Madrid Central, y medidas mejor diseñadas, buscan sacar a la gente de su vehículo privado. Los nuevos responsables municipales de la ciudad deberían expandir Madrid Central, no eliminarlo
El centro de Madrid, Barcelona, Londres, Nueva York o París son lugares de escasez. No escasez en el sentido de pobreza, se entiende (los distritos centrales de esas urbes están entre los lugares más ricos del planeta), sino en el sentido que son lugares donde hay una demanda extraordinaria por un recurso muy específico, y una oferta muy limitada y esencialmente imposible de ampliar. En el centro de Madrid, Barcelona, Londres, Nueva York y París falta espacio.
Esto es una obviedad, pero es una obviedad que es a menudo ignorada a la hora de definir políticas públicas. Cada metro cuadrado de espacio libre en el centro de una gran ciudad es enormemente valioso, ya que la actividad económica que se genera en ellas es enorme. Esto quiere decir que la manera de planificar el uso de ese espacio físico es crucial si queremos tener ciudades productivas y eficientes.
De la calificación urbanística de las zonas edificables se habla a menudo, y es algo que merece otro artículo. De lo que habitualmente se habla menos, y casi nunca se hace en términos de escasez o valor de mercado, es del espacio público en estas áreas, las calles y plazas que utilizamos para desplazarnos dentro del centro de las ciudades.
Estoy hablando, claro, de Madrid Central. Para sus críticos, la imposición de restricciones de tráfico en la almendra central de Madrid ha sido vista como un ataque ecologista-buenista-totalitario al derecho de todo conductor a desplazarse en su vehículo privado allá donde le dé la santísima gana, que por algo paga impuestos a porrillo cada vez que coge el coche. La izquierda, mientras tanto, se ha ido por las ramas con discusiones sobre contaminación, calidad de vida y cambio climático, sin realmente meterse en el meollo de la cuestión.
En ‘Madrid Central’ hay mucha actividad económica, muchos coches que quieren circular, y poco espacio. Racionalizar cómo movemos gente dentro de esa zona es imprescindible
La realidad es, en Madrid Central hay mucha actividad económica, muchos coches que quieren circular por el centro, y poco espacio. Racionalizar cómo movemos gente dentro de esa zona tan importante de la ciudad es necesario.
Antes de las restricciones de tráfico, Madrid (y la mayoría de las ciudades del mundo; estos errores se cometen en todas partes) operaba en un escenario donde circular por el centro era esencialmente gratis. Tenemos un bien público (las calles de Madrid) con una demanda elevada, y ningún instrumento para racionalizar cuánta gente va a utilizarlo. El resultado era previsible: montones de conductores intentaban acceder en coche, y nos encontrábamos con atascos monumentales todo el santo día. A efectos prácticos, el precio de entrar a Madrid Central se medía en cuántas horas uno estaba dispuesto a desperdiciar sentado en el coche moviéndose a 2 Km/h, y cuánto iba a pagar por aparcar.
Es una solución torpe. Un vehículo privado es cacharro excepcionalmente ineficiente si nuestro objetivo es mover mucha gente a velocidades decentes usando muy poco espacio. Son dos toneladas de metal emitiendo gases tóxicos, llevando raramente más de una persona. Dado que no podemos añadir más espacio para coches en el centro de Madrid a un coste razonable sin demoler edificios, si nuestro objetivo es facilitar el acceso rápido al centro para tanta gente como sea posible debemos buscar alternativas. Esto es, peatones, bicicletas, y transporte público.
La idea básica es muy simple: un carril bici tiene aproximadamente el triple de capacidad de transporte que un carril para coches, ocupando la mitad de espacio. Un carril bus tiene cinco veces la capacidad de un carril para vehículos privados. Una acera puede mover aún más gente. Dado que el espacio físico en la calle Mayor, Gran Vía o Alcalá es el que es y no podemos añadir más, lo lógico es que demos prioridad a los medios de transporte que pueden llevar viajeros, incluso si son un poco incómodos. Que sean menos contaminantes no deja de ser una ventaja adicional, pero no es el motivo principal que debería guiar las restricciones al tráfico privado.
La solución ideal sería que el acceso al centro de Madrid no estuviera prohibido, sino sometido a un peaje elevado que variara según la hora del día y el nivel de congestión del centro
El problema de Madrid Central, en todo caso, era que era una prohibición inflexible, no una respuesta dinámica a los atascos. La solución ideal sería que el acceso al centro de Madrid no estuviera prohibido, sino sometido a un peaje elevado que variara según la hora del día y el nivel de congestión del centro.
En horas valle (digamos un domingo de agosto) la demanda de gente que quiere ir a Puerta del Sol en coche es minúscula, así que el peaje podría ser prácticamente gratuito. En horas punta (una mañana lluviosa de octubre) el coste debería ser casi prohibitivo, para que sólo la gente muy desesperada o con demasiado dinero en el banco utilizara su vehículo para entrar en la ciudad. Idealmente, este peaje de entrada (que, aunque es habitual, no es una rareza: Londres lo tiene desde hace más de una década) no se limitaría a Madrid Centro, sino que tendría dos zonas; un primer peaje para circular dentro de la M-30, y otro para las calles más cercanas a Sol. El dinero recaudado debería ser destinado a mejorar el transporte público en la ciudad.
¿Sería esta una medida popular? Obviamente no. Políticamente, las tasas de congestión son una medida difícil de vender. Esto no quiere decir, sin embargo, que no deban ser implementadas, ya que son tremendamente efectivas para reducir congestión, recaudar dinero para mejorar el transporte público y para reducir emisiones.
Si hay algo que sabemos con certeza al hablar de infraestructuras de transporte es que construir más carreteras empeora el tráfico, ya que lo único que consiguen es hacer que más conductores salgan a la calle. Madrid Central, y medidas parecidas y mejor diseñadas, buscan sacar a la gente de su vehículo privado, haciendo explícito el coste de su uso. Los nuevos responsables municipales de la ciudad deberían expandir Madrid Central, no eliminarlo.
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