“El papel de los medios de comunicación rigurosos en un contexto de auge de la propaganda y las noticias falsas cobra una nueva dimensión, y los anunciantes deben tenerlo en cuenta”. Esta frase la pronunció el otro día Carlos Núñez, el presidente de Prisa Media, desde donde han emprendido una campaña contra una parte de la prensa digital por considerar que se dedica a difundir bulos y a hacer cada vez más difícil la convivencia entre españoles, al despotricar sobre asuntos que conducen directamente hacia un país más justo e igualitario, como la amnistía a los responsables del procés, la política económica del Ejecutivo o esa forma constante de utilizar cualquier sillón público para dar un sueldo a un amiguete.
Las palabras de este 'jefazo' de Prisa y las publicaciones de sus subalternos -en las que se señala con nombres y apellidos a curritos- obedecen a un propósito que -oh casualidad- este grupo comparte con el Gobierno, y es el de destrozar a la prensa crítica. La estrategia es clara: se trata de situar a todos los periódicos conservadores en el terreno en el que habitan los radicales y los mentirosos. De ese modo, se podrá llegar a pedir cuentas a los anunciantes por financiar esas cabeceras, que están dispuestas a polarizar la sociedad y a incitar a la violencia si es necesario.
La clave es, en definitiva, arruinar a esos medios de comunicación. Porque en tiempos en los que no se venden periódicos, la publicidad es fundamental para su supervivencia. Si se consigue arrinconar a los anunciantes, es cuestión de tiempo que estas empresas periodísticas quiebren.
Hemos llegado a un punto en el que Prisa llega a cuestionar la forma de financiación de la “abundante prensa madrileña de derechas” en un artículo en El País. Lo dicen desde un grupo que cuenta con Amber Capital como principal accionista. ¿De dónde surgió el interés de ese fondo buitre por el negocio? ¿Quién convenció a Joseph Oughourlian para que aterrizara en Prisa? ¿Quiénes son los tres administradores de la sociedad Oviedo Holdings, radicada en Luxemburgo y la cual dispone de una parte de la participación del grupo? ¿Por qué se creó esa sociedad?
¿Y por qué de repente Telefónica decidió invertir 100 millones de euros en bonos de Prisa cuando no se le había perdido nada por allí? ¿Y qué o quién une o unía a Oughourlian con el Grupo Henneo? ¿Y por qué se llegó a dedicar una portadilla de Deportes al máximo responsable de deportes en Catar cuando International Media Group -de dueños con apellido Al Thani- decidió invertir una morterada en el grupo? ¿Influyó eso en la censura de una información sobre las condiciones de los trabajadores que se empleaban en la construcción de los estadios para el mundial de fútbol, denunciada en su día por el Comité de Redacción de El País durante la etapa de Antonio Caño?
Una campaña bochornosa
Todo eso no se puede cuestionar, al contrario que lo del resto. Lo de esa prensa que intoxica y destruye la moral de la sociedad española, pero a la que, a la vez, se le ridiculiza en el Huffington Post porque no tiene audiencia. O porque no es seria. En cambio, los periódicos serios de Prisa se pueden permitir un artículo en el que celebran que Pedro Sánchez decidiera lucir un anorak de Joma en Davos, en lugar de un plumas “de cinco cifras” de los que suelen lucir los millonarios que acuden anualmente a esa patética hoguera de las vanidades.
La estrategia es destruir a la prensa que no abunda en eso. O que no compra mensajes como el de Yolanda Díaz, que aludió el otro día a 'topar' los sueldos de los directivos, en una de esas deducciones que incitarán a los más capacitados a abandonar el país en busca de lugares donde el populismo no haya ganado la batalla. Quieren reproducir en España lo que funcionó en Cataluña: quien no trague con los postulados del independentismo, será considerado un excéntrico. O un ultramontano. Ojo, no se dirigen sólo a esas cabeceras de estado de alarma, de toros bravíos o de agitadores pro-rusos. En sus artículos señalan cada día a El Mundo, a ABC y a este periódico, entre otros.
Los mismos que hoy se dedican a ejercer de agente de la Stasi desde su cueva hedionda centroeuropea; o los que piden a los anunciantes que no destinen ni un euro a la prensa reaccionaria... tarde o temprano, recibirán una orden que les causará un dilema. A lo mejor la cumplen, pero, a lo mejor, la siguiente, no. Entonces, como ha sucedido en otros casos, como el de aquel 'director', despotricarán contra el lugar en el que están y contra lo que les 'obligaron' a hacer. Siempre sucede igual.
El problema es que, mientras tanto, se han propuesto arrinconar a la prensa crítica porque piensan que eso les viene bien. Pan para hoy y hambre para mañana. Que se lo pregunten a Cebrián y a Polanco. Un buen día, eres el empresario predilecto del Gobierno porque interpretas canciones con la lira del poder como nadie y, al día siguiente, te arrinconan en detrimento de otros que resultan al que manda mucho más convincentes que tú. Los Roures y Contreras, por ejemplo.
Eso mismo le ocurrió a tantos estómagos agradecidos del rajoyismo que se dedicaron a agasajar a los jefes de Génova 13 desde RTVE durante unos cuantos años y que, cuando Pedro Sánchez llegó al poder, denunciaron que habían sido purgados. Quien entra a ese juego, tarde o temprano sale escaldado.
Lo suyo sería poder caminar con la cabeza alta y asumir los propios errores, porque los hay. Porque nadie es infalible. Lo que ocurre es que esta gente está para otra cosa. Para cumplir órdenes o para participar en guerras sucias. La que iniciaron hace unos meses contra la prensa crítica es absolutamente repugnante.
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