Antes de la pandemia quienes vivimos fuera de Madrid sentíamos cierta envidia de los madrileños. Ahora sólo podemos sentir compasión por ellos. Porque el esperpento político que se está viviendo en la comunidad madrileña durante las últimas semanas no tiene parangón. Lo esperpéntico llegaba al paroxismo este jueves cuando primero el Tribunal Superior de Justicia de Madrid tumbaba las restricciones decididas por el Gobierno y cuando horas después Pedro Sánchez anunciaba un consejo de ministros extraordinario que puede declarar el estado de alarma sólo en la región.
Los madrileños viven en un caos donde se suceden frenéticamente noticias contradictorias que versan nada menos que sobre si pueden moverse o no. Su libertad más básica cercenada a ratos sí y a ratos no. Ahí es nada. El Gobierno de Sánchez, al que los tribunales han enmendado la plana con una resolución antológica, y el Ejecutivo de Isabel Díaz Ayuso no son capaces de ponerse de acuerdo ni en cuántas estrellas tiene la bandera madrileña.
Hablando de banderas, todo este delirio está aconteciendo ante la mirada atónita e indignada de los ciudadanos quince días después de la famosa imagen que todos ustedes tienen en la mente. Sánchez y Ayuso comparecieron juntos, con un fondo compuesto por veintitantas enseñas nacionales y regionales, para anunciar que creaban una mesa de coordinación con la finalidad de mejorar el diálogo entre ambas administraciones. Produce pavor si quiera imaginar qué estaría pasando sin tan necesaria mesa en marcha.
La Comunidad de Madrid se está convirtiendo en el hazmerreír de Europa debido a esta batalla política entre gobiernos en plena pandemia
Este jueves será recordado como una jornada delirante. Primero el TSJM tumba las polémicas restricciones que el Gobierno central tomó frente a la postura del Ejecutivo regional. Después las mismas autoridades madrileñas, tanto las de la ciudad como las de la comunidad, pedían a los ciudadanos que pese no salieran del territorio en el puente que empieza este viernes pese a que tenían libertad para hacerlo. Tras un tira y afloja larvado y propio de una novela de Stephen King, Sánchez anuncia un consejo de ministros extraordinarios que amenaza con decretar el estado de alarma en la región.
Entretanto, los ciudadanos lógicamente pasan de estar boquiabiertos a sentirse indignados ante tanto vaivén inexplicado y quizás inexplicable. La confusión es creciente. Ya no saben si van a estar confinados, semiconfinados o libres. Unos culparán a Sánchez y otros a Ayuso, pero a estas alturas poco importa. Más allá del juego de culpas y de las miradas partidistas, la realidad es que la Comunidad de Madrid se está convirtiendo en el hazmerreír de Europa debido a esta batalla política entre gobiernos en plena pandemia.
Madrid, esa comunidad abierta y acogedora a la que no hace falta dedicar los consabidos versos de Sabina para mostrarle amor, y los madrileños, sean nacidos allí o adoptivos, no se merecen tamaño esperpento.