La evidencia empírica contra la ortodoxia dominante se acumula. Ya es abrumadora. Nuevas investigaciones echan por tierra los manuales macroeconómicos utilizados en la inmensa mayoría de las universidades, dominados por una ortodoxia monetarista y neokeynesiana que ya se debería reciclar. Quien se atreve de nuevo a desmentir años y décadas de otro relato económico, a modo de cuento infantil devenido en novela de terror, ha sido la Reserva Federal de los Estados Unidos. El documento de trabajo “Who Killed the Phillips Curve? A Murder Mystery”, publicado este 20 de mayo, y perteneciente a la Serie de Discusión de Finanzas y Economía, echa por tierra la ficción monetaria de que las presiones inflacionistas eran, en última instancia, el producto de una política gubernamental irresponsable diseñada para reducir el desempleo por debajo de una "tasa natural". ¡A buenas horas mangas verdes!
Lo más relevante de dicho documento de trabajo es que sus autores afirman de manera solemne: “En la actualidad, no tenemos una teoría de la dinámica de la inflación que funcione lo suficientemente bien como para ser útil para el negocio de la formulación de la política monetaria en tiempo real”. En otras palabras, confiar en los enfoques dominantes ha dado lugar a que los llamados "expertos" no tengan ni idea de los fenómenos sobre los que se explayan y, lo que es más importante, sobre los que elaboran políticas que repercuten negativamente en millones de trabajadores y sus familias. Decir que no tienen una teoría de la dinámica de la inflación es una declaración de su ignorancia, pero no de que no exista una teoría de la dinámica de la inflación que capte más o menos la evolución de los datos. Esta existe, desde la tradición postkeynesiana, cuyos economistas ya desarrollaron una teoría de la inflación viable y que la vienen utilizando durante décadas. Solo los prejuicios y el pensamiento gregario de la corriente dominante es lo que les han impedido verlo. Hasta ahora.
No hay dos sin tres
Pero a perro flaco todo son pulgas, y no hay dos sin tres. Otro documento de trabajo reciente, también de este mes de mayo, esta vez del Servicio de Estudios de la Reserva Federal de New York, “Modigliani Meets Minsky: Inequality, Debt, and Financial Fragility in America, 1950-2016”, echa por tierra la teoría del consumo neoclásica y el papel de la deuda privada. Como ya dijimos, la deuda privada no es neutra, importa y mucho. Los autores estudian el aumento secular de la deuda de los hogares estadounidenses y su relación con la creciente desigualdad de ingresos y la fragilidad financiera. Demuestran que el aumento de los préstamos por parte de las familias de clase media con un bajo crecimiento de los ingresos desempeñó un papel fundamental en el aumento del endeudamiento. La relación entre la deuda y los ingresos ha aumentado de forma espectacular para los hogares situados entre los percentiles 50 y 90 de la distribución de ingresos. Mientras que el crecimiento de sus ingresos era bajo, las familias de clase media se endeudaron contra las considerables ganancias de riqueza de la vivienda por el aumento de los precios de la misma. Los préstamos sobre el patrimonio de la vivienda representan aproximadamente la mitad del aumento de la deuda inmobiliaria en Estados Unidos entre los años 80 y 2007. El consiguiente aumento de la deuda hizo que los balances fueran más sensibles a las fluctuaciones de los ingresos y del precio de la vivienda y convirtió a la clase media estadounidense en el epicentro de la creciente fragilidad financiera. ¡Si Minsky levantara la cabeza!
En definitiva, los últimos años están siendo sin duda un quebradero de cabeza para la escuela dominante, aquella que falseo a Keynes, para volver a las andadas de la economía clásica. Me refiero al enfoque neokeynesiano dominante. Desde la teoría del dinero, la teoría del consumidor, pasando por el papel de la deuda pública y de la deuda privada, o la teoría de la inflación, todo eran cuentos infantiles que acabaron deviniendo en cuentos de terror.
Resultan hilarantes las intervenciones del gobernador de Banco de España cuyos discursos denotan que quienes se lo preparan ni siquiera se han leído las nuevas investigaciones
Hace muchos años, allá por 1995, el economista e historiador del pensamiento económico Robert Heilbroner y su pupilo William Milberg publicaron un libro premonitorio con un título muy sugerente, “The Crisis of Visoon of Modern Economic Thought”. Heilbroner y Milberg afirmaban ya en 1995 que una demoledora crisis, más amplia y profunda que nunca, estaba afectando a la teoría económica moderna. La crisis en cuestión era consecuencia de la ausencia de una visión, de un conjunto de aquellos conceptos políticos y sociales compartidos, de los que depende, en última instancia, la economía. A la decadencia de la perspectiva económica le siguieron diversas tendencias cuyo denominador común era una impecable elegancia a la hora de exponer los términos, acompañada de una absoluta inoperancia en su aplicación práctica.
En esta misma línea, hubo quien dio un paso adelante y abandonó el lado oscuro y tenebroso de la ortodoxia, el premio Nobel de economía 2018, Paul Romer. Recuerden su artículo imprescindible para todo estudiante de economía, y que tantas veces hemos citado aquí, “The Trouble with Macroeconomics”. El resumen del artículo no puede ser más demoledor: “En los últimos tres decenios, los métodos y conclusiones de la macroeconomía se han deteriorado hasta el punto de que gran parte de la labor en esta esfera ya no puede calificarse de investigación científica. El tratamiento de la identificación en los modelos macroeconómicos no es más creíble que en los grandes modelos keynesianos de primera generación, y es peor porque es mucho más opaco. La mayor preocupación es que la pseudociencia macroeconómica está socavando las normas de la ciencia en toda la economía. Si es así, todos los dominios de política que toca la economía podrían perder la acumulación de conocimientos útiles que caracterizan a la verdadera ciencia, el mayor invento humano".
El problema es que estas teorías, idealizadas por los macroeconomistas, han sido aplicadas por banqueros, industriales, tecnócratas y políticos –resultan hilarantes las intervenciones del gobernador de Banco de España cuyos discursos denotan que quienes se lo preparan ni siquiera se han leído las nuevas investigaciones-. La Macroeconomía de la corriente dominante ha demostrado ser inútil y peligrosa para la gestión de la economía real, constituyendo una posición puramente ideológica capaz de ignorar y negar las causas de la Gran Recesión.
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