Si queda algo claro tras dos años de pandemia es que ningún Gobierno ha estado a la altura en la atención a la infancia. En primer lugar, en los primeros meses de pandemia con los cierres de los parques a cal y canto en todo el país. En segundo lugar, y a modo de ejemplo, con el tema de las mascarillas. Ha sido un despropósito para los adultos que en tan sólo siete días mascarilla sí y mascarilla no en el exterior. Un zigzagueo esquizoide. Y más para los niños que no entienden nada.
La ministra Carolina Darias era incapaz de encontrar palabras para defender una cosa y la contraria en tan pocos días. Pero los ciudadanos somos responsables y cumplimos la mayor, nos quejamos poco. En Tenerife, por ejemplo, ahora mismo los parques infantiles están cerrados con el fin de evitar contagios, pero el ocio está abierto, aspecto que no se entiende. Mañana, tras un año y medio de embozo–recordemos que cuando se inició la pandemia no había mascarillas y nos decían que no eran necesarias- los pequeños podrán salir al patio a cara descubierta.
Son pocos los grandes gestores y muchos los egos en política. Sólo tenemos palabras, discursos vacíos que no se trasladan a una buena gestión de la pandemia mental que está aflorando
Era urgente aplicar esta decisión porque lo que no tenía ningún sentido es volver a abrir las discotecas donde el uso de la mascarilla se pierde a medida que vas tomando copas y tener a nuestros menores en los patios de los colegios castigados con la boca y la nariz tapada. Demasiado se ha tardado en decretar esta medida teniendo en cuenta los efectos adversos, tanto sicológicos como puramente físicos, como apuntaban recientemente desde la sociedad de pediatría. De hecho, aún desconocemos el impacto emocional en sus vidas que al parecer nada importan, pero poco a poco afloran datos que son desoladores, sobre los que se debe actuar pero que no se está actuando. Poco interés se advierte por esta cuestión en el Congreso o en los parlamentos autonómicos porque el día a día nos lleva a poner el foco en lo de siempre, esto es, en la lengua, la independencia, las encuestas, las elecciones y los protagonismos. Son pocos los grandes gestores y muchos los egos en política. Sólo tenemos palabras, discursos vacíos que no se trasladan a una buena gestión de la pandemia mental que está aflorando derivada de la pandemia por covid. Será porque la infancia no es target de voto, será porque la deshumanización de la política es una constante.
Parece no tenerse en cuenta que los niños de hoy serán los adultos de mañana, por lo que cuanto mejores infancias tengan mejor adolescencia y vida adulta. Save the children aporta datos que deben llevar a la acción para revertirlos como que la pandemia ha triplicado el número de trastornos mentales entre niños, niñas y adolescentes, y que un 3% ha tenido pensamientos suicidas. La entidad pide de manera urgente que se reduzcan las listas de espera en los servicios de salud mental infanto-juveniles. A esto hay que añadir la situación de los adultos, panorma igualmente devastador dado que, según los últimos datos que se dieron a conocer esta semana, hemos aumentado en un 4% el consumo de ansiolíticos y en un 6% el de antidepresivos con respecto al año pasado.
Tapamos los problemas a base de medicación porque no hay recursos para terapias profesionales continuadas que deben salir de los bolsillos de los ciudadanos
Son muchos los reportajes que se hacen sobre el tema de cómo andamos de ánimos y de salud mental, pero falta la acción política,, la gestión sanitaria, pasar de las palabras a los hechos. Tapamos los problemas a base de medicación porque no hay recursos para terapias profesionales continuadas que deben salir de los bolsillos de los ciudadanos ante la inoperancia de la vía pública. No hay psicólogos y psiquiatras públicos para dar servicio a la actual demanda. Por ejemplo, el gobierno del separatista Pere Aragonés que cumple su primer año en la Presidencia de la Generalitat, se comprometió a trabajar por una sociedad “feliz” y a atender estas carencias. En concreto, su primer acto público fue la visita a un hospital. De momento, parece que suspende en la materia. No hay datos, ni se aborda este asunto en las sesiones de control, ni en el Parlament ni en el Congreso porque vamos todos a golpe de titular, a golpe de campaña, sin detenernos ni un instante en pensar cómo viven y qué problemas tienen los 'locos bajitos'.
Mientras la vida política transita por lo banal, cada dos horas una persona se quita la vida en España. Por ello, no sólo basta con sacar a relucir el tema, se deben exigir actuaciones urgentes por parte de los poderes públicos. No basta con hablar de lo saturado que está el sistema, hacen falta soluciones a una gestión intolerable. Deberíamos exigir datos, planes de actuación, puesta en marcha de mejoras para que todas las necesidades en salud mental sean atendidas. Un ministerio específico que sólo trabaje en esta área, al estilo del ministerio de la soledad que opera en Japón o Reino Unido. Estamos a años luz de abordar este asunto como realmente se merece. Cuídense.
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