En una ocasión anterior, en el artículo "El interés de España", exploramos los criterios de política exterior de Lord Palmerston, quien fijaba la cualidad distintiva, el "shibboleth" según sus palabras, de un buen ministro británico y dejamos pendiente el caso español, que es lo que haremos hoy, a ver dónde nos lleva dicha exploración.
En su disertación, Palmerston citaba a su mentor Canning y lo usual, y fácil, sería darles la referencia bibliográfica, que la hay, con una lista de acciones en política exterior del segundo, lista que plagiarían los progresistas y que la oposición usaría como arma arrojadiza. Lo que ocurre es que, como saben, aquí no nos prestamos a eso. Por otro lado, las situaciones - los "contextos" - de ambos países, o ambos casos, la Inglaterra de mediados del XIX y la España de principios del XXI, son tan distintas, que debemos ir a algo más básico y preguntarnos cuál es el interés primario de toda nación. A dicho interrogante yo respondería que "tener una demografía sana y el mayor grado de soberanía posible". Empecemos pues por lo primero.
Regeneración y pervivencia
Los parámetros de salud de los habitantes son conocidos, los nuestros son buenos, y, de hecho, la OCDE valora muy bien nuestra Sanidad, pero mirar solo eso, que además depende del pupilo que gobierne, es engañoso, por eso los vividores de "lo público" nos distraen continuamente con datos conseguidos a pesar de ellos. Sin entrar en otros aspectos, lo cierto es que, como saben, nuestra estructura demográfica da miedo por el futuro inexorable que anuncia, sobre todo para la Generación X (1962-1983) y que, además, para su desgracia, en el progresismo "gobierna una aristocracia socialista donde los votos no cuentan" (Besant dixit).
Seguro que muchos de Ustedes conocen la gráfica anterior, es la de las generaciones españolas según la Teoría Generacional. Si tuviéramos una demografía sana que produjera una regeneración natural, la barra roja debería ser (al menos) igual a la azul oscuro; es decir, que los nacidos entre 1984 y 2005 (que incluyen casi un millón de extranjeros) deberían ser una cohorte similar en cantidad y cultura a la de los nacidos entre 1962 y 1983 (Generación X), pero es que, aspectos cualitativos aparte, le faltan 5,2 millones de personas.
Ante estos datos de una población envejecida, manipulada por los políticos y a la que se pretende sustituir irracionalmente por otra incompatible con la realidad nacional, todo un anuncio de violencia del que ya se han conocido casos, hay quien le falta tiempo para rendirse. Yo no tiraría la toalla, pues ese proceso se puede revertir, como está ocurriendo en Rusia (siguiente gráfica); pero claro, allí cambió el orden y el pensamiento dominante, tema distinto es cuando muera Putin el sanguinario.
Un gobierno disfuncional
Tenemos pues la primera cualidad distintiva de un político español: si tiene o no una respuesta civilizada a ese problema existencial. Lamentablemente, mutatis mutandis, si comparamos a nuestros ministros y ministras, con los de Palmerston, que obviamente no eran perfectos, la imagen que nos sale de los primeros es la caricatura de los discípulos de un comediante patoso y caótico. Digo "pupilas" y no "pupilos" según la costumbre de ellos, quienes, al carecer de criterio político, les ha dado por neutralizar al género femenino, y por favor, no lo tomen como un piropo, no sea que la inquisición progresista, en su cruzada por liberarme de la esclavitud sexual, me multe y me imponga trabajos sociales. Todo un ejemplo del paroxismo de un pensamiento disfuncional y sin criterio cuya moral que lleva a los españoles, por su adicción a la servidumbre voluntaria, a enormes errores vitales con terribles consecuencias.
Luego hay otra disfuncionalidad, que es la de pensar que las medidas alocadas de este "gobierno", ley de copia y pega incluida, no tienen efectos económicos negativos, pues estos se ocultan bajo un momento dulce de nuestra demografía, hecho que coincide justo con el borde de nuestro precipicio demográfico (siguiente gráfica), tema que vimos en el artículo "Abismo demográfico y K46", un empuje de la demanda interna con el que ya no contaremos a partir de 2022 (más o menos), cuando ya, esperemos, habremos pasado de las consecuencias la severa recesión que descuentan los mercados por el Coronavirus 19.
No extraña pues que estos políticos codiciosos, sin criterio y capaces de cualquier cosa para entrar en la aristocracia progresista global, tras casi un mes de epidemia y aunque el primer muerto de Europa ocurrió en España, hayan supeditado nuestra salud a sus miserias. Por contraste, en Estados Unidos, vista la amenaza, Mike Pence, un vicepresidente que sí tiene criterio, tomó desde el principio el toro por los cuernos y, tras las acciones necesarias, ya anuncia pruebas de una posible vacuna en seis semanas, aunque solo estará disponible para el otoño, momento en que nuestros falsos prometeos vendrán a salvarnos y a ponerse medallas tan falsas como sus curriculums de parásitos de "lo público". Lo cual nos lleva a los siguiente.
Soberanía y libertad
Como decíamos al principio, el otro criterio, tras la salud demográfica, es el del mayor grado de soberanía posible y, más allá del debate académico del término, quien habla de soberanía, habla de libertad política de los ciudadanos, o colectiva, que es la que garantiza las otras, como la exterior, o que gobiernen los mejores, y es la que legitima al Gobierno (el Estado es diferente). Qué otra cosa puede legitimar el gobierno de hombres libres que el que éstos puedan elegir (o deponer), directamente o a través de sus representantes, a quienes les gobiernan, teniendo un gobierno representativo.
La obsesión de Palmerston y los suyos era la representación, y por ello luchó (con Byron y otros) para que los católicos también pudieran votar y elegir representantes; aquí, si pudieran, las pupilas de ZP y la progresía hispanófoba nos expulsarían de la vida política. Otra objetivo fundamental de aquellos liberales, aparte de la obsesión de que gobernaran los mejores y por dejarse de quijotismos, era la mejora de la educación de cara al sufragio universal; aquí, tras tropecientas leyes y la complicidad del cártel mediático, la idea es crear progres que los legitimen votando sus listas de pre-electos, unos meros lacayos que no responden ante el votante sino a quien les pone en la lista electoral. En España manda más Soros o Merkel que el pueblo español, y así nos va, meros sujetos pasivos de un experimento demográfico de una pandilla de sociópatas que no representan a los españoles, porque ni se nos parecen ni trabajan por nuestros intereses.
Cambio de orden
Con un sistema electoral como el francés (allí el problema es el Establishment, aquí los dos), los cabezas de partido, salvo alguno "nuevo" (que ya se ha vendido a lo partitocrático), no serían elegidos en ningún distrito y, consecuentemente, tampoco tendríamos, ni los estatutos de autonomía que tenemos (serían otros, seguramente), ni tantas otras leyes y disposiciones salidas de verdaderas cabezas de chorlito de un sistema en el que, por definición, el sentido común no tiene cabida; eso por no hablar de que, al ser cinco (los soberanos de facto) quienes deciden quién es diputado, compras dos, consigues meterte en el cártel mediático y ya puedes destrozar el país.
Como se ve, el interés prioritario y urgente de España comienza por recuperar nuestra soberanía interna cambiando este orden disfuncional y, consecuentemente, cualquier político que no empiece por ahí, es un adversario de los españoles. No hay otra. Lamentablemente, por la partitocracia, dicho cambio de orden ocurrirá de la peor manera, pero aún así, como todavía quedan funcionarios profesionales con vocación de servicio público que trabajan por nuestros intereses, volveremos a explorar el tema de la política exterior y el interés de España y lo cerraremos enmarcándolo en la Pax Americana 2.0.
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