Las estadísticas del Instituto Cervantes, la Encuesta Sociolingüística del Euskera, las encuestas de la Generalitat o de cualquier otra institución, no muchas, incluso Wikipedia, nos ofrecen la cifra de hablantes, pero no algo que resultaría mucho más útil y facilitaría la comprensión: el patrimonio de lenguas de los hablantes.
No hay cifras, ni oficiales ni privadas, que den cuenta del monolingüismo y ambilingüismo en España, es decir, de quienes con una lengua cubren todo y de los que necesitan dos. A falta de datos, vamos a interpretarlos con lo que conocemos. En Galicia, Euskadi, Cataluña, Valencia y Baleares, el castellano llega a toda la población, es la lengua común, aprendida como si fuera materna y utilizada día a día como propia. Una parte de la población conoce también la lengua que se desarrolló en esos territorios antes de que sus hablantes adoptaran libremente, hace ahora cinco siglos, al castellano, sin que nadie lo impusiera, como lengua complementaria.
Sospecho que muchas que dicen usar las dos lenguas solo saben decir egun on y abur, saludos de moda mucho más extendidos que hola y adiós
Los hablantes ambilingües de Galicia pueden ser el 50% de la población (1,4 millones), si bien los que saben gallego en mayor o menor medida pueden ser más, pero no lo utilizan en la vida diaria.
Los del País Vasco son el 20% (unos 0,5 millones). Si añadimos a los escolarizados puede llegar al 36%. Ninguna pregunta de la larga encuesta que hace el Gobierno vasco investiga si hay personas que utilizan solo el vasco, y sospecho que muchas que dicen usar las dos lenguas solo saben decir egun on y abur, saludos de moda mucho más extendidos que hola y adiós.
En Cataluña tenemos una guerra de cifras, especialmente incentivada por la Generalitat, pero deduzco que también el 36% utilizan a diario catalán y castellano (2,7 millones). En la Comunidad de Valencia, el 23% (1,2 millones). En las Islas Baleares el 37%. (0,4 millones).
El respeto aconseja considerar que todas las lenguas son iguales y merecen ser queridas, y las culturas también. Y no nos falta razón, pero sí agudeza
Podríamos decir, más o menos, que 47 millones de españoles hablan español, de los que 41 millones cubren en español toda su comunicación, y seis millones en español y también, en mayor o menor grado, en otra lengua. De los cuales 4,3 en español-catalán / valenciano, 1,4 en español-gallego, 0,5 en español-euskera. Estos seis millones, que tienen al castellano como lengua tan propia como la otra, hacen mucho más ruido que los 41 millones restantes. Y tienen todo su derecho, siempre que respeten a quienes ni quieren ni pueden hablar en lengua autonómica.
¿Qué está pasando? El instinto se inclina hacia una lengua común, la que toque. Nadie las elige. Se entregan en la cuna o lo exigen los entornos. El respeto aconseja considerar que todas las lenguas son iguales y merecen ser queridas, y las culturas también. Y no nos falta razón, pero sí agudeza.
Podríamos escribir cientos de páginas sobre la igualdad de las lenguas o de las culturas y reconocer que son iguales y que merecen el mismo acatamiento. Y a continuación escribir el mismo tratado para señalar los desequilibrios y revelar que la cultura islamista de los talibanes afganos o la lengua del 20% de los vascos difícilmente podemos compararla con la libertad de la cultura europea o con la universalidad y servicio de la lengua inglesa.
Hay políticos y lingüistas inspirados en los principios de respeto que consideran a las lenguas elementos independientes, entes en sí mismas con su historia, su gramática, su territorio y sus hablantes. Y dejan de lado la consideración de la persona, del hablante. Conceden más importancia a la lengua que a sus usuarios, sin advertir que, si cada lengua es un mundo, cada hablante lo es mucho más.
La ficha de identidad lingüística del individuo debería incluir datos como: nivel de conocimiento, tipo de uso (regional estándar), lenguas usadas en la cotidianeidad, lenguas conocidas, pero no usadas... Las respuestas deberían proporcionar los perfiles de los hablantes, y desvelar que no existen hablantes de vasco, ninguno, sino de español-vasco.
Hablan castellano entre ellos, en sus empleos, con sus amigos y con su hijo de tres años. Las calles están salpicadas de vasco, pero ya se han acostumbrado a verlo como si no lo vieran
Joven donostiarra de 30 años. Graduado universitario. Hijo de castellanohablantes desde hace no sabe cuántas generaciones, al igual que la mayoría de sus conciudadanos. Ha estudiado en euskera batúa, lengua estándar que le ha servido para superar los exámenes. Ahora es gerente en una empresa de transporte. Su mujer es enfermera en una clínica privada. Aprendió vasco en la escolarización. Hablan castellano entre ellos, en sus empleos, con sus amigos y con su hijo de tres años. Las calles están salpicadas de vasco, pero ya se han acostumbrado a verlo como si no lo vieran. El gobierno los cuenta en las estadísticas como vascófonos, que ellos llaman euskaldunes, aunque el perfil de la joven pareja sea el de monolingües de castellano, lengua con la que cubren todas las necesidades de sus vidas diarias. Preferirían educar a su hijo en castellano, pero no encuentran ni guardería ni instituto cerca que lo facilite, así que se han resignado a escolarizarlos en euskera.
Gerente y enfermera son, en realidad, hablantes monolingües porque cubren en español toda la comunicación: familiar, social, laboral, comercial, cultural, humanística y científica, con independencia de que lean algunas cosas en vasco o esporádicamente lo utilicen para una conversación intrascendente. No conocen a nadie que hable solo vasco.
Las lenguas se unen para completarse. Quienes hablamos español somos esencialmente monolingües, como los franceses, pero no los suecos, ni los noruegos, para quienes es imprescindible servirse del inglés en la vida diaria. Españoles y franceses tenemos un nivel de inglés bajo porque nuestras lenguas cubren bien las necesidades de comunicación, no creo yo que sea porque seamos más torpes como suele decirse a veces con cierta ironía. Sería imprescindible que cuando aparezcan las estadísticas de hablantes de catalán figure expresamente que no son solo de catalán, pues no existen, sino de castellano-catalán.
Para una recta información podríamos añadir que el 20% de los 47 millones de españoles hablan razonablemente bien inglés. Los llamaremos bilingües porque, aunque tengan un amplio dominio, solo lo utilizan de manera esporádica, y no por necesidades cotidianas.
Son muy pocas las lenguas que permiten el monolingüismo: inglés, español, francés, portugués, italiano, ruso, chino… y alguna más, pero no muchas más.
Lo que le han inculcado a la familia donostiarra es que el euskera es una lengua como las demás, y no les falta razón, ni siquiera inteligencia, pues no son ajenos a lo que sucede con las lenguas. Cuesta pensar que la promoción del euskera no esté exenta de motivaciones estrictamente políticas. Si un día se independizaran y quisieran entenderse, la lengua oficial tendría que ser necesariamente el español. Otra cosa es que no quieran entenderse, que es lo que les ha ocurrido casi siempre que lo han querido hacer en vasco, por eso la lengua vive fragmentada en cinco dialectos no siempre inter-comprensibles: vizcaíno, guipuzcoano, labortano, suletino y navarro.
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