Se levantó una mañana, se miró en el espejo de su dormitorio y horrendo se vio. Pudo acicalarse, pero no lo consideró procedente. Publicó la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) hace unos días su informe anual sobre la situación de la profesión periodística y un dato llamó la atención sobre todos los demás, y es que el 82% de quienes ejercen este oficio consideran que la sociedad tiene una concepción negativa de ellos. Hace cuatro años, ese porcentaje era del 76%. No le diga a mi madre que trabajo en una redacción. Cuéntele que soy pianista en un burdel.
Opinan los periodistas que esto se debe al "amarillismo, el sensacionalismo" y esa tendencia a "hacer un espectáculo de la profesión" (54% de los encuestados), a la falta de rigor y de calidad de la información (48%), a la confluencia de intereses económicos y políticos sobre los grupos editoriales (44%), a la falta de independencia y de objetividad de los medios (36%) y a la mala labor de los tertulianos durante su desempeño (27%).
Todo esto al final es una consecuencia de la competencia malentendida. De esos juegos del hambre que se desataron en la profesión desde que las sociedades se digitalizaron y las barreras de entrada al mercado se derribaron, a la vez que surgían nuevas empresas tecnológicas que actualmente aglutinan la mayor parte de la inversión publicitaria.
Dado que cada vez cohabitaban más medios de comunicación en el país y las fuentes de ingresos eran menos abundantes, hubo quien apostó por destacarse a través del ruido. Y como la fórmula funcionaba, muchos la copiaron. La inmensa mayoría, en realidad. Así que eso desacreditó todavía más a los periodistas, a los que ya les acompañaba la leyenda de vociferar o callar en función de los intereses de quien les paga o de quienes financian su empresa.
Encuesta a los periodistas
Los autores del informe de la APM -con Luis Palacios a la cabeza- preguntaron a los periodistas encuestados acerca de las presiones que reciben en su día a día. El 24% respondió que no las conoce, frente al 46% que confesó haber sido víctima de ellas en alguna ocasión. El 21% afirmó que las ha sufrido en varias ocasiones y el 10%, en múltiples.
¿Quién condiciona el trabajo de los profesionales de la información? El 54% de los encuestados confesó que lo hacen los directivos de su medio, el 23% citó a "los políticos o sus seguidores en las redes sociales", el 22% a los agentes económicos y el 1% a las agencias de comunicación. El 60% de quienes se vieron en esa tesitura cedió ante las presiones y el 69% se opuso previamente, pero terminó por dar su brazo a torcer. En el 43% de los casos, eso supuso un dilema ético.
En la encuesta se aprecia que la principal causa de las presiones son los intereses particulares de las empresas periodísticas (37%), por delante de los políticos (28%) y los económicos (22%).
Por tanto, aquí vuelve a evidenciarse que la autocensura tiene un peso similar -o mayor- en las redacciones que las llamadas de los anunciantes o del político de turno. Es decir, los temas se guardan en el cajón por decisión de los responsables de las redacciones -ante el temor a una represalia o un interés personal- o porque así lo dicta la conciencia del periodista que no quiera ver peligrar su salario y el pago de sus facturas.
Esta actitud resulta especialmente perjudicial para el negocio de los medios de comunicación en un momento en el que las empresas periodísticas han dejado de tener el monopolio de la información. Y eso es muy saludable. ¿Por qué? Básicamente, porque en un momento en el que no hacen falta rotativas, ni postes de radio, ni costosos equipos de televisión para difundir la información por internet, cada vez parece más difícil que haya noticias que se queden sin contar. La lógica invita a pensar que si los medios abundan en la autocensura y derivados -que a veces son necesarios para cuadrar sus cuentas de resultados-, una parte de su audiencia emigrará poco a poco hacia otra parte, donde realmente se ofrezcan información y análisis de forma más completa, acertada y valiente.
Inteligencia artificial
Después de escribir estas líneas, y como experimento, he preguntado a una novedosa inteligencia artificial (Chat GPT) sobre los motivos de la crisis del periodismo. Su respuesta ha sido la siguiente: "Se ha debido a una combinación de factores, incluyendo el aumento de la competencia por la audiencia y los ingresos publicitarios en un entorno digital cada vez más fragmentado, la disminución de la confianza del público en los medios de comunicación tradicionales, y el aumento de la desinformación y la propaganda en línea. También ha habido una disminución en la financiación de los medios de comunicación tradicionales a medida que los anunciantes y los lectores se desplazan hacia plataformas en línea. Estos factores han contribuido a una situación en la que muchos medios de comunicación tradicionales están enfrentando dificultades financieras y desafíos para mantenerse relevantes y creíbles en un entorno digital cada vez más competitivo".
No es un razonamiento brillante, pero es certero y útil. Mucho más objetivo que los análisis interesados de tantos y tantos escribidores. Esto plantea un debate interesante. Incluso un nuevo problema para la profesión. ¿Las formas más evolucionadas de estos robots serán capaces de sustituir a los periodistas en los próximos años?
Existen algunos precedentes interesantes en este sentido. Uno de los más cercanos se registró en 2021, cuando Radiotelevisión Española licitó un contrato por 198.100 euros para entrenar un robot que fuera capaz de escribir noticias a partir de los resultados de las elecciones. Ha habido experiencias similares en otros campos, como el de los deportes. Sencillamente, estas inteligencias artificiales son capaces de componer unos párrafos a partir del marcador de un partido de fútbol e información básica sobre goleadores, tarjetas amarillas y rojas; posesión del balón, etc.
Es imposible que estos robots desarrollen conciencia y capacidad de observación, así que siempre será necesario que haya periodistas para acudir a los lugares donde ocurren las cosas y contar los detalles. Quizás en muy poco tiempo estas tecnologías sean capaces de realizar las tareas más rudimentarias y farragosas de las redacciones -como las relacionadas con los artículos de clickbait- y eso disminuya el malestar de los periodistas que está ligado a su carga de trabajo, que también se recoge en el informe de la APM. Ahí se observa que la inmensa mayoría sufre de estrés y un porcentaje elevado de ansiedad.
No hace falta ser un fino analista para adivinar que la inmediatez gobierna las redacciones con estilo dictatorial, especialmente desde que internet se universalizó y eso provocó un incremento sin precedentes de la competencia en el sector.
Desde entonces, las redacciones han contratado cada vez a más periodistas a quienes se dedica a escribir artículos para incrementar el dato global de audiencia. Si una inteligencia artificial pudiera encargarse de eso (una tarea muy digna, por otra parte), quizás los periodistas podrían dedicarse a buscar buenas historias; y no a replicar memeces una y otra vez. Quizás, a fin de cuentas, haya motivos para la esperanza.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación