Opinión

Luisge Martín sobre Bretón: escribir a sangre fría

No parece importarle tanto lo que pudiera opinar la madre de un libro sobre el asesino de sus hijos

  • José Bretón, el asesino

“Cuando nadie se acuerde ya de Bretón, él contará con todo detalle lo que hizo con los niños. Y lo hará, como siempre, para hacer daño a Ruth”.  Serafín Castro, el comisario que se encargó de la detención del parricida José Bretón, hizo esta predicción que ahora se revela como profética, en el curso de una de sus conversaciones con los periodistas de sucesos Luis Rendueles y Manu Marlasca. Fue la cita que usaron para  poner punto y final al capítulo que dedicaron a Bretón en su libro Territorio Negro, publicado en 2021 y en el que diseccionaban trece asesinatos cometidos en España. No hubo en esa ocasión reacción de la madre de los niños asesinados y ex mujer del asesino. El libro siguió su curso con absoluta normalidad, quizás porque Rendueles y Marlasca trataron el crimen como lo que es y sin voluntad de hacer del dolor aún fresco de la madre presunta literatura.
No ha sido ese el caso del libro escrito por Luisge Martín, que hasta hace relativamente poco tiempo se dedicaba a escribir los discursos de Pedro Sánchez y, posteriormente, a disfrutar de un cargo de lujo como es la dirección del instituto Cervantes en Los Ángeles. Creyéndose Carrere o Truman Capote, a quienes se refiere continuamente en sus declaraciones, consideró que Bretón le proporcionaba tema suficiente para escribir su versión particular de El Adversario  o A sangre fría, con una falta de conocimiento sobre sus propias dotes muy poco recomendable para quien pretende dedicar su vida a indagar sobre los entresijos del alma humana.  Quería Luisge Martín llegar muy literariamente la conclusión a la que ya hemos llegado todos con mayor lucidez y menos pretensiones: que el Mal, visto de cerca, asombra por su estupidez y simpleza, y que en los ojos muertos del hombrecillo que mató a sus hijos no hay más que mediocridad y ansia de venganza hacia la mujer que se atrevió a abandonarlo.

No queda claro si la idea se le ocurrió a él o fue cosa del propio Bretón. En un artículo publicado este lunes, otro periodista, sin citar nombres pero dejándolo muy claro, cuenta que fue contactado por el asesino para que escribiera su historia, pero que, tras consultarlo con su madre, decidió declinar la oferta, a pesar de ser esta muy sustanciosa. Luisge Martín, el escribidor de discursos en La Moncloa, hace referencia también a una primera llamada del asesino, que es quien inicia la comunicación entre ambos, y también se refiere a su madre, en extraño paralelismo con el periodista al que me refería anteriormente, para justificarse ante los posibles lectores. “Les había contado a mi madre y a mis hermanas que estaba escribiendo un libro sobre Bretón. A pesar de mi primer temor, no se escandalizaron”, explica. No parece importarle tanto lo que pudiera opinar la madre de un libro sobre el asesino de sus hijos, a la que no se le avisó en ningún momento de que el libro que se estaba escribiendo, como si una vez convertida en material literario de un favorito del mundillo literario del régimen sanchista se convirtiera en un ser sin derechos ni sentimientos a la que maltratar impunemente.

Es muy difícil entender a Luisgé Martín si se descarta su evidente frivolidad y se intenta comprender qué esperaba que sucediera con un libro gestionado con semejante torpeza y sin la menor consideración

No solo eso, Ruth ha tenido que leer que Luisgé encargó a su madre la compra de ropa para el asesino, sudaderas y calcetines incluidos porque en la cárcel hace mucho frío, en una inevitable humanización del monstruo que ha debido dolerle el doble por la brutal insensibilidad del presunto Capote patrio para con ella. Es muy difícil entender a Luisgé Martín si se descarta su evidente frivolidad y se intenta comprender qué esperaba que sucediera con un libro gestionado con semejante torpeza y sin la menor consideración para con la única víctima que sigue viva. Pongamos otro ejemplo. Acercándose el momento de su primer encuentro personal con Bretón, el escritor explica así sus sensaciones. “La cita me inquietaba, me producía un disgusto irracional”. ¿Disgusto irracional? Lo irracional hubiera sido que ese encuentro no produjera en el escritor no solo disgusto, sino un asco profundo. El hecho de que solo le 'inquietara' me parece una muestra de la falta total de empatía del escritor, casi rayana en lo patológico.

Demasiasdas licencias al asesino

No parece pues extraño, ante esta falta de inteligencia emocional por parte tanto de la editorial como del autor, que en ningún momento se pusieron en contacto con Ruth, que ella haya decidido evitar la publicación del libro por las vías legales a su alcance. Que el juez decida en su caso qué derecho debe prevalecer, el de la libertad de expresión de Martín o el del honor e intimidad de los niños. Solo en caso de sentencia firme podría justificarse la no distribución del libro, por mucho que no nos guste ni el asunto ni la forma en que ese asunto es tratado. Uno de los pocos periodistas culturales que ya ha leído el libro reconoce, a pesar de la amistad que le une al autor, que se trata de un texto fallido, plano y prescindible  que peca de permitir al asesino demasiadas explicaciones. Aún así, y precisamente porque se trata de un mal libro sobre un ser despreciable, su destino debe ser el de la mesa de oportunidades de cualquier librería. ¿Mi deseo? Que se publique y que no se lea. Y que Ruth Ortiz pueda olvidar esas innecesarias páginas dedicadas al asesino de sus hijos con la misma rapidez con la que lo haremos nosotros. Mal por mal, preferiría que Luisge Martín se olvidara una temporada de más proyectos peregrinos  y volviera a dedicarse a escribir los discursos de Sánchez. Haría menos daño.

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