Opinión

Lenguas y escarnio

Se sienten superiores quienes tienen más, quienes creen ser más listos (pues los sabios son humildes) y quienes ostentan un cargo político. Les encanta exhibir ufanos su poderío. Gente que no puede presumir de eso, pasan el honor a sus

Se sienten superiores quienes tienen más, quienes creen ser más listos (pues los sabios son humildes) y quienes ostentan un cargo político. Les encanta exhibir ufanos su poderío. Gente que no puede presumir de eso, pasan el honor a sus hijos, y hablan de lo que ellos han conseguido, casi siempre por encima de lo que realmente conservan. Pero como los hijos cada vez están menos interesados en destacar, gente que ya no puede presumir de nada se inventa la pertenencia a algún club para darse brillo: un chiringuito subvencionado, una peña hortera, un colectivo protegido, un escudo naif, una bandera grotesca... Y si no consigue nada de eso, el recurso es hacerse nacionalista para que se dispare el ego como un misil.

A los nacionalistas les importan un bledo sus lenguas, pero les sirven como escudo cómico y lanza burlona para sentirse superiores. Vascos y catalanes independentistas (que no lo son todos) serían nada sin la lengua española, pero transforman las suyas, aunque no todos las hablen, en señas de identidad con intención de rebajar a quienes solo hablan español.

La mayoría de las lenguas del mundo no son autónomas: el tártaro necesita al ruso, el bretón al francés, el siciliano al italiano, el catalán al español, el vasco al español, el gallego al español

La lengua es una excusa, pero marca una frívola identidad que se han empeñado en utilizar para fustigar a la España que, siendo inferior, oprime a los nacionalistas, que son, según creen, superiores.

La lengua española se autoabastece, no necesita apoyos. La mayoría de las lenguas del mundo no son autónomas: el tártaro necesita al ruso, el bretón al francés, el siciliano al italiano, el catalán al español, el vasco al español, el gallego al español… Excepto en el circo y en Las Cortes.

Todo el mundo sabe, pero la Lehendakaritza, la Generalitat y ahora Moncloa ignoran, que lo que sucede con las lenguas en España es una opereta de payasos que el nacionalismo ha elegido como fusta, y la izquierda, torpe y perezosa, se deja llevar. Y como no existen voces capaces de derribar el chiringuito del nazionalismo (con z) lingüístico, aquí estamos en el parlamento más choni, el que va a utilizar cuatro lenguas (el valenciano y el asturiano no lo contemplan) entre 350 diputados que tienen como lengua principal al español para contentar a la peña nacionalista a cambio del apoyo a un presidente socialista y manipulador, el último o penúltimo de Europa. Somos, como siempre, la excepción.

A partir del año 1452, el castellano fue el idioma deseado por toda la península ibérica de la misma manera que a partir de 1861 el italiano fue el más deseado en la Italia unificada

El patrimonio lingüístico de Italia es muy diverso. El italiano, que procede como el español del latín hablado, se desarrolló en Toscana, y se llamó toscano por la misma razón que el español tuvo por nombre castellano.

Desde el siglo XIV y hasta el XIX, la lengua de la Toscana fue, junto con el latín, la principal en la literatura, la cultura y la administración. Y lo mismo sucedió con la lengua de Castilla. A partir del año 1452, el castellano fue el idioma deseado por toda la península ibérica de la misma manera que a partir de 1861 el italiano fue el más deseado en la Italia unificada. Por entonces solo lo hablaba el 15% de la población, pero se extendió como la espuma por razones obvias. Hoy es lengua materna del 95 % de los italianos, unos 58 millones, de los que el 44% son monolingües de italiano, el 5% monolingües de otra lengua y el 51% ambilingües, es decir, alternan en el día a día el italiano y otra de las decenas de lenguas herederas del latín que sobreviven: el napolitano (11 mill), siciliano (8 mill), lombardo (7 mill), véneto (3,3 mill), sardo (1,3 mill), emiliano-romañol (1,2 mill), friulano (0,7 mill) y algunas más de menor cuantía de hablantes, pero no por ello menos respetables.

En España el cálculo es más difícil porque solo la Generalitat y la Lehendakaritza hacen encuestas lingüísticas, pues otras entidades tienen prohibido intervenir en el recuento. Podemos calcular, si confía el lector en las cifras que deduzco, que son algo más de dos millones de gallegos, unos cinco millones y medio de catalanes, un millón y medio de valencianos y medio millón de las islas Baleares, así como algo más de medio millón de vascos. Si la población de España es de unos 48 millones, unos diez millones son, además de hablantes de español como lengua propia, y muy propia, usuarios de catalán, gallego, valenciano o vasco y un poquito de asturiano. El 20% de los españoles es ambilingüe, mucho menos que los italianos. Pero en Italia nadie monta cirios porque, inspirados en la razón, entienden que hablar una u otra lengua es algo accidental.

Lo que quiero decir es que en España hasta ahora solo se reían de nosotros los monolingües ese grupo rancio de nacionalistas xenófobos, pero ahora han extendido el negocio y se une a ellos el presidente de la nación y su séquito. Escarnio generalizado. Y el Parlamento, todo serio, se babeliza para dar continuidad y coba a la farsa nacionalista.

Progres nacionales y fachas regionales, tirios y troyanos, apoyan el uso carnavalesco de las lenguas regionales. Y no lo hacen por el derecho a utilizarlas, que eso no lo discute nadie, sino como armas independentistas

Fueron los movimientos sociales de izquierda, y no la burguesía, quienes contribuyeron a la unificación lingüística. En Francia, la Revolución puso los medios para que toda la nación hablase francés, que era la lengua más útil para la escolarización. En Italia, los sindicatos promovieron la alfabetización y el uso del italiano.

Somos los más bobos de Europa. Progres nacionales y fachas regionales, tirios y troyanos, apoyan el uso carnavalesco de las lenguas regionales. Y no lo hacen por el derecho a utilizarlas, que eso no lo discute nadie, sino como armas independentistas. Se trata de dar un paso hacia atrás en manos de quienes se ríen en las narices de todo aquel que no apoya sus estrafalarias consignas. Europa no podrá aceptar lenguas de hablantes ambilingües porque entonces sí sería un caos.

Al sur de los Pirineos, tantas veces retrasados, somos una excepción en manos de un magma aglutinado de ultraderecha, socialismo y ultraizquierda, también retrasado, capaz de avanzar hacia la fragmentación de más de cinco siglos de unidad nacional.

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