Opinión

La maldición de los precios relativos

Un país que es importador de un determinado producto que es esencial, y que no existe dentro de sus fronteras, se verá sometido a los vaivenes de sus precios

Muchas veces, la mejor forma de entender una cuestión es tratando de aislarla, simplificarla y reducirla a la mínima expresión. A partir de ahí, si es posible este ejercicio, toca escalarla y tratar de comprender si las premisas obtenidas de lo aprendido en ese ejercicio de miniaturización permanecen. Si funciona el experimento mental, este puede ser muy útil para poder afirmar o negar algunas posibles proposiciones sobre cualquier cosa que queramos comprender.

Este es el caso de cuando queremos tratar de entender fenómenos económicos complejos. Construimos modelos que son representaciones simplificadas de la realidad, a partir de supuestos explícitos, permitiendo que su funcionamiento nos enseñen posibles consecuencias, muchas veces no intuitivas. Luego miramos a la realidad y chequeamos si el modelo hace buenas predicciones.

Usando uno de estos ejercicios mentales a partir de un modelo simple, voy hoy a tratar de explicarles las principales consecuencias de un aumento de los precios importados y, con ello, de la evolución de los salarios reales y de la inflación actual. Además, podremos derivar un resultado no menos interesante de este ejercicio. Vamos allá.

Suponga que vivimos en un poblado donde el comercio se gestiona mediante trueque. Eso quiere decir que si yo, por ejemplo, fabrico herramientas tengo que buscar a alguien que cultive rábanos si quiero comer – si no le gustan los rábanos, estará condenado en este mundo de juguete-. Dadas estas premisas, deberemos encontrar un acuerdo entre ambos que nacerá de las necesidades de herramientas que tiene él y de rábanos que tengo yo. Supongamos que llegamos a ese acuerdo. Eso quiere decir que, por una cantidad dada de herramientas, él me ofrecerá una cantidad dada de rábanos.

Un bien muy deseado se intercambiará por muchas unidades de otro. Un bien fácil y rápido de producir se intercambiará por pocas unidades de otro

Como comprenderá, las cantidades relativas que surgirán del comercio dependerá, a su vez, de la escasez relativa de un bien frente al otro, y que dependerá además de lo mucho que sea deseado cada uno y de lo fácil o difícil que sea producirlos. Un bien muy deseado se intercambiará por muchas unidades de otro. Un bien fácil y rápido de producir se intercambiará por pocas unidades de otro. Así, varios factores entran a definir esas cantidades relativas y que, si lo ha intuido, en un mundo sin dinero viene a ser el precio de un bien. O su precio relativo.

Y ahora suponga que ayer podríamos intercambiar una herramienta por 10 kilos de rábanos. Mi riqueza se mediría tanto en herramientas como el equivalente en rábanos. Yo soy “1 herramienta de rico” o “10 kilos de rábanos de rico”. Pero ahora suponga que hay una helada y la mitad de los rábanos se echan a perder. Entonces el precio relativo cambia y, en ese momento, estaré dispuesto a intercambiar una herramienta por cada 5 kilos de rábanos. Los rábanos se han encarecido, obligándome a pagar más por cada kilo. Ayer pagaba con una décima parte de una herramienta y hoy lo hago con una quinta parte. Hoy soy igual de productivo que ayer, fabrico del mismo modo mis herramientas y estas siguen teniendo la misma utilidad que ayer. Pero sin embargo hoy soy la mitad de rico que ayer o el doble de pobre. Y poco más puedo hacer para recuperar mi riqueza perdida que o bien duplicar mi producción de herramientas, lo que implicaría doblar mi productividad para evitar ese coste o bien trabajar el doble de horas. También puedo dejar de comprar rábanos e irme al trigo. Pero esta opción depende de qué tan irrenunciable sea ese producto, o como lo decimos en economía, qué tal de inelástica sea su demanda. Así pues, salvo que consigamos elevar de forma instantánea nuestra productividad, muy difícil sin cambio tecnológico - lo que nos lleva al largo plazo-, estoy irremediablemente condenado a ser más pobre mientras las condiciones no cambien.

Si tengo que pagar más por un mismo bien, si este se ha encarecido, poco puedo hacer si además es un bien muy necesario

La introducción del dinero en este mundo no cambiaría mucho las conclusiones. Es verdad que muchas cosas serían más complejas, pero no habría modo de evitar la maldición de los precios relativos. Si tengo que pagar más por un mismo bien, si este se ha encarecido, poco puedo hacer si además es un bien muy necesario. Entenderá que elevar artificialmente el dinero disponible en ese poblado no ayudará (las cantidades relativas seguirán siendo las que son) y tampoco que, de repente, se les dé el doble de jornal a todos los que fabrican herramientas: elevaría el precio de los rábanos más de lo que ya ha supuesto su escasez, el de las herramientas por aumento de costes pudiendo, además, provocar una crisis en el sector de las estas últimas.

Lo que toca es asumir la situación y tratar de distribuir los costes del empobrecimiento entre los ciudadanos y las empresas

Así pues, trayéndolo a nuestro mundo actual, lo que les trato de explicar es que un país que es importador de un determinado producto que es esencial, y que no existe dentro de sus fronteras, se verá sometido a los vaivenes de sus precios. Si estos suben, necesariamente ese país se empobrece. Esto se observa porque los precios de ese país aumentan y porque los salarios reales de ese país caen. Además, ese empobrecimiento se traduce en una caída de las rentas y, con ello, del PIB. Tendremos menos crecimiento junto con mayor inflación. Y éste durará mientras se asimile dicha subida de precios relativos.

Y poco se puede hacer. Tratar de engañar al destino elevando salarios o márgenes no ayudaría en nada. Crearía una falsa ilusión que solo serviría para empeorar la situación, pues haría más caros nuestros productos, exportaríamos menos y por ello podríamos adquirir menos bienes. Lo que toca es asumir la situación y tratar de distribuir los costes del empobrecimiento entre los ciudadanos y las empresas. Si esto último se hace eficientemente, el ajuste será menos doloroso.

Y ahora les propongo tarea para estos días: ¿qué pasaría en el caso contrario? Felices fiestas.

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