La Comunidad de Madrid aúna todos los ingredientes descritos por el historiador Paul Preston en una de sus obras cumbre, Un Pueblo Traicionado. España de 1876 a Nuestros Días: Corrupción, Incompetencia Política y División Social. Eso es lo que se dirime en la guerra fratricida dentro del principal partido de la oposición. Pero además, Madrid es una anomalía entre las grandes metrópolis occidentales, donde es muy raro que un partido conservador huela poder. Pero hete aquí, en la capital del Reino, alejada de facto de las burguesías liberales occidentales, doble taza: se está hilvanando una derecha trumpista alrededor de ese verbo vacuo llamado Isabel Díaz Ayuso, auténtico icono pop para simpatizantes y voceros mediáticos. Ella y sus allegados son iliberales in estricto sensu –recomiendo escuchar detenidamente las barbaridades que balbuceaban las huestes que se manifestaban delante de la sede de Génova-, aunque profundamente neoliberales en lo económico. Igual que Trump, igual que Bolsonaro, igual que Orbán,… Nada que envidiar a Vox, en subida libre dentro de las fuerzas conservadoras patrias. Sánchez, frotándose las manos. De seguir la derecha patria por estos derroteros se garantiza al menos 8 años más de presidente del gobierno de España.
Pero, ¿cómo ha llegado hasta aquí la capital del Reino? Detrás, sin duda, las redes de poder patrias, fundamentalmente rentistas. España es un Estado autonómico descentralizado. Sin embargo, el aspecto más relevante está completamente centralizado, en Madrid. En la capital del Reino se fragua todo aquello que permite vivir a las élites económicas patrias, básicamente rentistas, a costa de sus conciudadanos. Son las mismas que antaño, en la primera Restauración Borbónica, diseñaron una red ferroviaria o de carreteras que convergiera, aún sigue convergiendo, en Madrid. Les basta con acudir a Madrid para, moviendo las fichas adecuadas, en ministerios, organismos, consultoras y/o lobbies diversos, lograr sus objetivos. Es un diseño cuasi-único que además de servir a los intereses de las redes de poder, despuebla y empobrece al resto del país.
Epicentro de las redes de poder en España
Madrid, en definitiva, es el epicentro de actuación de nuestras élites económicas extractivas, donde hilvanan diariamente sus redes de poder, de la mano del estamento político y de ciertos grupos o colectivos de la escala funcionarial. Es en la capital del Reino donde las puertas giratorias alcanzan su máxima expresión, donde lo público y lo privado se entremezclan sin ningún rubor. Una buena foto de esta situación aparece detallada en el magnífico libro de Andrés Villena, Las Redes de Poder en España: élites e Intereses contra la Democracia. Y para que todo quede atado y bien atado, disponen, además, de unos medios de comunicación dóciles, de los cuales son los mayores accionistas.
Son esos medios los que al final han acabado desbancado a Pablo Casado. Desde estas líneas hemos advertido constantemente de esa mezcla entre hilaridad y bochorno que provoca las actuaciones e interpretaciones de los dirigentes populares, desde su líder Pablo Casado, pasando por su ex-secretario general, y terminando en la vacuidad y zafiedad que representa Isabel Díaz Ayuso. Todos ellos son fieles herederos de lo que representa el otrora presidente del gobierno de España, José María Aznar. Son la máxima expresión de un crecimiento económico extractivo, fundamentado en burbujas y deuda privada.
Por eso, resulta interesante que Alberto Núñez Feijóo se pueda hacer con las riendas del principal partido de la oposición. Tanto en las formas como en el fondo está alejado del trumpismo que encarna Ayuso y sus huestes, incluidas las mediáticas, mientras en su comunidad Vox no rasca bola. La pregunta es por qué el trumpismo madrileño lo va a aceptar. Y es aquí donde entran las conjeturas. Posiblemente Pablo Casado haya apuntado bien, aunque a destiempo, sobre las debilidades de la presidenta madrileña, de manera que a ésta ya no le queda más remedio que replegar velas y apoyar al gallego. Veremos.
La trifulca interna del PP
Pero además ciertas razones económicas juegan a favor del gallego. A la vez que las élites depredadoras forjaron la mayor burbuja inmobiliaria de la historia, aderezada con una explosión de deuda privada jamás conocida, nuestras exportaciones de bienes y servicios no paraban, y no han parado, de crecer desde 1994, tanto a nivel intensivo como extensivo. En la actualidad está emergiendo un nuevo eje económico en nuestro país que se debería potenciar, desde la Comunidad Valenciana, pasando por Aragón, Navarra, La Rioja y País Vasco hasta Galicia, y que debe unir el eje mediterráneo y el eje cantábrico. Ahí se encuentran nuestros campeones ocultos, incluidos ciertos clúster biotecnológicos, tan necesarios hoy. Si bien es cierto que merece una mención especial el buen hacer del Gobierno vasco, porque se ha dedicado a hacer política industrial activa, el resto de comunidades que constituirían este hipotético eje también lo están haciendo relativamente bien. Son la antítesis de los rentistas madrileños.
Nuestro país, por capital humano e intelectual, merece sin duda un mejor porvenir para nuestras generaciones futuras. Para ello es condición necesaria, aunque no suficiente, deshilvanar las hechuras que han tejido las redes de poder en España desde la primera Restauración borbónica, con sede en Madrid. Dichas redes incluyen una élite económica extractora, agrupada alrededor del Ibex 35, heredera de los antiguos monopolios públicos y/o naturales –sector eléctrico, telefonía, sector energético, tabacos…-, junto a un sector bancario asistido artificialmente por el Banco Central Europeo. Frente a ella, el impulso innovador de toda una colección de pequeñas y medianas empresas entre las cuales se encuentran nuestros campeones ocultos, ubicados especialmente en la periferia. Por eso, y en este contexto, si la principal contribución de la trifulca interna del principal partido de la oposición es que Casado, Ayuso, y el trumpismo madrileño, dan un paso atrás, perfecto, sería una buena noticia para España y sus ciudadanos.
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