Opinión

Madrid nos mata

En la época de la famosa movida madrileña se hizo popular la frase 'Madrid me mata' entre los castizos de la contracultura musical que venía a significar los gratificantes excesos

En la época de la famosa movida madrileña se hizo popular la frase 'Madrid me mata' entre los castizos de la contracultura musical que venía a significar los gratificantes excesos de la urbe.

En 1993, un año después de que volviese a perder las elecciones generales, el PP ganó las elecciones al Parlamento Europeo y en Cataluña ocurrió algo extraordinario: el PPC superó en 5.000 votos al PSC. En las autonómicas catalanas de 1995, CIU perdió la mayoría absoluta y bajó diez escaños, el PSC bajó otros seis y el PPC subió diez, obteniendo diecisiete con un porcentaje de voto que nunca más conseguiría.

Podemos preguntarnos cómo el PPC pudo cosechar esa serie de votos provenientes de partidos tan ajenos que, al menos en parte, podrían haberse ido a la abstención. Su presidente, Alejo Vidal-Quadras llevaba años aplicando una política propia e independiente, transversal, buscando aglutinar miles de votos de ciudadanos, de uno u otro partido, que querían seguir siendo españoles, educar a sus hijos en la lengua que eligiesen y creían en una Cataluña plural. No se dedicó a dar mandoblazos sin más al PSOE, sino a lo dicho. Ese camino, mientras la dirección nacional lo permitió, logró que el PPC pasase de 120 concejales en la autonomía a cuatrocientos ochenta, de tres en Barcelona a seis.

Comienza el declive

A partir de la neutralización política que el PPC sufrió por parte de Pujol como pago de su apoyo a Aznar, el partido comenzó una etapa de declive. En las siguientes autonómicas se perdieron cinco escaños y solo el prestigio que aportó la gestión de Aznar frenó la caída.

En una ocasión posterior, la dirección nacional del PP ofreció a CIU la desaparición del PPC dejando todo el espectro del centro derecha en manos de Pujol. La oferta fue rechazada. El PP optó por disputarle el electorado sociológico que ambos compartían y se nombró presidente del PPC al prestigioso Josep Piqué, que inició un sutil acercamiento a las posiciones nacionalistas acentuando el perfil catalanista del partido.

En las posteriores autonómicas subió tres escaños. En Cataluña se formó el primer tripartito, reeditado en 2006. En las siguientes autonómicas el escarmentado electorado catalán permitió a Artur Mas recuperar la presidencia y a Alicia Sánchez-Camacho conseguir 18 diputados. En las siguientes autonómicas, ya con un programa netamente independentista, Mas perdió doce escaños y Sánchez-Camacho, ante lo que se les venía encima a nuestros votantes, obtuvo diecinueve. La esperanza en que el Gobierno Rajoy amparase a los no independentistas jugó a favor de este resultado. La posterior decepción otorgó a García Albiol ocho escaños y a Inés Arrimadas 25, que posteriormente pasaron a ser cuatro para el PPC y treinta y seis para Ciudadanos.

El refuerzo de Murcia

Acabamos de ver, en el ámbito de otros partidos, los resultados que para Ciudadanos ha tenido en Murcia la “mano” de Madrid y como en la imparable caída de Podemos el directorio de su líder les han dejado prácticamente sin estructura en lo que el llama el Estado. En cuanto al PSOE , su “manita“ en Murcia ha acabado reforzando al PP local.

Volviendo a lo nuestro: la única manera de evitar “Madrid me mata” es,  además de ahorrarnos los escándalos en periodo electoral, restablecer una estructura de partido en Barcelona y comarcas para reiniciar el contacto y la ilusión con los antiguos votantes y generar una política independiente, evidentemente no en colisión con la dirección nacional, pero al servicio de los catalanes, y no ligada a los intereses de la calle Génova. Una política con un cuerpo de pensamiento propio que el presidente Alejandro Fernández está en condiciones de articular. Recientemente Casado ha interpelado a los catalanistas ajenos al procés invitándoles a compartir un proyecto de seny en el que quepamos todos. Esperemos que escuche al PPC.

¿Duda alguien de que si, con ocasión de las leyes de desconexión del Parlament, la declaración unilateral de independencia y el establecimiento de la república catalana, Alejandro Fernández hubiera podido salir solemnemente a solicitar al presidente del Gobierno de España la defensa de la Nación Española y los derechos de la mayoría de catalanes no se habría convertido en el universal referente del constitucionalismo catalán? Aunque luego el Sr. Rajoy hubiera hecho lo que creyese oportuno, que para eso era el presidente.

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación
Salir de ver en versión AMP