Discépolo escribió un tango que, amargo y veraz como un trago de angostura, es realidad cotidiana en España. “Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor, no hay aplazaos ni escalafón, los inmorales nos han igualao”, aclarando que “No pienses más, sentáte a un lao que a nadie importa si naciste honrao”. Debido quizá a la chulísima España, por llamarla de alguna manera, que sufrimos, Sánchez ofrece la posibilidad de limpiar tu expediente penal si deseas solicitar la residencia en España, renovarla o incluso pedir la nacionalidad. Justicia ofrece una guía para dejar tu expediente más blanco que la cara de un autónomo cuando ve lo que le sale a pagar de renta a pesar de facturar la mitad que el ejercicio anterior. Da igual. Hay que dar facilidades a quienes han entrado de manera ilegal y, ¡oh desgracias humanas!, han cometido delitos tipificados en el código penal y tienen su fichita correspondiente. ¿Qué importará a estas alturas si ha sido hurto, sustracción, robo con escalo, con violencia, con nocturnidad, con fractura o con intimidación? ¿Tienen importancia el desacato a la autoridad, al juez, la conducción temeraria, el trapicheo, la venta ilegal, perturbar el orden público o destrozar el mobiliario urbano?
Parece que no. Y demos gracias a Dios, porque hayan tenido la lucidez de recordar que, para que se te conceda ese blanqueamiento, que ni el alcalde de Chicago de los años veinte con Al Capone hay que cumplir tres requisitos: que tu responsabilidad penal esté extinta, que se hayan cumplido los plazos de la responsabilidad criminal y que durante los plazos de cancelación no se vuelva a delinquir. Es decir, usted ha pegado palos a diestro y siniestro, se ha llevado por delante a un par de seguratas dejándolos perjudicados, se ha erigido el rey del porro en su barrio o ha incendiado más vehículos que un Gremlin con una mala tarde, a la que haya cumplido las penas preceptivas y los plazos, hala, se le borra el expediente de penales y ya puede usted salir a la calle para que le traten de usted. La cosa es que el estado pueda contratar a más gente a la que tener bien amarrada sin que cuenten sus antecedentes penales. Dicen en Justicia que esto se hace para “evitar citas previas y agilizar los trámites”. Amos hombre. Que uno es partidario de que todos tenemos derecho a cometer errores, incluso errores graves, y que después de pagarlo en la cárcel no se te puede reprochar nada si has hecho propósito de enmienda y mostrado un sincero deseo de reinsertarte en la sociedad, ofreciéndole una vida de trabajo y respeto a la ley, es de justicia. Pero eso no consiste en borrar el pasado a efectos legales, porque es hacer trampa. Y sí, conozco el artículo 136 del Código Penal, y sí, sé que el penado tiene derecho a solicitar la cancelación de sus antecedentes una vez cumplidas sus penas, y sí, conozco los plazos que existen en los que el solicitante no debe cometer delito alguno. Pero dar tanta facilidad en el borrado me parece suicida. El estado debería, en primer lugar, evitar el delito con una política más severa en materia legislativa y policial y, ya que estamos, endurecer su postura respecto a la inmigración ilegal. Y, en segundo lugar, como que nuestro sistema penitenciario se basa en la reinserción y no en el castigo, podría facilitarse al reo algo más que los talleres de la nada y establecer convenios, por ejemplo, con empresas que quisieran ofrecer una segunda oportunidad para aquellos que realmente quieran enderezar sus vidas. Todo, menos pasar la goma de borrar. Quizás sea hora de fijarnos menos en quien delinque que en la persona que sufre le delito. Pero decirle eso a un gobierno que prefiere la compañía de proetarras a las de los familiares de las víctimas es pedir demasiado. Ya saben, a nadie importa si usted nació honrao.
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