Decir que la inflación en Estados Unidos está desbocada ya no es noticia. El dato de marzo la sitúa ya en el 8,5% interanual, la tasa más alta en cuatro décadas, y todos miran a la Reserva Federal para que haga algo. Pues bien, la Reserva Federal quiere hacer algo. Se propone nada que menos que acometer una tarea que hasta la fecha nunca ha funcionado: reducir notablemente la inflación sin que se incremente de forma significativa la tasa de desempleo.
Los analistas del banco central creen que eso es posible con pequeñas subidas de los tipos de interés que vayan desacelerando la demanda lo suficiente como para amainar los ímpetus a una economía sobrecalentada desde hace más de un año. No parece fácil, incluso la actual secretaria del Tesoro y ex gobernadora de la propia Fed, Janet Yellen, ve riesgo de fracasar en el intento. Cree que requerirá mucha habilidad y una gran dosis buena suerte según dijo la semana pasada en una rueda de prensa.
La realidad es que, en sus cien años de historia, la Fed nunca ha bajado la inflación tanto como se propone hacerlo ahora (en más de 4 puntos porcentuales) sin provocar una recesión de por medio. Podría suceder, pero no dependerá sólo de la Fed, sino de una serie de factores que están fuera de su control y que no sabemos si se presentarán o no. Aún así, los analistas de la Fed pueden encontrar razones tanto para el optimismo como para la cautela en la historia del propio banco. Desde los años 40, la inflación ha repuntado hasta convertirse en algo preocupante y luego ha caído en siete ocasiones. Estos siete episodios sugieren que el escenario deseado ahora es teóricamente posible, aunque el riesgo de que la economía se deprima es muy alto, especialmente porque el banco está tratando de reducir una inflación ya disparada, en lugar de abordar el problema antes de que se disparase como hizo otras ocasiones.
Desde la Fed aseguran que pueden frenar esa demanda haciendo que los empleadores eliminen las vacantes sin despedir a los trabajadores existentes y controlar la inflación sin provocar una recesión
Si la Fed quiere aterrizar el avión de manera segura, el mercado laboral será clave. Por lo general durante una recesión el desempleo aumenta considerablemente. Con un 3,6%, la tasa de desempleo ahora es excepcionalmente baja y la demanda de trabajadores es tan intensa que las empresas no saben que hacer para rellenar sus plantillas. Desde la Fed aseguran que pueden frenar esa demanda haciendo que los empleadores eliminen las vacantes sin despedir a los trabajadores existentes y controlar la inflación sin provocar una recesión. Esto es lo que los economistas denominan un "aterrizaje suave".
El problema es que en el contexto actual un aterrizaje suave es complejo. Lo normal han sido los aterrizajes forzosos, con niebla y la pista mojada. A principios de la década de los 80 la inflación había superado los dos dígitos y todo iba mal en el país. El entonces gobernador de la Fed, Paul Volcker, elevó el tipo de interés a casi el 20% para frenar el aumento de los precios. Eso ocasionó un frenazo en seco que se cebó con el empleo. Poco después la que tuvo dos dígitos fue la tasa de desempleo. Se fue de un 6% en 1979 a un 10,8% en 1982.
Antes de eso Estados Unidos tuvo aterrizajes menos duros, pero también accidentados durante la década de los 50. En todos los casos estuvieron caracterizados por picos de inflación y recesiones de corta duración. Durante ese período la tasa de desempleo rara vez subió mucho, incluso cuando el PIB se contrajo. La década de los 70 fue mucho más movida. Se abortaron algunos aterrizajes por miedo al desempleo. La inflación subía y bajaba empujada por shocks externos como los embargos de petróleo de la OPEP en 1973 y 1979 y unos cuantos errores de política económica, entre los que se encontraron la negativa recurrente de la Fed a subir el tipo de interés cuando tocaba hacerlo por miedo a enfriar la actividad económica y empeorar las cosas.
También ha habido algún que otro aterrizaje suave, el último fue el de 1995. Alan Greenspan subió de golpe en febrero de ese año los tipos al 6% desde un 3% y, a pesar de ello, la tasa de desempleo siguió bajando. Sin embargo, a diferencia de 1995, la Fed hoy está tratando de reducir una inflación que ya es demasiado alta en lugar de evitar que aumente como lo hizo Greenspan en aquel entonces.
Ese tren lo dejó escapar Jerome Powell hace un año, cuando se vio que esto iba para arriba. Pero en lugar de eso decidió administrarse un calmante asegurando que la cosa era temporal y no había nada de lo que preocuparse. Que todo era por el fin de la pandemia y que volvería la normalidad tras el verano. Luego que tras el otoño, luego que tras las Navidades. Estamos en abril y esto sigue igual.
En la Fed quieren un aterrizaje suave, pero no le hacen ascos a algo más duro que cueste algunos puestos de trabajo. Antes de la invasión de Ucrania a finales de febrero Powell había advertido ya de subidas consistentes de tipos a lo largo del año. Llegó entonces la guerra y los nuevos confinamientos en China, que han disparado los precios y han perturbado aún más de lo que ya lo estaba la cadena de suministro. En resumen, que le han hecho la vida más difícil a la Reserva Federal.
Todo ese dinero creado de la nada se ha filtrado por toda la economía ocasionando que las familias y las empresas gasten el dinero más rápido
Entretanto, los precios han seguido subiendo. En términos interanuales lo hicieron un 6,4% en febrero y un 8,5% en marzo. Es muy probable que en abril y mayo la senda alcista se mantenga. No puede ser de otra manera habida cuenta de que la demanda está disparada. Tenemos por un lado unos tipos de interés muy bajos (0,5%) y por otro 6 billones y medio de dólares que ha inyectado el Estado en la economía para paliar los efectos de la pandemia. Todo ese dinero creado de la nada se ha filtrado por toda la economía ocasionando que las familias y las empresas gasten el dinero más rápido de lo que los agentes económicos pueden entregar bienes y servicios.
Esa expansión monetaria tan insensata, asistida de buenas intenciones, pero efectos predecibles es la responsable de la inflación actual y no la guerra en Ucrania o que haya escasez de semiconductores o problemas en los puertos por la falta de contenedores. El escenario con el que trabaja la Fed ahora es que los tipos suban hasta el 2,75% para finales del año próximo, justo por encima de lo que creen que es un tipo de interés que ni estimula ni frena el crecimiento. Recordemos que entre 2016 y 2019 fueron subiéndolos paulatinamente hasta tocar techo en 2018 con un tipo del 2,5%. Luego vuelta a bajar de nuevo para dejarlos casi a cero con motivo de la pandemia.
Con eso creen que la inflación caerá en torno del 2% en 2024, es decir, más de 4 puntos porcentuales en dos años y medio. Todo con un crecimiento del PIB que ronde el 2%-3% y un desempleo que no supere el 4%. El papel lo aguanta todo, incluso escenarios poco creíbles como este. Los optimistas creen que sólo podrían conseguir que la inflación se moderase tanto subiendo los tipos al 5% este mismo año, eso sí, a un coste mayor en términos de desempleo y crecimiento.
La Fed lo tendrá mucho más fácil si el precio del barril se modera, si acaba pronto la guerra en Ucrania y si la pandemia termina este año en todo el mundo. Todo eso podría suceder
Que la Fed tenga o no éxito dependerá de factores externos que están fuera de su alcance. No sabemos aún, por ejemplo, si la energía se abaratará en los próximos meses o seguirá por las nubes. No sabemos tampoco si a la subida de los precios le seguirá una subida equivalente en los salarios. Es una incógnita hasta dónde está dispuesto a llevar Xi Jinping la política de contagio cero que hoy mantiene a millones de personas confinadas en China y a las fábricas produciendo a medio gas. La Fed lo tendrá mucho más fácil si el precio del barril se modera, si acaba pronto la guerra en Ucrania y si la pandemia termina este año en todo el mundo. Todo eso podría suceder, pero no depende de Jerome Powell.
Tampoco depende de él que las empresas suban los salarios, algo que va a suceder si o si. Primero porque están subiendo los precios y segundo porque faltan trabajadores. Cuando hay más trabajo que trabajadores los salarios suben porque las empresas compiten entre ellas para atraer mano de obra, y la mejor forma en que pueden hacerlo es ofreciendo sueldos más altos. Todo, como vemos, lo tiene en contra Jerome Powell y su equipo de analistas. Lo más probable es que, llegado un punto, tire del freno de mano como ya hizo Paul Volcker hace 40 años. Es una pena que Volcker muriese sólo un par de meses antes de la pandemia, en diciembre de 2019. De estar vivo podría dar algún que otro consejo a Powell. Seguramente el que le daría es que cuanto antes pise el freno, menos doloroso será el golpe.
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