Opinión

La maldición de Carmiña

El alcalde Almeida es un hombre inteligente, culto y preparadísimo, como podemos ver todos los días; es completamente incapaz de meter la pata con esas cosas

Hay obras musicales, algunas muy ilustres, que son objeto de supersticiones, tildadas de gafes o de enfadosas para el público, y por diversos motivos. La gente del teatro sabe que no hay que pronunciar nunca la palabra Macbeth, que trae mala suerte; así que cuando se monta en cualquier sitio la estremecedora ópera de Verdi, loscantantes, los técnicos y el personal del teatro se pasan meses hablando de “la obra escocesa”, sin mencionar su nombre. La versión original de Madama Butterfly, de Puccini, ha estado gafada durante más de cien años en La Scala de Milán; parece que ya se les ha pasado el susto. Es conocida la tirria que tiene el público israelí hacia la música de Wagner, por razones que no tienen nada que ver con lo musical. Y luego está la ira que suele provocar en todas partes la interpretación de la obra 4’33”, del sedicente compositor John Cage, quizá porque durante su interpretación no suena una sola nota, la orquesta no toca ni hace nada. Es todo silencio. “¡Pero la entrada había que pagarla igual!”, bramaba delante de mí, hace años, el fallecido compositor (este sí, músico de verdad) Ángel Barja.

Hay más ejemplos, pero yo no logro recordar ahora mismo ninguna maldición en la que una pieza musical ejerza un poder maléfico evidente sobre un grupo humano concreto y determinado. Es lo que está pasando con el Partido Popular. En serio se lo digo. Y no es de ahora, ¿eh? Esto viene de hace años. Imagino que Feijóo, Cuca Gamarra, González Pons, Bendodo o quien rayos sea (sin la menor duda, también Martínez Almeida) estarán ahora mismo dando rigurosas instrucciones a toda su gente: en el partido no se volverán a mencionar jamás los Carmina Burana, del compositor alemán Carl Orff. Para nada. En ningún sitio. Nunca. Pase lo que pase. Esa música malvada, y sobre todo su perverso nombre, quedan desterrados de los documentos, de los discursos, de las declaraciones, de la memoria histórica del PP. Arrenégote, demo. Si acaso fuese indispensable hablar de ello, se utilizará la expresión “esa obra de la que usted me habla”.

Esto, lo de los carmina burana, lo estudian los chicos en el bachillerato, no es ningún secreto escondido. Lo que pasa es que hay que poner atención en clase, caramba

Porque esta desgracia ya ha pasado dos veces. Lo mismo, dos veces: no puede ser una casualidad.

Carmina Burana es el título de una cantata compuesta por Carl Orff. Es una de las obras musicales más conocidas, escuchadas, interpretadas y populares (valga la paradoja) del siglo XX. Se ha utilizado innumerables veces en el cine y en la televisión. Decenas de grupos musicales de todos los géneros y estilos han hecho versiones de esa espectacular música. Pero tiene un problema con el título: está en latín. Carmina Burana significa “los poemas (o cantos) del Bura”, y se pronuncia Cármina, acentuando la primera A, y no carmina, como si fuese diminutivo del nombre de Carmen. “Bura” es el nombre latino de la abadía en que aparecieron los textos: la Benediktbeuern, en Baviera.

Orff puso música a los carmina burana medievales: una colección de poemas, por lo general bastante golfos, que escribieron entre los siglos XII y XIII los famosos goliardos: clérigos o estudiantes que vagabundeaban por Europa central y que, si leemos lo que escribían, admitiremos que se lo pasaban de lo lindo. Esto, lo de los carmina burana, lo estudian los chicos en el bachillerato, no es ningún secreto escondido. Lo que pasa es que hay que poner atención en clase, caramba.

Los riesgos de la improvisación

Y no todo el mundo la puso cuando debía. Hace ahora veintidós años, en la Galicia gobernada por Manuel Fraga, una emisora de radio adicta entrevistaba al conselleiro de Cultura de la Xunta, por entonces Jesús Pérez Varela, llamado Suso por los amigos. Motivo: la presentación del memorable y brillante Festival Internacional de Música de Galicia. El periodista, sin la menor intención de ofender, preguntó al conselleiro cuál de los conciertos del programa –que era amplísimo– recomendaría a los oyentes, cuál era el mejor, el que nadie debería perderse. Pérez Varela no tenía ni puñetera idea de lo que había en el programa ni de lo que se iba a interpretar. Pero el Señor no abandona a los suyos y sobre la mesa del estudio radiofónico había, por pura casualidad –dicen quienes lo vieron– dos entradas para la representación, precisamente, de los Carmina Burana de Orff, uno de los platos fuertes del festival.

Pérez Varela se sintió salvado y se vino arriba. No dudó en recomendar a los oyentes que no faltasen al concierto que iba a dar una gran cantante, gloria de la lírica gallega y española, que se llamaba Carmina Burana. De milagro no dijo Carmiña.

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, publicaba un tuit el pasado 29 de agosto en el que anunciaba el concierto que cerraba los Veranos de la Villa “con la actuación de Carmina Burana"

La metedura de pata fue tan espectacular, y el ridículo tan esférico, que la Xunta hizo cuanto pudo para evitar que la grabación de aquella entrevista se difundiese. No lo lograron. Alguien de la Cadena SER se hizo con ella y corrieron las copias como vencejos. Yo tengo una. Suso Pérez Varela nunca se recuperó de aquello. Casi veinte años después, aún se lamentaba en una entrevista que dio al Faro de Vigo de lo “injustos” que muchos habían sido con él.

Vale. Una metedura de pata es una metedura de para y no pasa nada. Pero si la costalada se repite dos veces es muy difícil no pensar en una maldición. El alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, publicaba un tuit el pasado 29 de agosto en el que anunciaba el concierto que cerraba los Veranos de la Villa “con la actuación de Carmina Burana en el mejor escenario posible: (…) El Retiro. ¡No os lo podéis perder!”.

Alguien de su equipo, seguramente pálido, se dio cuenta y el tuit fue “corregido” poco después, pero pasó lo mismo que en Galicia hace dos décadas: que ya era tarde. Corren las capturas de pantalla comorreguerodepólvora, que habría escrito Cortázar. Y las carcajadas, ni les cuento.

Le han puesto en la Alcaldía para que sea un gestor eficaz, no para que supere cuestionarios de cultura general, por más elementales que sean

Vamos a ver. ¿Tiene el señor alcalde de Madrid la obligación de saber que Carmina Burana es una conocidísima obra musical y no una señora que canta? Seamos justos: no. No la tiene. Si no atendió en clase en el bachillerato es cosa suya. Le han puesto en la Alcaldía para que sea un gestor eficaz, no para que supere cuestionarios de cultura general, por más elementales que sean.

De lo que sí tiene el señor alcalde obligación inexcusable (como la tenía el conselleiro de Cultura de la Xunta de Galicia) es de no hacer el ridículo. Tiene asesores. Tiene gente que se ocupa de la comunicación, que le escribe las cosas. Un patinazo como este es imperdonable… pero no por él, que al fin y al cabo tiene las luces que tiene y ni un vatio más, sino por su equipo, que sí está obligado a impedir que el Ilustrísimo quede ante los ciudadanos como un bobo.

Otra cosa sería que dos golfos y un primo hubiesen estafado al señor alcalde cientos de miles de euros nuestros en la compra de mascarillas para la pandemia, por ejemplo. Otra cosa sería que el señor alcalde asegurase que un diputado conservador extremeño, cuyo voto equivocado propició la aprobación de una ley a la que el PP se oponía, vino corriendo desde Cáceres, cuando en realidad estaba entrando por la puerta del hemiciclo; también por ejemplo. Otra cosa sería que el señor alcalde “picase” en una conversación telefónica mantenida con el supuesto alcalde de Kiev (en realidad se trataba de unos humoristas) y acabase por decir que habría que devolver a su país a los refugiados ucranianos para que luchasen por su patria con las armas. Es otro ejemplo.

"Derrites como el hielo"

Pero todo eso, como ustedes saben perfectamente, es inimaginable. El señor Martínez Almeida nunca haría nada de eso. Es un hombre inteligente, culto y preparadísimo, como podemos ver todos los días; es completamente incapaz de meter la pata con esas cosas. O con otras, porque lo que no faltan son ejemplos.

¿Saben ustedes cómo comienzan los Carmina Burana (pronúnciese cármina) de Orff? Lo habrán oído cien veces, pero la letra está en latín y es difícil de entender. Yo los canté hace años y el principio dice así: “O Fortuna / velut luna, /statu variabilis (…) egestatem, potestatem / dissolvit ut glaciem”. Que quiere decir: “Oh Fortuna, como la luna variable de estado (…) a la pobreza y al poder derrites como el hielo”.

El Señor nos tenga de su mano y nos libre de las maldiciones. Ah, y si la ven, por favor: saluden ustedes a Carmiña Burana, ¿eh? Que cada día canta mejor esa chica.

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