Opinión

Liberales, los nuevos parias

La pereza imaginativa hace que lleguemos a creer en un mundo donde las democracias han triunfado, Fukuyama y todo eso

Los reaccionarios y los revolucionarios woke son primos. Pero eso ya lo sabíamos. Ambos desprecian la libertad, o están dispuestos a negociar con ella, y piensan que Occidente ha convertido el mundo en un gigantesco montón de mierda y por lo tanto tiene que pagar su deuda imperialista. Y los liberales, al paredón. La cultura liberal es más débil que nunca, por eso ahora es el momento de ajustar cuentas. Nada excita más la rabia que un hombre caído. Ya odiado por su antiguo dominio, Occidente ahora es despreciado por su declive.

Conocemos mejor a los revolucionarios. La mente del revolucionario moderno ha sido el tema de grandes obras literarias. Pero el reaccionario todavía tiene que encontrar a su Dostoievski (desde Los endemoniados en realidad no se ha dicho nada nuevo). Pero hay un personaje literario que encarna las similitudes entre el revolucionario y el reaccionario. Este personaje es Leo Naphta, de La montaña mágica, una creación muy lograda de Thomas Mann, un judío tuberculoso convertido al catolicismo que se transforma en un sacerdote jesuita para acabar siendo comunista, aunque también podría haberle dado por ser nazi o pacifista morada.

Tanto el búnker de la izquierda woke como los reaccionarios van a la contra de Occidente. Los ecologistas apocalípticos, los enemigos de la globalización, los comunistas, los nacionalistas, las charos, la derecha de los malotes. ¿Quién es nuestro enemigo? No las dictaduras ni las autocracias sino el régimen que nos otorga la máxima autonomía y libertad. Algunos son comunistas que nunca han tenido novia y otros son los perfectos novios de derechas que nuestras abuelas de derechas sueñan para sus nietas en un nuevo orden mundial gobernado por Putin. Estos son nuestros camaradas rusos, ya digo, en Occidente.

Algunos son comunistas que nunca han tenido novia y otros son los perfectos novios de derechas que nuestras abuelas de derechas sueñan para sus nietas en un nuevo orden mundial gobernado por Putin

Estos dramas ideológicos nos llevan a una conclusión contraintuitiva, lo que viene siendo un misterio místico. Los extremos piensan parecido. Ambos tienen el mismo control firme sobre la imaginación histórica, están bastante ideologizados y atentan contra los pilares de la democracia liberal, como la libertad de expresión, que no es lo opuesto a la censura solamente, sino también a la manipulación de la burda propaganda del Kremlin. En la extrema izquierda y en la extrema derecha puede coincidir un mismo odio al Estado, las instituciones, la ley y la democracia. Aún detestándose mucho, se parecen en sus odios, lo cual es un pensamiento modesto, pero coherente.

No había visto propaganda más burda y poco sutil desde que Sánchez achacó a Putin el precio de la luz. Tendríamos que reivindicar la propaganda como un género literario

Lo que nunca se me había ocurrido, ya ves, si es que soy tonta, es que los del búnker de izquierda son pacifistas, o sea hippies… quieren matar a los liberales de muerte natural. Total, todo está tan revuelto que se admite cualquier cosa. Es el clima ideal a modo de los stendhalianos, que deambulan mezclados con su propia fábula. La fábula de la propaganda de la Madre Rusia es maravillosa, ayer Lavrov decía que Rusia no había atacado a Ucrania. En la película Luz de gas nos lo explicaban, los manipuladores consiguen hacerte dudar de la propia realidad. Los americanos lo llaman gaslighting. No había visto propaganda más burda y poco sutil desde que Sánchez achacó a Putin el precio de la luz. Tendríamos que reivindicar la propaganda como un género literario, pues ya con la pandemia algunos se aficionaron mucho. Pero esto no es propaganda, es política, me comenta un espíritu un poco basto, de esos que piensan que el pescado no puede beberse con vino tinto. La pereza imaginativa hace que lleguemos a creer en un mundo donde las democracias han triunfado, Fukuyama y todo eso. El individuo debe salvarse, si no la vida no tiene sentido.

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