Opinión

Los lloricas del bullying no me conmueven

No podemos seguir educando a nuestros jóvenes en que sus actos no tienen consecuencias

Esta semana nos ha impactado ver el vídeo de la agresión en un instituto, por parte de cuatro chavales, a un chico con parálisis cerebral que asiste al mismo. El hecho de grabar sus burlas, el acoso, las amenazas, la intimidación y los golpes a un compañero, para posteriormente publicarlo en sus redes sociales, ya nos indica que muy listos no son.

El castigo inmediato que la Consejería de Educación de Cantabria creyó adecuado fue la expulsión cautelar por cinco días, de estos adolescentes. No me parece una medida adecuada ni proporcional al daño causado, como tampoco me parece lógica la prisión permanente revisable que exigen muchos en redes sociales, antorcha en mano. De lo que sí estoy convencida es de que estos descerebrados malnacidos deberían ingresar en un centro penitenciario para menores. Se pide ahora la expulsión definitiva del centro. ¿Para qué? Se irán a otro instituto a seguir haciendo las mismas canalladas.

No podemos seguir educando a nuestros jóvenes en que sus actos no tienen consecuencias. Como tampoco podemos seguir educándolos en mirar para otro lado, mientras a mí no me afecte. Porque eso es exactamente lo que están aprendiendo los niños de los adultos. Cuando veo ahora que otros adolescentes del mismo instituto, incluso ex alumnos, suben vídeos a sus redes sociales para quejarse de la dirección del centro y de que esto que ha sucedido no es un caso aislado, sino algo bastante frecuente en dicho centro, no me conmueven sus lágrimas, se lo reconozco. Me dan ganas de preguntarles: ¿y tú qué hiciste?

No quiero ver tus lloros. No me conmueven. ¿Cuántos sois en clase? ¿Treinta? ¿Y en todo el Insituto? ¿Y no sois capaces de poneros del lado del débil, del indefenso, cuando sabéis o veis que está siendo machacado un día sí y otro también, por cuatro cobardes sin alma? Pues no sois mejores que ellos, sois también unos cobardes

Como mucho fuiste a quejarte a la dirección o a los profesores y, como actuaron de manera injusta, mirando para otro lado y diciendo que son cosas de críos, miraste para otro lado tú también. No quiero ver tus lloros. No me conmueven. ¿Cuántos sois en clase? ¿Treinta? ¿Y en todo el Insituto? ¿Y no sois capaces de poneros del lado del débil, del indefenso, cuando sabéis o veis que está siendo machacado un día sí y otro también, por cuatro cobardes sin alma? Pues no sois mejores que ellos, sois también unos cobardes. Con que la mitad deis un paso al frente y plantéis cara al abusón, a la injusticia, los que van a tener el estómago revuelto cada mañana, pensando que tienen que ir a clase, van a ser los acosadores. Pero lo que hacéis es mirar para otro lado, porque como a vosotros no os afecta… Para qué vais a meteros en problemas.

La culpa no es enteramente vuestra, porque es lo que os estamos enseñando. Me viene ahora a la cabeza aquel vídeo en un cine, donde un joven se encara a otro que estaba maltratando a la mujer y la niña que lo acompañaban. ¿Y por qué hemos visto ese vídeo? Porque las 50 o 100 personas que estaban en esa sala se dedicaron a aplaudir, a animar al que plantó cara, a gritar “¡dale, dale!” cuando llegaron a las manos, mientras lo grababan con sus móviles para publicarlo después en sus redes sociales y buscarle así un problema al único valiente de ese cine, que resultó ser boxeador profesional. Si esas personas, que tanto agradecían el coraje del boxeador, hubieran dejado sus móviles en sus bolsillos para buscar su propio coraje y hubieran dado un paso al frente, posicionándose junto al bravo muchacho, no habría hecho falta acabar a golpes para echar al maltratador, que sin duda no es tan valiente cuando se le enfrentan varias decenas de personas. Pero es mucho mejor gritar “¡pégale!”, mientras grabo con mi móvil desde una esquina.

Está muy bien la filosofía de “mejor no me meto, que no va conmigo”. Pero si no saltas cuando ves una injusticia, si no das un paso al frente para proteger al indefenso, si no plantas cara para ayudar al débil, el día de mañana puede que la injusticia sea contigo, que tú seas el indefenso o el débil… Y te verás solo.

Y todavía te enciendes mucho más cuando, al acabar todo y bajado el telón, te llegan los demás a decirte que “muy bien”. Muy bien, pero callados todos como las novias de Ábalos, cuando había que protestar

Y no, tampoco es agradable dar ese paso al frente y que te dejen solo. Me ha pasado infinidad de veces, en trabajos y múltiples aspectos de la vida. En esos momentos te dices que eres gilipollas, que no lo vuelves a hacer, que no vuelves a dar la cara por nadie, porque ni siquiera ha sido capaz de abrir la boca al que estabas defendiendo… Y todavía te enciendes mucho más cuando, al acabar todo y bajado el telón, te llegan los demás a decirte que “muy bien”. Muy bien, pero callados todos como las novias de Ábalos, cuando había que protestar.

Aun con todo eso, cuando me voy a la cama, me doy cuenta de que voy a seguir haciendo lo mismo una y otra vez, porque lo que me deja dormir tranquila es saber que no soy como esas personas. Tampoco soy como esos padres que pregonan que la violencia no es el camino para solucionar un conflicto, a los que me gustaría sugerirles que, si alguna vez se ven frente a un agresor que les quiere robar o violar, cuando les raje el cuello le traten de convencer de que la violencia no es la solución para reconducir ese conflicto. Todo ser vivo necesita aprender a defenderse y cuanto antes mejor. Pero algunos estáis criando amebas, que poco van a aportar en una sociedad donde el mezquino y el vil, visto lo visto, no tiene depredador natural.

Muditos y cobardes

Y luego nos preguntamos por qué el pueblo no protesta ante las injusticias de su Gobierno, por qué no toma las calles y se planta. Pues ya lo están viendo ustedes: treinta o cuarenta  chavales no son capaces de plantar cara a tres o cuatro desgraciados mal paridos, pero sí saben llorar ante una cámara muy conmovidos. Esta es la sociedad que nos hemos ganado a pulso.

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