Desde el minuto uno de la pandemia, la Comunidad de Madrid (CAM) fue identificada como la “Zona Cero” del coronavirus. Cuando estamos a menos de una semana para que se cumplan dos meses desde que el Gobierno decretara el estado de alarma, Madrid está a punto de tener el dudoso honor de añadir a aquella inicial calificación otra si cabe más preocupante: la de “Zona Cero del caos”.
La historia de la covid-19 en Madrid ha transcurrido en paralelo a una doble pelea política: en primer término, la activada por el Gobierno central, que cuanto mayores eran los errores y rectificaciones de su gestión, más interés mostraba por dificultar la del principal Gobierno autonómico en manos del PP; y, en segundo lugar, la disputa abierta en el seno del propio Gobierno regional, que los medios hemos ido radiando casi a diario, y cuyos principales protagonistas han sido la hiperactiva presidenta Isabel Díaz Ayuso y su número dos, el vicepresidente Ignacio Aguado, incapaz de sobrellevar con el sosiego que la situación exigía el papel secundario que se le había asignado.
No es sin embargo la gravosa riña por conquistar una porción de protagonismo el mayor de los problemas que le han planteado a Ayuso sus socios de gobierno. El intento de Alberto Reyero (Cs), consejero de Asuntos Sociales, de transferir a su compañero de Sanidad, Enrique Ruiz, la responsabilidad política del desolador impacto del virus en las residencias de ancianos de la comunidad, provocó una crisis de confianza difícilmente reversible y cuyo penúltimo episodio ha sido el pulso protagonizado por Aguado para que la CAM solicitara al Gobierno de la nación la autorización para acceder a la fase 1 del plan de desconfinamiento, seguido de la dimisión irrevocable de la directora general de Salud Pública por miedo a las consecuencias penales de tal decisión.
Madrid no puede estar por más tiempo cerrado. Jugar a la ruleta rusa con Madrid, como lo hace el Gobierno de Sánchez, es de una flagrante irresponsabilidad
Tras más de 8.500 fallecidos a causa de la covid-19, el espectáculo que en Madrid está ofreciendo el Gobierno de coalición supera lo admisible. Díaz Ayuso no puede sostener ni un día más una situación de alarmante descontrol que lo que transmite es una enorme sensación de intranquilidad a los ciudadanos. Más aún cuando su vicepresidente decide sobrepasar los límites que exige una mínima lealtad y en estas dramáticas circunstancias, en lugar de cerrar filas y dejar la controversia para mejor ocasión, no se le ocurre otra cosa que ponerse a coquetear abiertamente con la oposición.
Madrid no se merece esto. Ni la ceremonia de confusión protagonizada por el Ejecutivo autonómico ni mucho menos el trato que recibe por parte del Gobierno central, cuyos esfuerzos por tratar de poner en evidencia los desaciertos de las comunidades gobernadas por el PP y silenciar los protagonizados por sus correligionarios son tan evidentes que producen sonrojo. En Madrid, Pedro Sánchez juega con fuego. Madrid no es una comunidad autónoma gobernada por el adversario, que es el criterio que prevalece en los análisis de situación que se elaboran a diario en el laboratorio de La Moncloa. Madrid es mucho más que eso; es, tras la deserción de Cataluña, el principal motor económico de España. Jugar a la ruleta rusa con Madrid, como lo hacen Sánchez y sus ministros, es de una flagrante irresponsabilidad.
Tras más de 8.500 fallecidos a causa de la covid-19, el espectáculo que en Madrid está ofreciendo el Gobierno regional de coalición supera lo admisible
Nadie cuestiona la prevalencia de las razones sanitarias a la hora de determinar si la comunidad madrileña está preparada para pasar a la fase 1 y empezar así a ver la luz al final del túnel. Lo que no es admisible es que la decisión de rechazar tal petición, cuando la Comunidad de Madrid cumplía los dos únicos requisitos que ha dejado claros el Ministerio de Sanidad (tasa de camas UCI y porcentaje de camas para agudos por cada 100.000 habitantes), recaiga en un plantel de ilustres desconocidos y se base en otros criterios que, por su opacidad, no pueden sino ser considerados clamorosamente arbitrarios.
En Madrid, como en otros muchos lugares, se han cometido errores, pero conviene recordar que cuando el portavoz del “mando único”, Fernando Simón, decía aquello de que en España habría pocos casos de coronavirus, la CAM se disponía a cerrar los colegios y alertaba a la población sobre la gravedad de la pandemia. En Madrid, “Zona Cero” de esta catástrofe humanitaria, se ha dado la vuelta como en ningún otro sitio a una situación cuya gravedad superaba con mucho la de otros territorios. Y se ha sometido el virus gracias fundamentalmente a los profesionales sanitarios, pero también, como en otros lugares, a la dedicación intensiva de sus autoridades.
Madrid no puede seguir siendo la “Zona Cero” de la pelea partidista; ni el plan piloto diseñado por alguien para la socialización de las responsabilidades políticas. Por eso, y porque Madrid será la llave o el candado del inevitable y durísimo proceso de recuperación que nos aguarda, es urgente que se garanticen las mínimas condiciones de seguridad sanitaria para abordar cuanto antes la esencial tarea de apretar el botón de la reactivación económica y frenar la destrucción de empleo. Salvo rebrote de la emergencia sanitaria, Madrid no puede estar por más tiempo cerrado. Pónganse a ello. Recuperen el sentido del deber y la lealtad institucional. Dejen, unos y otros, de jugar con Madrid.
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