Llegó el día. El Partido Socialista está dando un golpe al Estado de Derecho en el Congreso de los Diputados. Facilita la traición la presidenta Francina Armengol, enemiga declarada de la unidad nacional. Proponen una amnistía que desautoriza al Tribunal Supremo y convierte en héroes a los delincuentes que dieron el golpe de Estado de 2017. Los villanos serían el Rey, los jueces, los policías, los agentes del CNI, los diputados que se oponen y la gran mayoría de los españoles alarmados al ver la Constitución en peligro.
Lidera el golpe un presidente de Gobierno que, de tanto mentir, ha perdido el derecho a ser escuchado. Es el mismo que en su primera autobiografía dejó escrito: “Ahora se llaman fake news, pero siempre se llamaron bulos. Uno de los más dañinos que he sufrido en mi vida política, y ha habido varios, fue el que se difundió aquel verano de 2016 y que aseguraba que yo estaba dispuesto a pactar con los independentistas e incluso a formar gobierno con ellos”. A tramposos como él se refería Montaigne cuando escribió “quien falsea la palabra traiciona la relación pública”.
Si la gente tragó con los indultos, por qué no con la amnistía, reflexiona nuestro César. Tal vez Sánchez no ha entendido qué significa “la gota que colma el vaso”, pero todas las encuestas desvelan qué música está sonando en la plaza pública. El PSOE, embarcado con sus socios hacia una deriva confederal contra la España constitucional, está muerto y bien muerto. Incapacitado para promover políticas de Estado, en un país que las necesita con urgencia, es ya un cadáver político. No sé qué organización representará en el futuro a los electores de centroizquierda, pero no será el Partido Socialista. Con la amnistía, los socialistas están firmando su acta de defunción.
Los socialistas han regalado toda la centralidad política al líder del PP y caen en el ridículo cuando califican como “progresista” la jaula de grillos de la que dependen para seguir en el poder
Para el país, en tanto este tinglado continúe, la inestabilidad que espanta inversiones y provoca ruina está asegurada. El PSOE, encadenado a una red de chantajes de independentistas, bildutarras, comunistas y anticapitalistas varios, podrá seguir en el gobierno un año más, o cuatro, pero no podrá gobernar. Los pactos de la amnistía le apartan irremediablemente de la centralidad política que domina el mapa político de la Europa más próspera y estable. Basta comparar con el Partido Laborista del Reino Unido que, recuperado el espacio de centroizquierda tras expulsar del partido al populista Jeremy Corbyn, ahora domina todas las encuestas, doblando a los conservadores. A su vez, la victoria reciente de los demócratas en Polonia fue protagonizada por la Coalición Cívica, de centroderecha. Son liderazgos nacionales moderados, a derecha o a izquierda, los que pueden librar a los europeos de las alternativas demagógicas y frentistas.
Como el socialista británico Keir Starmer y el popular polaco Donald Kust, Núñez Feijóo representa hoy la única opción real de liderazgo para sacar a España del barrizal en el que está atascada. Los socialistas han regalado toda la centralidad política al líder del PP y caen en el ridículo cuando califican como “progresista” la jaula de grillos de la que dependen para seguir en el poder, nacionalistas supremacistas incluidos. Organizan una coalición de chantajistas con un único interés común, que no gobierne Feijóo. Oí cómo lo argumentaba un típico tertuliano del activismo sanchista: “eso del relator es poco estético, pero peor es que gobierne la derecha”. No hay más.
Es un error fatal responder al golpismo en clave derecha-izquierda. El éxito del cambio en Polonia se explica por el consenso para apoyar un liderazgo democrático incuestionable, asumible para electores del centroderecha y del centroizquierda. Los del “toda la izquierda es igual” no saben cuánto refuerzan las falacias del sanchismo, facilitando por reacción la cohesión electoral tribal, no racional, que sirve para alargar la pesadilla Sánchez. Nunca un presidente de gobierno fue tan débil y un líder de la oposición, tan fuerte, pero conviene tener presente que del tramposo Sánchez nunca te puedes fiar.
Sánchez y sus publicistas llegan al máximo nivel de absurdo cuando afirman que en España existe lawfare. Como es habitual, Junts los ridiculiza al recordarles qué han firmado en Ginebra
La debilidad del populismo sanchista se puede detectar en el agotamiento narrativo de sus sistemas de propaganda. La defensa que están haciendo de la ley de amnistía suena a hueco y expresa desconcierto. Los relatos justificativos nacen muertos y el nivel de las argumentaciones provoca vergüenza ajena. El PSOE estaría, según ellos, negociando en Suiza, como Aznar o González con ETA; esta amnistía sería equiparable a la de la transición a la democracia de 1977; podría compararse, dicen, a las amnistías fiscales de gobiernos socialistas y populares; explican que la entrada en la OTAN con Felipe supondría un antecedente del paso valiente que ahora da Pedro. ¡Santo cielo!
Las cámaras de eco, con El País y La Vanguardia abanderando, tiran de comparación tramposa con países europeos. Como ha demostrado con paciencia pedagógica la constitucionalista Teresa Freixes, es pueril pasar por alto que se trata de marcos jurídicos diferentes. Por ejemplo, en Portugal, donde tipifican como amnistía lo que aquí es indulto. Y así, todo. Sánchez y sus publicistas llegan al máximo nivel de absurdo cuando afirman que en España existe lawfare. Como es habitual, Junts les ridiculiza al recordarles qué han firmado en Ginebra. “La cúpula judicial comparecerá en el Congreso para explicar los casos de lawfare contra el independentismo”, Turull dixit.
Ahora, el mayor peligro lo representan los habituales comerciales de la equidistancia. Asumirán como inevitables los pactos de la amnistía y propondrán pasar página por el bien del país. Ejercerán de normalizadores de oficio e interpretarán la degradación institucional provocada como una gripe pasajera. Y vuelta a empezar con los “nunca lo haré” del tramposo Sánchez. Estamos advertidos.
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