Estrenamos el otoño y el baile preelectoral ya empezado. Los próximos nueve meses vamos a asistir a un curioso desfile de personajes de toda índole propinándose codazos para entrar en unas listas. Municipales o autonómicas, da lo mismo. Algunos se disfrazarán de príncipes, cortesanos, bufones o villanos. Otros ya vienen así de fábrica. Serán muy simpáticos, abrazarán niños, prometerán lo imposible y cumplirán nuestros sueños. El objetivo de estos 8.000 candidatos a alcalde es sencillo: convencer a cada vecino de que, si les votan, harán de su pueblo un edén, de su ciudad un paraíso.
La joya de la corona, el objetivo prioritario es el Ayuntamiento de Madrid, ese Camelot en el que todos pretenden posar su zarpa. Especialmente, el PSOE, que no huele la alcaldía desde que Juan Barranco era Juanito Precipicio, correteaba tras las corvas de Tierno y se pensaba el Bogart de la meseta.
Marlaska se sale de la lista. Nos encerró ilegalmente en casa durante la pandemia, utilizó a la Policía para multarnos por bajar a los niños y movilizó a la Guardia Civil para espiar nuestros mails
Conviene recordar la nómina de ilustres aspirantes socialistas a auparse en el sillón máximo del Consistorio, todos ellos signados por el fracaso. Por allí aparecen Jaime Lissavetzky, que volvió al CSIC sumido en la pesadumbre. Antonio Miguel Carmona, que ahora es padre (¡enhorabuena!) y vicepresidente de Iberdrola. Y ese Pepu Hernández, estrepitosamente desaparecido porque no fue capaz de encestar ni triple en la canasta de la Cibeles. Madrid es un destino muy cruel para el PSOE, un reto que se antoja imposible. El presidente Sánchez I el Magno tiene ahora que designar a su candidato al Palacio de Correos. Los rumores señalan a una serie de ministros levemente relacionados con la Puerta de Alcalá.
Fuera de la rifa ha quedado Fernando Grande-Marlaska ya que su naturaleza choca frontalmente con el espíritu abierto, liberal y cosmopolita madrileño: nos encerró ilegalmente en casa durante la pandemia, utilizó a la Policía para multarnos por bajar a pasear a los niños y movilizó a la Guardia Civil para espiar nuestros mails. Marlaska tiene un algo retorcido, casi putinesco. Madrid es todo lo contrario.
La vida te da sorpresas y si finalmente fuera la elegida, tiene ya la campaña medio hecha. Todo el mundo la recordará como la ministra que concedió -o no- el indulto a Griñán
A la cabeza de las quinielas se sitúa, por ahora, Pilar Llop, titular de Justicia, que ha reconocido que viaja en metro y autobús y que escucha conversaciones ajenas. Nadie la descubre porque nadie sabe quién es. Magistrada de formación, pasó también inadvertida por sus desempeños anteriores como delegada del Gobierno para la Violencia de Género y presidenta del Senado. Muchos minutos de televisión tirados a la basura. La vida te da sorpresas y si finalmente fuera la elegida, tiene ya la campaña medio hecha. Todo el mundo la recordará como la ministra que concedió o no el indulto a Griñán. Un verdadero hito en el currículum de cualquier jurista.
Otro miembro de la cofradía de los posibles es Félix Bolaños, ministro de Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática. Es un señor tirando a bajito que no hace más que dar disgustos cuando aparece en las noticias. Su trabajo consiste en pasar el día con lo mejor de cada casa: en Moncloa, con el jefe Sánchez; en el partido con M.J. Montero, vicesecretaria general del PSOE amén de ministra de Hacienda, y en el Congreso con Gabriel Rufián y Mertxe Aizpurua dos piezas de la peor calaña. Tiene también el encargo de desplazarse ocasionalmente a Barcelona para ponerse debajo de la mesa de negociación y limparle los zapatos a Pere Aragonès, otro señor bajito con ínfulas de Bismark.
Se la recuerda vivamente por el penoso número de las navajitas ensangrentadas que le hicieron representar a Reyes Maroto en la campaña contra Ayuso. Le salió mal
Reyes Maroto, al frente de la cartera de Comercio, Industria y Turismo, es una militante del PSOE de-toda-la-vida. Es perfecta para cualquier cometido, incluso como munícipe. A nadie ofende, a nadie molesta, saca de dónde no hay, al mal tiempo pone buena cara y se muestra optimista ante la vida. Por eso fue capaz de afirmar que "la erupción de La Palma es un reclamo turístico que podemos aprovechar”. Todos menos ese gran número de palmeros que siguen a la espera de las ayudas prometidas un año después del volcán. Se le recuerda vivamente por el penoso numerito de las navajitas ensangrentadas que le hicieron representar en la campaña contra Ayuso. Le salió mal. Alguien ha inentado enredar en esta carrera electoral a Margarita Robles, ministra de Defensa, cuyo interés por la alcaldía de Madrid es similar a la de Rufián por la de Santa Coloma. También emergió el nombre del escritor Luis García Montero, comunista, viudo y director del Cervantes.
Juan Lobato, portavoz del PSOE en la Asamblea de Madrid y antiguo alcalde de Soto, está más que mosqueado porque, dado que ya es el candidato a la Comunidad, pretende que se despeje cuanto antes la incógnita de su partner en la carrera municipal. Por ver si encaja en el baile. En cualquier caso, sabido es que los comicios madrileños son un divertido juego en el que participan al menos veinte partidos y siempre gana el PP. Nada cambiará en mayo.
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