La ocurrencia del Gobierno vasco de luchar contra el machismo ampliando los metros cuadrados de la cocina hace un flaco favor a todos los que defienden la igualdad real entre hombres y mujeres. Eso que algunos llaman feminismo y otros prefieren llamar por otro nombre para no ser erróneamente identificados con ideologías políticas que asocian con esa palabra.
No sólo es un sinsentido modificar la legislación urbanística para prohibir a los arquitectos que diseñen libremente y ubiquen la cocina en la zona de la casa que les plazca, con la obligación además de que la cocina sea grande y esté cerca del salón, sino que la justificación para promover este cambio normativo es la que es machista y retrógrada en sí misma.
Porque además coarta la libertad de todos: del arquitecto, del constructor, de los que prefieren que el olor de la lumbre no llegue a las cortinas del salón, de los que ni pisan ni les importa la cocina, o de los que quieren distribuir su vivienda como les de la gana. El brillante autor de esta idea es que el asocia a la cocina con la mujer, el que da por hecho que mientras el hombre ve la tele en el salón ella está cocinando, ergo él es el machista.
Eso es lo primero que se le puede recriminar al director de Vivienda y Arquitectura del Gobierno vasco, Pablo García Astrain, -hombre, por cierto, al que se le ve el plumero-, y, lo segundo y seguramente más importante, es que estas iniciativas banalizan la lucha real por la igualdad y el hartazgo de una sociedad que está cansada de ver muertas a manos de sus parejas y exparejas cada día en el telediario. Eso es lo que hay que combatir, no dónde está la cocina. Tiritas que ni pegan para hemorragias masivas.
Una pareja puede vivir en una casa pequeña, en la que la cocina esté en la punta contraria al salón, y pueden vivir en un ambiente de igualdad, compartiendo tareas
Esto NO es feminismo, es una absurdez indignante con la que el Ejecutivo vasco quiere colgarse la medallita de feminista, esa medallita que no hay que lucir y que deberíamos llevar colgada todos sin hacer aspavientos, sea cual sea el partido que votamos.
Porque una pareja puede vivir en una casa pequeña, en la que la cocina esté en la punta contraria al salón, y pueden vivir en un ambiente de igualdad, compartiendo tareas o incluso si sólo cocina la mujer disfrutando de la paz de su aislamiento. Muchas pedirán seguro que no se la quiten.
Quizá el Gobierno vasco debería preguntar -a hombres y mujeres- para ver cuántos creen que esto es un verdadero problema. Para saber cuántos creen que el sueldo público que cobran con cargo a los impuestos que ellos pagan es para remunerar estas ideas tan "innovadoras". A lo mejor se sorprenderían con la opinión de ellos y, sobre todo, con la de ellas.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación