Leemos una noticia que nos ha helado la sangre: Víctor de Aldama, presunto comisionista del caso Koldo, camufló un cargamento de oro con destino a Venezuela como material sanitario. Fuente: la UCO. Nada menos que 104 barras de oro que se consignaron como material sanitario. El dorado metal era fruto de una compra que hizo el gobierno de Maduro al de Putin. Estamos hablando de enero del 2020. “No te dije que lo amarillo ya estaba listo y sale el jueves”, le dijo Aldama a esa Mata Hari llamada Delcy, la que aterrizó en España, pisó España, durmió en España y habló con políticos del gobierno. Lo sabían y mintieron.
Fue el mismo año en el que de manera ilegal Sánchez nos encerró en nuestros domicilios; el de los comités científicos que jamás existieron; el año en el que Sánchez dejó sin la boca a la nación cerrando a cal y canto el congreso; el año en el que la ahora presidenta de las cortes y entonces presidenta e Baleares, Francina Armengol, era cazada yéndose de copas saltándose controles, confinamientos, horarios, reglas y normas impuestas por los suyos; el mismo año en el que algunas casas de lenocinio vieron las fiestas que se pegaban algunos dirigentes de izquierdas con la mayor de las desvergüenzas, mientras que nuestros compatriotas morían solos por millares; el año en el que se suponía que Pablo Iglesias se iba a hacer cargo de las residencias para ancianos, no lo hizo, y le endilgó el muerto, con perdón, a la presidenta Ayuso.
Fue en ese mismo año, en ese mismo tiempo histórico en el que el oro iba y venía, los narco maduristas se paseaban por el suelo patrio como Pedro Sánchez por su casa, Putin se aprovechaba de su influencia en no pocos de los ministros del gabinete y desde TVE se nos instaba a salir a las ocho a aplaudir como focas y el presidente nos endilgaba unos discursos soporíferos que nada tenían que envidiar a los de Castro. Ese año en el que pudimos ver a todo un general de la guardia civil decir en comparecencia pública que él estaba para “detectar los bulos o desinformación de origen incierto susceptibles de crear desafección a instituciones del gobierno”. Dicho general, Don José Manuel Santiago, que era entonces jefe de Estado Mayor de la Benemérita tuvo que salir a presentar las oportunas explicaciones con el consabido: “Se han malinterpretado mis palabras” o el clásico “No es que yo haya querido decir esto o aquello”. Por cierto, hace pocos días ha sido nombrado general en jefe de la Guardia Civil en Extremadura.
Todavía hay españoles que, con tal de que no gobierne la derecha, son capaces de votar a Satanás aunque lo hayan visto comerse un niño crudo
Fue, en fin, el año de la infamia, uno más que sumar a todos los que Sánchez ha estado en el poder. Es inútil apelar a su ética. No tiene. Ahí lo ven ahora, paseándose por la India con Begoña, imputada varias veces y no por cuestiones filosóficas precisamente, luciendo palmito y haciendo lo que no puede hacer en España: salir a la calle sin que nadie le mente la parentela. Muchos de ustedes se preguntarán cómo es posible. Fácil: porque hay todavía españoles que, con tal de que no gobierne la derecha, son capaces de votar a Satanás aunque lo hayan visto comerse un niño crudo. Andamos flojos de espíritu crítico, de capacidad real de indignación y de patriotismo, si se me permite ser tan facha. Aquí lo que cuenta es que lo amarillo estaba listo y si había que camuflarlo como material médico se hacía y punto. Qué más dará, si nos van a votar a pesar del Número Uno, los presuntos negocios de Begoña, las juergas de Ábalos y esa corrupción de país bananero que provoca una arcada democrática en cualquier ciudadano decente. Que lo amarillo está listo y ya está.
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