Este cuadragésimo octavo día de reclusión se celebra el Día del Trabajo. Pero, como era de esperar en esta ocasión, no hubo grandes manifestaciones sindicales ni triunfantes proclamas públicas a favor de los trabajadores y, las que hubo, fracasaron con estrépito. A las puertas de la ansiada "desescadala", la gente está inmersa en discurrir cómo sobrellevar o cómo saltarse la división en franjas horarias para las salidas a la calle. De la lucha de clases a la lucha de franjas.
Que la gente no piense en los derechos de los trabajadores y menos aún en reclamarlos es algo bueno para los que mandan. El poder, lo detente quien lo detente, siempre quiere a la plebe adormecida. Pero en este atípico Día del Trabajo más aún convenía que el pueblo no se detuviera a cavilar sobre los vaticinios ofrecidos por el Gobierno. La economía española se desplomará un 9,2%. Llegaremos al 19% de paro. El déficit público se disparará hasta el 10,34% del PIB y la deuda pública alcanzará el 115%. O sea, la ruina total.
De semejante agujero nos costará salir unos cuantos años. Téngase en cuenta, además, que estas son las previsiones gubernamentales enviadas a Bruselas. Previsiones que por motivos obvios tienen que tender en cierta medida al optimismo, de manera que puede que el pozo sea aún más hondo. Esta vez ni siquiera vale para motivarse pensar en que los economistas siempre se equivocan en sus pronósticos. Quizás sea porque solo piensan en números y no tienen en cuenta la realidad, que es más amplia, pero esa es otra historia.
Parece que la "nueva normalidad" será un desastre económico y social. Las citadas cifras, de concretarse, invitarán no ya al pesimismo o al nihilismo, sino directamente a la revolución. Por suerte ahora la única posible es la de los votos. La habrá, sea en el sentido que sea
Parece que "la nueva normalidad" será un desastre económico y social sin paliativos. Las citadas cifras, de concretarse, invitarán no ya al pesimismo o al nihilismo, sino directamente a la revolución. Por suerte ahora la única posible es la de los votos. La habrá, sea en el sentido que sea, porque ningún gobierno puede resistir con esos datos. Pero dejemos ya las cábalas sobre el medio plazo y pensemos en el corto plazo. Insisto en que el personal piensa en cómo salir este sábado a la calle.
A los ciudadanos (al menos a todos los que yo conozco) les preocupa y ocupa cómo montárselo para disfrutar de la semilibertad recobrada. Tienen que ingeniárselas para estar en la calle el mayor tiempo posible e incluso los más irresponsables andan maquinando cómo aprovechar para visitar a amigos y familiares soslayando las prohibiciones policiales. Vuelven el deporte y los paseos, sí, pero sobre todo regresa la vida social, aunque sea por la puerta de atrás.
La salida a la calle va a ser una avalancha y los telediarios se llenarán de noticias al respecto. Tal vez a partir de este año el 2 de mayo, Día de la Comunidad de Madrid, se convertirá en el Día de la Picaresca. Entretanto, el agujero seguirá tragándose a trabajadores, autónomos y mediopensionistas
Lo de coordinarse por teléfono y luego hacerse los encontradizos en la calle para verse y charlar, aunque sea a dos metros, parece estar en boga. Lo de disfrazarse de deportista para moverse más allá del kilómetro permitido también coge fuerza. Las parejas que no vivan en el mismo domicilio sólo tienen que decidir lo de "en tu casa o en la mía" para verse. Y los padres de familia enclaustrados nos repartiremos: uno se viste deportista para sortear a la pasma en la franja de mañana y el otro hace lo mismo en la franja de tarde.
No hace falta buscar en las profecías de Nostradamus ni ser pitoniso para pronosticar que lo de este sábado va a ser una avalancha. Y los telediarios se llenarán de noticias al respecto. Tal vez a partir de este año el 2 de mayo, Día de la Comunidad de Madrid, pasará a ser también el Día de la Picaresca. Entretanto, el agujero seguirá tragándose a trabajadores, autónomos y mediopensionistas. Porque la crisis, que no está viniendo sino que ya está aquí instalada hace semanas, no entiende de franjas ni de fases.
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