela. A fin de cuentas, era un banco de confianza. Esos clientes valoraban más el trato personal que unas décimas más de interés en sus depósitos. Ese era su modelo de negocio. Atraían gente con dinero y les daban un servicio personalizado. Esa misma gente se lo recomendaba a los amigos y así había ido creciendo. Los intereses que pagaban eran muy bajos, pero con los tipos al 0% ningún otro banco podía ser generoso en ese aspecto. Lo que hacían en el First Republic era financiar hipotecas con los depósitos. La hipoteca media les dejaba un 3% de interés, mientras que sólo remuneraban un 0,12% de interés promedio por los depósitos. No eran hipotecas de riesgo, casi nunca tenían impagos porque el First Republic era un banco para gente de clase media alta para arriba.
La gente que gana mucho dinero no sabe qué hacer con él una vez cubiertas las necesidades básicas como una buena casa, un buen coche, universidad de pago para los hijos y vacaciones anuales
En un mundo de tipos de interés por los suelos este modelo de negocio era muy rentable. Los beneficios de First Republic se multiplicaron cuatro durante la década pasada. El banco se convirtió en uno de los 20 más grandes del país y cotizaba incluso por encima que el JPMorgan Chase o el Bank of America. Estos dos bancos, los más grandes de Estados Unidos, trataron de copiarles abriendo sucursales en barrios selectos de las principales ciudades. Su planteamiento era sencillo. La gente que gana mucho dinero no sabe qué hacer con él una vez cubiertas las necesidades básicas como una buena casa, un buen coche, universidad de pago para los hijos y vacaciones anuales. Ese dinero lo dejan en el banco, un banco en el que les trate como ellos se merecen, con deferencia y dedicación personalizada.
Uno de los lugares del mundo donde más dinero hay es la bahía de San Francisco. Allí la industria tecnológica ha fabricado fortunas inmensas como las de Elon Musk, Mark Zuckerberg o los fundadores de Google, pero también fortunas muchísimo más modestas, pero suficientes como para dejar un excedente mensual considerable. Los directivos de esas start-ups tienen buenos salarios que rondan los 250-300.000 dólares anuales, una cantidad de dinero que da para ahorrar bastante a poco que uno se dedique a trabajar y no tenga vicios caros.
Uno de sus clientes fue el propio Mark Zuckerberg, que les pidió 6 millones de dólares en 2012 para comprarse una mansión. Se los dieron encantados a un tipo de interés de risa: sólo un 1,05%
A esos directivos les concedían hipotecas a tipo bajo y fijo para comprar sus casas. En ese momento ya los tenían dentro porque el servicio era tan bueno que el cliente que entraba ya no se iba. El banco llegó a firmar acuerdos con empresas de la bahía para ofrecer condiciones ventajosas a sus empleados. A los empleados de Google les llegaron a dar un cheque regalo de 2.000 dólares sólo por abrir una cuenta con ellos. En Facebook fueron más lejos, abrieron una sucursal dentro de la sede central de Meta en Menlo Park. Uno de sus clientes fue el propio Mark Zuckerberg, que les pidió 6 millones de dólares en 2012 para comprarse una mansión. Se los dieron encantados a un tipo de interés de risa: sólo un 1,05%.
Todo iba como la seda. El banco tenía buena fama y se había especializado en el nicho de mercado más rentable, algo parecido a lo que ha hecho Apple con los teléfonos móviles o Tesla con los automóviles. Eso les empujó a abrir sucursales en otras partes de EEUU donde había también mucho dinero. En su mejor momento llegaron a tener 93 oficinas por todo el país. Abrieron sucursales en Florida, en Nueva York y en Massachussets buscando siempre zonas de clase alta. La fama les precedía. Era un banco para quienes la vida les sonreía. Una vez se convertían en clientes un gestor se preocupaba de ellos de forma personalizada.
Pero su modelo de negocio dependía de que los tipos fuesen bajos. Eso les permitía conceder hipotecas a tipos muy bajos y, a la vez, remunerar muy mal los depósitos. Cuando el año pasado empezaron a subir los tipos no se preocuparon. Pensaban que el ajuste iba a ser pequeño y muy gradual como el que la Fed hizo entre 2015 y 2018, cuando pasaron del 0% al 2,25%, pero se equivocaban, esta vez la Fed iba mucho más en serio. De repente se encontraron con que los bonos del Tesoro estaban dejando un 4%, ante eso ni el mejor servicio al cliente del mundo serviría para convencer a sus clientes de que se quedaran con una cuenta corriente cuya rentabilidad es del 0,1%.
Los clientes, a quienes no les gustaba eso de no ganar nada con sus depósitos, comenzaron a llevarse su dinero. Al final, su relación con el banco no era personal, sino financiera, aunque unos y otros creyesen lo contrario
Fue ahí, entre finales del año pasado y principios de este cuando empezó la fuga de clientes. A finales de 2022, el banco tenía 176.400 millones en depósitos, el 68% de los cuales excedía el límite de seguro de 250.000 dólares que ofrece de la Corporación Federal de Seguros de Depósitos (el equivalente en España al Fondo de Garantía de Depósitos). Esto significaba que los clientes no podrían recuperar su dinero si el banco quebraba. Para retener depósitos empezaron a tentar a sus clientes con tipos más altos, pero eso tenía un coste alto e incompatible con su modelo de negocio. Recordemos que el First Republic concedía hipotecas elevadas a tipos bajos y fijos para atraer clientela. Podían subir el interés sobre los depósitos, pero no el de la mayor parte de sus hipotecas. A diferencia de otros bancos, no trabajaba otros productos para compensar como créditos consumo, créditos para la compra de un vehículo o tarjetas de crédito.
En 2022, más de la mitad de los créditos concedidos por el First Republic eran hipotecas sobre viviendas con una tasa de interés promedio de 2,89%. El aumento de los tipos rebajó unos 22.000 millones de dólares de su valor de mercado. A principios de 2022 la acción del FRB se pagaba por encima de los 200 dólares, a principios de este año estaba ya en unos 120 dólares, un 40% menos en un año. Los clientes, a quienes no les gustaba eso de no ganar nada con sus depósitos, comenzaron a llevarse su dinero. Al final, su relación con el banco no era personal, sino financiera, aunque unos y otros creyesen lo contrario.
En ese momento se produjo el pánico bancario del mes de marzo. Ahí se vino todo abajo. Los depositantes con más de 250.000 dólares eran los más expuestos. La fuga se aceleró. Los directores de las sucursales se pusieron en contacto con los mejores clientes para convencerles de que no todo iba bien, pero no sirvió de nada porque el banco emprendió un calvario bursátil que ha durado casi dos meses. El 8 de marzo, día en el que quebró el Silicon Valley, la acción del First Republic se pagaba a 115 dólares, cinco días después se pagaba a sólo 31 dólares. A principios de abril ya sólo valía 14 dólares.
El 16 de marzo, un grupo de grandes bancos acordó depositar 30.0000 millones en el First Republic para evitar su caída. No fue suficiente. La salida de depósitos se aceleró obligando al banco a asumir la bancarrota como algo inevitable. Ésta llegó este lunes 1 de mayo. El caballero blanco ha sido JPMorgan Chase, que se queda con los 92.000 millones en depósitos que aún había en la caja. También se queda con casi todos sus activos, concretamente con 173.000 millones en préstamos y 30.000 millones en valores. La Corporación de Garantía de Depósitos compartirá las pérdidas con JPMorgan Chase en los préstamos. Las 84 sucursales que quedaban abiertas se integrarán en la red de JPMorgan.
Es probable que en unos meses nadie se acuerde de First Republic Bank porque ya nadie se acuerda del Silicon Valley. El origen de su quiebra ha sido el mismo, los años de dinero fácil proporcionado alegremente por la Reserva Federal. Hace dos meses muchos eran los que advertía que el Silicon Valley no sería el único en irse a pique y así ha sucedido. Los tipos de interés al 0% lo distorsionaron todo así que, en cuanto han subido, el castillo de naipes se ha venido abajo.
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